domingo, noviembre 16, 2008

Naturaleza humana

Luego de años de ausencia volvía finalmente al viejo terruño familiar, ese que un día abandoné sin mirar atrás persiguiendo un sueño de libertad que al final no fue sino un engaño más. Ya en campo abierto, mientras me adentraba a pie rumbo a la casa por el terreno reseco lleno de malezas, el cielo comenzó a tornarse poco a poco de un sombrío color rojo. La desolación de todo lo ocurrido en los últimos años parecía respirarse en el aire, si es que eso era posible. El último integrante de mi familia había muerto hacía una semana y el único motivo de mi regreso a éste lugar había sido esa muerte.

Me senté en uno de los pastizales secos que rodeaban al ya viejo y desvencijado cortijo para contemplar mejor toda la triste escena. La casa parecía ser un fiel reflejo de las penurias que se habían vivido allí en los últimos tiempos. Un pensamiento sobre la impermanencia de todo lo que miraba se hacía presente en mi cabeza mientras en mi mente surgían, como contraste de lo que veía, imágenes de los viejos tiempos de la infancia en donde sólo días felices resaltaban el esplendor que había tenido alguna vez aquel lugar. Nada de todo eso quedaba ya, todo se había venido abajo sin más, porque todo decae con el inexorable paso del tiempo.

El calor seco se volvía por momentos insoportable y el monótono cantar de las chicharras no cesaba de anunciar la venida de horas peores. Al mirar hacia el lado de la alberca no dudé ni un segundo en reconocer dentro de la misma al viejo Uter, un robusto ovejero alemán que supimos adoptar como miembro de la familia un año antes de mi partida. El corazón pareció detenérseme en seco por unos instantes al divisar su cuerpo flotando en el agua y fue así que me acerqué corriendo hasta el borde del estanque. Ya desde la orilla pude ver al perro que me miraba con sus grandes ojos tristes. Fue en ese momento en que me dí cuenta que el animal estaba vivo y me sorprendí sobremanera al verlo flotar así a la deriva dentro del estanque, sin mover siquiera sus patas para mantenerse en la superficie, llegue a sentir en ese momento que el can sólo se había lanzado al estanque para quitarse la vida. El perro pareció reconocerme finalmente y deponiendo su actitud de inmovilidad, aunque sin esforzarse demasiado, llegó entre nadando y flotando hasta donde yo me encontraba. Pobre animal, apenas si movía sus patas al avanzar, se podía decir que ya no tenía ganas de más nada en esta vida luego de todo lo que tuvo que haber vivido en los últimos años.

Al salir del agua saltó del borde del estanque al suelo y se me acercó muy lentamente, con su cabeza baja, yo sólo a atiné a agacharme para abrazarlo. Tomé su cabeza y al alzarla entre mis manos noté en su mirada una tristeza y una melancolía infinita que sólo me hizo abrazarlo aún más fuerte para seguidamente romper en un llanto desconsolado pidiéndole perdón por todo lo que tuvo que haber pasado en estos últimos años con mi ausencia, aunque muy dentro mío yo sabía que no estaba pidiéndole perdón sólo a él ya que, por alguna extraña razón, la verdad es que me estaba pidiendo perdón también a mi mismo por la forma de ser que tenemos por esta, nuestra naturaleza humana.