lunes, julio 10, 2006

Los Otros

«Sin duda, cada vez los están entrenando mejor». Este fue el último pensamiento que cruzó por su mente antes de hacerse uno con lo Absoluto.

Ahora en cuanto a Francisco, que había sido su compañero de oficina, pocas cosas lo hubieran delatado de entrada. Esto, claro está, mirándolo en retrospectiva una vez que hubo pasado todo, ya que Francisco era una persona tranquila y de perfil bajo, colaborador como pocos y que nunca se quejaba por nada. Estas cualidades hicieron que él le fuera brindando gradualmente su confianza, incluso era uno de los pocos con los que hablaba de otros temas que no fueran estrictamente laborales. En más de una ocasión habían compartido las denominadas cenas corporativas con gente de los otros departamentos de la empresa y así fueron poco a poco creando la base de una amistad.

Tal vez fuera porque Francisco no pudo soportar la presión de cumplir con su misión lo antes posible lo que hizo que de a poco fuera descuidándose. Así fue que él empezó a percibir ciertos cambios en la conducta de su compañero. Ocurrió de pronto que, cada vez que Francisco pasaba a su lado, sentía escalofríos. Eso empezó a hacerlo sospechar. «¿Y si Francisco fuera alguien de los Otros?» «No, no puede ser» -se preguntaba y respondía a sí mismo tratando de convencerse. Es que no, no podía ser, no una vez que por fin había dado con alguien al que poder llamar amigo. Pero rápidamente se desilusionó y fue una noche en el estacionamiento subterráneo del complejo de oficinas cuando percibió una vez más ese escalofrío mortal que tantas otras veces había sentido en el pasado cada vez que alguien de los Otros había intentado tomar su vida. “No nos podrán detener, nuestro es el destino”, alcanzó a decir Francisco ya con la daga en la mano, porque esa frase era el latiguillo que usaban siempre antes de proceder. Claro que él fue más rápido y ahora era Francisco el que yacía sobre el húmedo piso del estacionamiento empapado en sangre. Alguien más de los Otros que lo intentaba, alguien más que fallaba.

Él llegó a su casa con una sensación de pesadez y total desesperanza. Se miró en el espejo del estar y vio como el brillo de sus ojos, característica que lo diferenciaba de los demás y de los Otros, de a poco iba desapareciendo. ¿En qué mundo le había tocado vivir? Sabía cuál era su misión así como sabía que el balance era lo que realmente importaba, lo que él debía mantener para de a poco ir mejorando las cosas. Pero sin duda que todo se le hacía más complicado, en la soledad en que transcurrían sus días era cada vez más difícil poder vislumbrar la luz al final del oscuro camino. Todo esto fue hasta que la conoció a ella.

Ella apareció en su vida de casualidad, mudándose junto a su unidad habitacional en el complejo residencial en el que la empresa lo había ubicado. Todo empezó en el elevador cuando ella le hizo notar que llevaba la corbata manchada con pasta dental. Y fue una sonrisa primero, un saludo amable cada día y, por sobre todo, ese brillo en los ojos que la distinguía de los demás lo que lo llevó a perder su cabeza.

Y así fue como de a poco fueron entablando charlas más extensivas a un simple saludo. Luego llegaría una invitación formal a cenar. Y así siguió el ritmo de las cosas casi por decantación hasta esa noche en que a luz de la luna él le soltó el primer «Te amo». Comprobó así que lo que le habían inculcado en lo profundo de su alma antes de enviarlo hasta aquí era verdad: El amor era la luz que no sólo se encontraba al final del camino, sino que, de vez en cuando, se la podía hallar en los ojos de alguien más en cualquier punto del viaje.

Fue así como todo se hizo más soportable, las dudas se fueron disipando de a poco y se dio cuenta de que algunas de ellas en realidad hasta carecían de sentido. Con ella a su lado todo cobró un nuevo color, seguiría con su misión de mantener el balance, seguiría liándose con los demás y seguiría encontrándose con los Otros, pero tendría a su lado una compañía, la energía del amor que lo ayudaría a ver las cosas como realmente eran.

Ocurrió una noche después de cenar, mientras ambos estaban desnudos abrazados en el balcón contemplando las estrellas y aspirando el todavía fresco aire anterior al comienzo del verano. Él le preguntó sobre el brillo en sus ojos porque rara era la vez en que podían encontrarse dos iguales con ese brillo, y básicamente fue eso lo que lo llevó a hacerle esa pregunta. Ella, primero sonriendo, sólo atinó a besarlo para luego llevarlo de la mano de vuelta hacia el cuarto en donde se perderían una vez más el uno con en el otro dentro las satinadas sábanas.

El dolor en el estómago lo sintió frío y punzante. Todavía entre sueños intentó incorporarse pero todo fue fútil. La blanquecina luz de la luna que se colaba por entre las cortinas le ayudó a ver el color oscuro de aquello que fluía de sus entrañas. Ella estaba allí, encima de él, empuñando la daga ya teñida de rojo. Lo miró en su desconcierto y de a poco se fue tornando hacia su cara para besar su frente, luego se acercó lentamente a su oído derecho y le susurró esas palabras antes oídas pero que ahora escucharía por última vez: “Nuestro es el destino, no nos podrán detener”. Él la miró por última vez pero fue en vano, ella ya no tenía aquel brillo en sus ojos.

10 comentarios:

Carolina Villafruela . dijo...

Esto que has escrito es demasiado cruel, me duele contemplar ese fianal.

juanba dijo...

No todo en la vida es de color rosa, pequeña.

Salutes

Carolina Villafruela . dijo...

Lo sé, pero es mas bella si escodes el dolor!
A parte de eso, decirte que es otro relato que no te deja indiferente..
¿Puedes cambiar el final?¿?

Hay cosas que no tienen solución y otras que no tienen que suceder!!
Maldita sea!

juanba dijo...

"La vida es sufrimiento", decía Buda.

"The pain, the only thing that's real", escribió Trent Reznor (NIN) en una línea de "Hurt".

En cuanto a cambiar el final: como poder, puedo. No sé si quiero, porque la historia termina allí porque así fue como ocurrió en mi mente.

Salutes

SkinHead dijo...

a la mierrrrdddddddddd******** ,
mira vos....(JBS, cba 1999)

Anónimo dijo...

A mi me gusta el final, y también el relato.

Te seguiré leyendo.

Un saludo, Dani.

juanba dijo...

Dardo: ¿Qué tomaste?

:)

Daniel: Gracias por el comentarios, sos bienvenido a pasar cuando quieras.

Salutes gente

Anónimo dijo...

La moraleja es disfruta de todo pero desconfia de todo, aunque no disfrutes al maximo, sera menos probable que te apuñalen

juanba dijo...

Varo: Bienvenido por aquí. En realidad éste relato lo escribí sin moraleja, bah, en realidad nunca dejo moralejas, sí cosas subjetivas entre líneas.

En cuanto a ser desconfiado no sé, creo que ya no preocupo tanto, si te tiene que pasar que te "apuñalen", te pasará. Más vale vivir el momento sin pensar mal sobre nada.

Salutes

Anónimo dijo...

Me sigo pasando y leyendo. Gracias por tus invitaciones Juanba.

Dani