sábado, marzo 29, 2008

Erased, over, out

No me extrañó tanto el aviso (hoy en día en el terreno de lo digital todo es posible) sino más bien el negocio en el que lo vi, me refiero al ambiente, a las características propias del lugar. Es que esa casa de fotografía estuvo desde siempre en el centro de la ciudad, escondida en el fondo de una lúgubre y poco transitada galería comercial, y cuando digo “desde siempre” es por el hecho que desde que tengo uso de razón ese local está allí, con el mismo y eterno viejito canoso de bigotes perlados recluido atrás de aquel anticuado mostrador de madera oscura.

En mis ocasionales pasadas por allí jamás vi una computadora en el local, lejos de ver algún tipo de máquina electrónica para el revelado de las fotografías. Supongo que el fuerte del negocio sería la tradicional toma de fotos 4x4 tipo carné, porque a decir verdad nunca advertí ninguna otra cosa en el lugar que denotara que hicieran otro tipo de trabajo. Sin embargo allí estaba ese papel amarillento pegado en el vidrio del frente, manuscritas podían leerse en él las palabras que captaron mi atención: “BORRADO DE PERSONAS”. Grande fue mi curiosidad al momento de ver esas palabras, y creo que recién ahora, después de todo lo ocurrido, capto el sentido total de la expresión popular que reza “la curiosidad mató al gato”, y es por lo mismo que ahora paso a explicarles el porqué de todo esto.

Supongo que nunca llegamos a conocernos bien, aunque no me queda la menor duda de que Ana fue el amor de mi vida. Jamás conocí a alguien que me hiciera sentir igual antes de ella y estoy seguro que, tal vez peco por pesimista al pensarlo, tampoco conoceré a alguien que me haga sentir igual. Las cosas se sucedieron muy rápido desde el principio, todo corría por el carril de alta velocidad como quien dice, sin estorbos, sin contratiempos. Pero ahora sé que fue poco el tiempo en el que estuvimos así de bien como para apresurarnos a tomar la decisión de casarnos, pero bueno, lo hicimos de todas formas y es así que a menos de seis meses de habernos conocido, tal vez guiados por la locura y el frenesí del momento, decidimos sellar nuestra unión.

La cosa no funcionó de entrada, la convivencia, el despertarnos juntos, no sé. Parece verdad eso de que al firmar los papeles todo se va al diablo, por lo menos en nuestro caso eso fue lo que ocurrió, de todas formas quiero que quede claro que hablo sólo por mí. El tema es que mientras yo me pasaba todo el día trabajando (había que levantar cuanto antes la hipoteca del departamento) ella se la pasaba encerrada mirando televisión, sin hacer otra cosa. No es que eso me molestara en particular, si la química hubiese seguido funcionando como en un comienzo el hecho de que no hiciera nada no me hubiera importado en lo más mínimo, pero no sé, el no tener su mente ocupada en otra cosa hizo que Ana cambiara, no sé exactamente en qué pero, volviendo a los dichos populares, ese que dice que “una mente desocupada es el patio de juegos del diablo”, bueno, en el caso de Ana era todo un parque de diversiones, cada día me salía con algo distinto para provocar peleas sin sentido, trataba de sacarme de mis casillas de cualquier forma y a como diera lugar.

No pasaron más de cuatro meses desde la boda cuando todo se fue por los caños mal. Nuestras peleas al llegar yo a casa no sólo se tornaron cada vez más constantes sino también más violentas. Palabras hirientes e insultos degradantes seguían
in crescendo día tras día hasta que por fin dije “basta” con todo el dolor del mundo, porque como dije, realmente la quería a pesar de todo. El divorcio salió bastante rápido por ser de común acuerdo, al final del proceso sentí que me liberaba de un enorme peso sobre mis espaldas, aunque algún tiempo después todavía no me había liberado de un sentimiento de rencor que sentía por Ana, es raro, no sé, no era odio exactamente, era otra cosa, no lo sé describir en palabras pero era algo así como un resentimiento. Supongo que el que salió más lastimado de todo el proceso fui yo, y tal vez lo que realmente sentía era una profunda frustración y lo canalicé todo en esa especie de rencor hacia ella.

Así fue que me decidí a probar con una de las fotos de nuestra boda. La foto que elegí fue en la que mejor salía ella, estaba realmente hermosa en esa imagen, mientras que yo salía con cara de circunstancia, como siempre salgo en todas las fotos a decir verdad. Decidido y foto en mano entré finalmente a la casa de fotografía una tarde como cualquier otra, no recuerdo haber saludado. Me acerqué al viejo mostrador y miré al anciano fijamente entregándole la foto.

- Quisiera que me explique un poco más sobre eso del “BORRADO DE PERSONAS”.

El anciano me saludó primeramente lo que me hizo sentir un maleducado, luego miró por un momento la foto y volvió a levantar su mirada hacia mí.

- Bueno, el tema es simple en realidad. Si quiere puedo borrar a esa persona que lo acompaña en la foto.
- ¿Y eso tarda mucho tiempo? ¿Qué costo tiene el proceso? –inquirí.
- Antes de responder esas preguntas yo debiera preguntarle si está absolutamente seguro de que lo quiere hacer.
- Por supuesto, es algo que ya pasó, digo, lo de la foto, la circunstancia... La boda, el matrimonio, eso, ¿usted me entiende no?
- Sí, comprendo, aunque para serle sincero no creo que en su caso esa sea la salida al asunto.
- ¿A qué se refiere exactamente con eso de la “salida al asunto”? –pregunté medio asombrado ante la salida del viejo.

El viejo no me respondió la pregunta, tal vez cayó en cuenta que estaba metiendo sus narices en donde no le correspondía, después de todo ese no era su “asunto”. Volvió a bajar la mirada hacia la fotografía.

- ¿A usted quién le recomendó que viniera a verme? –preguntó finalmente.
- Nadie, al pasar advertí el cartel que tiene colgado allí y me decidí a entrar.

El anciano nuevamente volvió a mirar la foto, no sé qué tanto lo atraía la imagen, o tal vez fuera que la estuviera mirando con deformación profesional. Dubitativo finalmente dijo:

- Para mañana a la tarde estará lista, pásese antes de las 20.00. El costo del trabajo es de $180.
- Correcto –dije– se la dejo y mañana paso.

No sé porqué pero esas últimas palabras no las dije yo, o sea, salieron de mi boca pero no las pensé yo, no las dije yo. Incluso mi primer pensamiento al escuchar la respuesta del viejo fue que $180 era un asalto a mano armada. Claro que tal vez al no trabajar con medios digitales el proceso fuera más costoso, no sé, el tema es que dije lo que dije y me fui del lugar sin siquiera despedirme.

- Hasta mañana –me soltó del otro lado del mostrador con un cierto tono de voz recriminante.

El viejo dejó en claro el punto con su saludo, definitivamente soy un mal educado.

Al otro día pasé a la hora convenida. El trabajo estaba hecho. El viejo me entregó la foto ya guardada en un sobre de papel madera, antes de pagar retiré la foto del sobre para verla. El trabajo estaba muy bien realizado. Conforme, y con mi curiosidad saciada, pagué y me fui sin más.

Al llegar a casa me desplomé sobre el sofá, aquel había sido un día agotador en la oficina. Sentado, con la cabeza colgando hacia atrás sobre el respaldo del sillón, cerré los ojos y me estiré. De pronto noté que tenía el sobre de papel madera con la foto encima de mi regazo. Saqué la fotografía una vez más y la miré con más detenimiento. El trabajo estaba realmente muy bien hecho. De pronto me llamó la atención algo en la fotografía, y es que en el lugar de donde había sido “borrada” Ana aparecían cosas detrás. Es decir, vi en la fotografía la mesa de atrás de donde estaba ella originalmente, observé que aparecían los invitados sentados, veía claramente el mantel, los platos servidos, las copas con vino, en fin, todo, toda la escena que no se veía cuando Ana estaba todavía estampada en la imagen. ¿Cómo podía ser eso posible? Me fui a duchar pensando en todo esto. A fin de cuentas que tampoco le di demasiadas vueltas al asunto al salir del baño, como dije, tenía la mente realmente agotada ese día, demasiado nublada como para ponerme a deducir qué es lo que había hecho el viejo con la foto. La cosa es que cené temprano y me fui derecho a la cama. Me dormí al instante de haber apoyado la cabeza en la almohada.

Esa misma madrugada me desperté totalmente exaltado con un llamado de mi ex suegra. Debía de haber estado profundamente dormido ya que no entendía nada, de pronto me preguntaba por Ana, si estaba aquí en casa conmigo, que no le respondía en el móvil, que había desaparecido de golpe, así sin más. Creo que la palabra ”desaparecido” me hizo caer en cuenta de lo que había hecho. Un espiral de frío subió en aquel momento por toda mi columna vertebral hasta llegar a mi cerebro. En ese momento caí que el viejo tenía sus razones cuando me preguntó si estaba seguro de lo que quería hacer, y todo por mi curiosidad. O quizás había algo más detrás, no sé, algo oculto en mi subconsciente, algo que me hizo entrar a ese local con aquella fotografía. En todo caso creo que fui demasiado lejos, tal vez, qué digo tal vez, estoy seguro que esa frase que me soltó el viejo aquella tarde tenía su validez, aquella, definitivamente, no era la salida al asunto.


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Luego de meses de no escribir una sola línea de ficción para
deuxmachine surge este relato. Será que estoy de vacaciones, algo más relajado, aunque todavía no con toda la inspiración ya que el título del escrito es de una canción de NIN (para variar yo y las canciones de Nine Inch Nails, igualmente creo que no se lo voy a cambiar y quedará ese título como definitivo). En fin, el relato tiene como base de inspiración este post que leí en el blog de Fernanda. Espero les guste. Salutes a los lectores que todavía pasan por aquí.
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