martes, noviembre 01, 2005

Jorge W.

(Bueno, empecemos. Presentación de personajes...)

José Bertola está a sólo un día de retirarse de su trabajo en la oficina de contralor del Aeropuerto Internacional de Mar del Plata. Trabaja junto a Adrián Espíndola, veinte años más joven que él y dueño éste último de una voz tan grave y varonil que hacía temblar a los parlantes distribuidos por todo el aeropuerto, y porqué no, a las faldas de algunas señoras también, cada vez que el joven hacía algún anuncio de esos que siempre se escuchan pero que nunca se entienden.

Los dos compañeros de oficina se llevan muy bien más allá de la diferencia de edad y de tener mentalidades diferentes. José, era un viejo idealista de centro-izquierda que vivió una buena parte de su vida en las épocas de la "Argentina potencia", hacía ya muchos años atrás. Adrián, por el contrario, no vivió más que de crisis en crisis desde el momento en que le asignaron nacer en este bendito país. Como la gran mayoría de los jóvenes de hoy día Adrián sólo quiere progresar rápido en su carrera, ganar mucho y gastar mucho, sobre todo en compañía de bellas jóvenes siempre y cuando éstas estuvieran dispuestas a estar solamente una noche inmiscuidas en su vida.

José intentaba en vano hablar de política e ideologías con Adrián, pero a éste último poco y nada le interesaban los políticos o las ideologías, cosa lógica ya que lo único que el joven escuchaba últimamente de los políticos eran mentiras y más mentiras; si por él fuera: "Habría que llevarlos a todos juntos a la cancha de River y llamar a los aviones para que descargaran Agente Naranja sobre el estadio". Y en cuanto a las ideologías, bueno, que con esos mismos políticos guiando el país era bien sabido por Adrián que el dinero que estos perseguían no tenía ideología alguna.

(Y hablando de políticos, mejor metámonos de lleno en la historia...)

La maldita cumbre internacional había generado un revuelo impresionante en cuanto a medidas de seguridad, y no va que justo vino a caer en la última semana de trabajo de José, abarcando los días en que él pretendía estar más relajado y tranquilo que nunca, en contacto con sus amigos y conocidos de todo el aeropuerto, gente a la que ya no vería con la misma regularidad que hasta ese entonces.

Pero la realidad es que a José no le molestaba tanto la cumbre en sí misma ni la fecha en que ésta se había organizado, no, lo que más le jodía a José era la presencia de Jorge W. Arbusto como figura sobresaliente del encuentro. Claro que sí, el tipo vendría en su Air Force One, saldría totalmente rodeado de custodios, tanto de los de allá como de los de más acá. Traerían su comida más la de toda su comitiva (1500 personas) desde Estados Unidos, y todo porque el señorito no podía arriesgarse a comer comida argentina, no fuera cosa de que algún "zurdito" le fuera a joder la digestión envenenándole algún bocadillo. Ya desde hacía dos semanas los aviones norteamericanos no paraban de llegar al aeropuerto, venían cargados de coches, equipos, espías, misiles portátiles tierra-aire y ¡hasta dos helicópteros Apache que patrullarían la ciudad desde el aire! ¡Imagínense! ¡Helicópteros yanquis patrullando su ciudad! ¿Y todo esto para qué?, para que se tratara de manera formal la entrada de algunos países sudamericanos al ALCA y así poder tenerlos agarrados de las bolas de una forma un poco más conveniente de como los traían agarrados hasta ahora. Eso era el colmo. Ah no, claro que no... Por más medidas de seguridad que los señores tomaran, José no se iba a retirar a su casa a vivir lo que le quedara de su vida como jubilado sin antes marcharse del jodido aeropuerto con la frente alta, por la puerta grande y con todos los honores.

(A ver, probemos ahora escribir en futuro imperfecto-poco-probable-pero-que-bueno-que estaría-que-pasara...)

El día en que aterrizaría Jorge W. en el aeropuerto de la ciudad costera la seguridad sería más estricta que nunca. Ni siquiera se permitirían marchas o demostraciones de protesta ya que a diez cuadras a la redonda del aeropuerto se vallaría todo el perímetro con milicos como para hacer dulce. Desde que José fichara su entrada al ingreso le pedirían su credencial y su documento por lo menos unas diez veces hasta que pudiera por fin sentar pié en su oficina. Adrián ya estaría allí. Cambiarían unos breves comentarios sobre la situación. Ese día y hasta que Jorge W. dejara el aeropuerto de seguro no iban a hacer mucho más.

José esperaría pacientemente la llegada del Air Force One. En el interín soltaría risas que no podría contener y Adrián lo miraría extrañado cada vez que lo escuchara reírse. Finalmente llegaría el momento cumbre. José lo mandaría a Adrián a comprarle una gaseosa, ya sabiendo de antemano que esto lo demoraría más de lo normal por todas las veces que lo pararían para identificarlo. Mientras tanto, desde la oficina, cómodamente sentado en su sillón, José observaría al monstruo de la Boeing parado en la pista, de a poco irían acercando la escalerilla de descenso. Jorge W. haría su entrada triunfal, pero José, por otro lado, interpretaría su estoica salida y esta última sería el gran finale de la obra, aquel que se llevaría todos los aplausos.

Con pausados movimientos José trabaría la puerta de la oficina, no sólo cerrándola con llave sino moviendo un escritorio para bloquear el acceso desde dentro. Luego procedería a sacar de su portafolios el arma indetectable que usaría para flagelar a Jorge W. Arbusto, que si ellos eran listos él todavía lo era aún más. Con delicadeza conectaría su reproductor de discos compactos a la consola desconectando para ello el jack del micrófono que usaba Adrián para dar sus melosos anuncios.

Volumen del reproductor de José: 10
Modo de repetición: Activado
Volumen de la consola del Aeropuerto: 10

Y sería entonces que las notas, junto con la ácida y no menos verídica letra, ganarían todo el espacio del aeropuerto mientras José escapaba por una ventana. Mientras tanto, el Señor K., tratando de disimular, estrecharía la mano de Jorge W. que con su típica sonrisa de idiota no entendería ni jota de lo que decía aquella canción de bienvenida; por otro lado todos los asesores se mirarían desconcertados, intercambiando miradas buscando algún responsable, aunque del lado argentino habría de seguro más de uno al que se le escaparía una sonrisa.

(Che... ¿Y la canción? ¿Qué decía?)

"Jorge W.
Que asco me das,
usurpador,
miles de muertos
tienen tu olor.

No sos ni un bagre
ni un escorpión,
una luz mala
eso es lo que sos.

Jorge W.
la guerra no terminó,
falta que vos pagues
por tanto dolor.
Lo que te espera
es peor que vos.

Te hacés el cowboy,
pero no sos,
como quisiera
estar frente a vos.

Si hasta Jack Daniels
te abandonó.
Veo tu tumba,
y ninguna flor.

Jorge W.
la puta que te parió,
falta que vos pagues
por tanto dolor.

Jorque W.
no sé si te dijo Dios,
que lo que te espera
es peor que vos."


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La canción de José: "Jorge W.", de Horacio "El Negro" Fontova.
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1 comentario:

Principito dijo...

Muy bueno.
Volviendo al inevitable plano real es muy doloroso, indignante ver como este personaje se mueve cómo si fuese el dueño del mundo.
Bueno... hay millones de cosas más que tengo ganas de decir sobre este tipo. Dejémoslo ahí. Ya sabemos que clase de especímen es.