domingo, septiembre 09, 2007

Principio

Salimos del lugar. Atrás queda el sonido de la música, el humo y la gente; adelante están a noche y la ciudad que nos envuelven con una atmósfera fría. Siento ganas de abrazarla pero me contengo, acá no. “Tendría que dar demasiadas explicaciones”, me dijo la otra vez. La frase se aplica a esta situación también. No me gustaría complicarle la vida pero quiero complicarle la vida. La miro, me duele el corazón y el estómago, todo al mismo tiempo. Estoy seguro que el día en que se puso de novia, yo sin siquiera conocerla todavía, debo haber tenido la peor de las pesadillas; si hasta los ángeles deben de haber llorado ese día.

No se cómo mirarla, cada vez que lo hago no puedo evitar sonreír, y me encanta que me devuelva la sonrisa porque esa sonrisa es la que me deja en el aire, la que me pierde, la que me hace sentir tonto: un tonto caminando por las nubes. Saco mi móvil del bolsillo del sobretodo, se lo enseño y lo apago. “Perdámonos. Que nadie nos encuentre. Apagá también el tuyo”, propongo. No sé que hará, qué me dirá. Me encantaría que me hiciera caso.

Dos puntos desaparecen de la celda A10 de la red celular de Movistar, de pronto las antenas no nos captan, desaparece la sensación de ser víctimas de algún tipo orwelliano de control. Y es que finalmente ya no somos ubicables, no hay que dar eventuales explicaciones, no hay “dónde estás” ni “con quién”, por lo menos por lo que resta de la noche.

Cruzamos la avenida, tomo su mano. La zona es menos transitada y parece más oscura. Hablamos. De todo y nada. Pienso. Espero no tener que entregarle la otra página, con el otro final escrito de la historia, un final que nos deja como estábamos antes, en la rutina, en lo mismo, en la inercia del arrastre, con las mismas personas, con la misma vida, sin cosquilleos en el estómago, sin dolores de amor en el corazón.

Le propongo ir al parque que está a una cuadra de su edificio, sólo por unos momentos, le aclaro. Luego la acompaño de vuelta y me voy: “Pasa que quiero, necesito, hablar un rato con vos”. No se qué me dirá. ¿Sentirá miedo? ¿Pensará que estoy loco? Espero con una sonrisa poder demostrarle que jamás le haría daño.

Llegamos al parque. El lugar me trae recuerdos de pequeño aunque ya no es lo que era. Todo ha cambiado, los colores son otros. Sólo un árbol gigante que está ahí desde siempre parece seguir siendo el único testigo de mi historia. En realidad todos hemos cambiado, también el árbol, por más que sigamos perdidos en el mismo lugar. Nos sentamos en un banco cerca de aquel árbol.

“Algo que no te dije la primer noche que te conocí, al despedirme: Me encantó conocerte”, le digo. Ella sonríe. Le acaricio el pelo. La miro fijo y quiero que no me sostenga la mirada, pero que siga sonriendo. No puedo dilatar más las cosas. Me tengo que sacar la duda. La beso.

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Hay ocasiones en las que pienso que todo está escrito, la vida, la gente, las cosas que pasan. Todas estas palabras están ya escritas, pero en carácter potencial, porque todo lo narrado todavía no ocurrió, no al momento en que lo escribí. Pero quiero que ocurra y voy a poner mi intención para que ello pase, después de todo la realidad última la creamos nosotros con nuestras intenciones.

La clave de todo está en entender que el Escritor siempre nos deja ser Coautores, pasa que nosotros no nos damos cuenta de ello. Y es que el conjunto de Coautores es en realidad el Escritor. La historia se crea y acontece por sí sola, nosotros sólo debemos leerla, aceptarla y seguir escribiendo la línea de ficción. Este juego, Lilah, es como un gran Cadáver Exquisito, donde se nos pasa una línea y nosotros la continuamos, la única condición es que la línea inicial debe ser siempre aceptada como es, porque acontece porque si, porque lo que sucede conviene. Y es que en éste gran juego, en esta representación teatral que es la vida, los escritores y guionistas también somos nosotros.

Este no es más que el principio de la historia que quiero, y éste principio necesitaba escribirlo yo. Es sólo escribir el comienzo de un sueño más, sólo uno más dentro de éste otro sueño más grande en el que todos estamos soñando.

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