miércoles, diciembre 27, 2006

Momentum

Cuando atravesé la puerta la vi de espaldas a mí, estaba concentrada mirando su reflejo en los cristales de la ventana. Llevaba puesta una remera blanca mangas cortas pegada al cuerpo. Noté en el espejo del vidrio como el contorno de sus pechos firmes se marcaban en la prenda.

Al percibir mi presencia trató de tomar un saco que tenía colgado en el respaldo de la silla, todo esto evitando darse vuelta para no tener que mirarme de frente. Rápido en reflejos puse mi mano sobre la suya impidiendo que levantara el fino abrigo de hilo, entonces me di cuenta que con su otro brazo libre todavía intentaba cubrirse a pesar de seguir dándome la espalda.

Le pedí que se volteara para mirarla de frente a los ojos. Se dio vuelta y cruzó los brazos sobre su pecho ocultando, vergonzosa, la redondez de su busto. Siempre advertí que, a diferencia de la mayoría de las mujeres del lugar, ella tenía una tendencia a esconder su cuerpo. Usualmente usaba ropa holgada como ser largas polleras o blusas sueltas, no es que eso me disgustara, todo lo contrario, me encantaba como se vestía precisamente por ser diferente a todas las demás.

La miré fijo. No pudo sostener mi mirada y bajó la suya hacia el suelo.

- Mirame a los ojos –le dije mientras tomaba una de sus muñecas intentando desatar el nudo de brazos que cubría su belleza– no tenés porqué tener vergüenza de mí, no sé cuál es tu problema pero dejame decirte, por más que mi visión no sea para nada imparcial dada las circunstancias de lo que me pasa con vos, que sos hermosa así como sos, sabelo, y que no tenés porqué ocultarte, mucho menos ante mí luego de todo lo que hemos pasado.

domingo, diciembre 03, 2006

Depósito de juguetes

Tocan al timbre de mi casa. Me asomo por el balcón. Los veo, son ellos que ya me pasan a buscar. Les hago señas que me esperen un minuto, que enseguida bajo. Yo no los busqué, ellos me encontraron, a eso se dedican me dijeron. Uno de los cuatro me dijo que la gente que lleva el alma teñida de color azul es fácil de localizar.

El propósito de su visita es llevarme a un lugar lejos de aquí, lejos de ella. Me juraron que jamás me traerían de vuelta. Me explicaron que mucha de la gente que desaparece a diario sin dejar rastro es debido a ellos, a su misión en este mundo, y que últimamente hay demasiada gente con el alma azul.

En el lugar al que me llevarán todo será distinto, prometieron. Allí ya no habrá melancolía ni soledad por lo que el alma de a poco recupera su color original, es decir ninguno, o mejor dicho, la combinación absoluta de todos los demás. Lo único que necesito llevar conmigo, aclararon, es una muda de ropa y una foto de ella.

Una foto de ella.

Elijo una entre todas. Esa sonrisa que me pierde. Ella que me pierde. Ella a la que no logro encontrar en nadie más.

- ¡Yo pensé que tu casa era un depósito de juguetes! –dijo con una frescura que tiñó aquel instante de inocencia, más allá de lo cómico de la suposición.

No pude evitar reírme en el momento en que me lo dijo, así como tampoco pude evitar la tristeza hoy de mañana al despertarme cuando me vino al recuerdo aquella, una de nuestras primeras charlas un día cualquiera en el camino de vuelta del trabajo.

Tardé en salir de la cama (es Domingo) y traté de que la tristeza que me provocó aquel recuerdo del depósito de juguetes se fuera rápidamente. Entré al baño, abrí el grifo del agua fría, me lavé la cara y miré el agua correr por el drenaje. Ayer un vecino me preguntaba si sabía exactamente hacia dónde iba el agua de las cañerías de mi casa. Ni la más pálida idea de lo que éste hombre me preguntaba. Todo lo que no entiendo viene de otros tiempos. A esta casa la levantó mi abuelo allá por 1920 y dudo que alguien por estos días conozca el sistema circulatorio que conforman las cañerías que corren dentro estas paredes, bajo estos pisos de lo que pronto estará por convertirse en un depósito de juguetes abandonado.