jueves, diciembre 01, 2005

Vacío

Luego de unos cuantos años se lo volvió a encontrar por casualidad en Buenos Aires, le extrañó el verlo allí. Mientras G. se bajaba del auto fue que lo reconoció a B. asegurando su bicicleta contra un árbol en la vereda. Al principio le sorprendió verlo, seguía igual, incluso algo más joven a como lo recordaba de la última vez que estuvieron juntos.

De pronto un vacío se le formó en el vientre al descubrir que no le podía quitar la mirada de encima, en tanto que G. pasaba como si nada frente a B. sin reconocerlo mientras que éste último se daba vuelta en ese mismo instante para retomar la acera. Casi tropiezan el uno contra el otro si no fuera porque B. se frenó de golpe y le hizo un gesto a G. para que pasara primero. Ella seguía atónita toda la escena desde el auto, escondida detrás de la seguridad que le brindaban los vidrios polarizados de negro.

Al verlo alejarse recordó los viejos tiempos. B. solía llevarla a ese pequeño restaurante que daba al río, mientras que G. sólo la llevaba a los mejores lugares, todos ubicados en el microcentro de la ciudad, todos con vista al gris cemento de la urbe. Miró la hora, 8.30 de la mañana, y mientras lo hacía pensó en que B. nunca hubiese podido comprarle aquel costoso reloj que G. le había regalado para su cumpleaños hacía un par de años atrás, aunque B. sí le hubiese regalado todo el tiempo que ese reloj marcó, cosa que G. nunca hizo. Bajó su mirada hasta el anillo, y tampoco pudo evitar pensar en que B. jamás hubiera podido obsequiarle algo así, y conóciéndolo como lo conocía se le ocurrió que tal vez él le hubiese propuesto tatuarse un tribal alrededor del meñique, y fue de pronto que sintió que eso sí hubiese sido un símbolo más duradero de lo que alguna vez fue, de eso que nunca tendría que haber dejado de ser.

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Inspirado en
este relato de Ana.
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7 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien está que alguien tome el testigo ya que Ana hace tiempo que no nos escribe.

juanba dijo...

Viste como es la cosa, Eduardo, Ana aparece poco, ahora, cuando aparece, brilla.

Se ve que es como yo te decía la otra vez, o los demás escribimos poco o vos escribís mucho. Como sea, que la cosa va por turnos y es cíclica, yo me quedo con una post-data de un comentario tuyo en el blog de la corsaria:

"P.S. Agrdezco doblemente que escribas ahora que no encuentro yo tiempo para hacerlo. Así, entre todos, vamos llenando la vida."

Salutes

Anónimo dijo...

Me he perdido algo del relato, pues este esconde una historia nueva para mi. Pero me gustaría que se hiciera justicia y fuera lo que nunca tendría que haber dejado de ser.

Un saludo.

Adriano dijo...

Hay relaciones que trascienden al tiempo y también al espacio. Hay momentos únicos que permanecerán en algún rincón de la conciencia, siempre. Alguien dijo (¿Sabina?) que no había peor nostalgia que añorar lo que jamás sucedió. Algo de eso hay. B y G piensan lo mismo, pero de manera diferente. Uno y otro. Ellos son. Ellos solos. Y sus recuerdos son las espaldas que no se atreven a mirar de una buena vez y para siempre.

juanba dijo...

Carol: En realidad no te perdiste nada del relato, esto es como agarrar una novela, abrirla en una página cualquiera y al azar tomar un párrafo.

Adrián: "Nostalgia de añorar algo que nunca sucedió", de Sabina o de quien fuere me quedo con esa frase. Y es que esa misma nostalgia era el vacío que sentía S. en su estómago mirándolo a B. desde el auto. Nostalgia por lo que fue, nostalgia por lo que pudo haber sido.

Salutes gente

juanba dijo...

Antes que nada bienvenida por aquí Luthien. ¿Querés un B.? Bueno, ya te estoy envolviendo uno en papel para regalo y te lo mando. ¿El código postal de Córdoba sigue siendo 5000 no?

Salutes

juanba dijo...

Lo dejo aclarado, no te preocupes. Sino que lo dejen en portería. Generalmente a los B. no les importa esperar.

Salutes