viernes, abril 29, 2005

Estaciones

He empezado a despedirme de esa gente que veo con poca frecuencia, esos que veo una vez cada dos o tres meses nada más. Claro, porque una vez llegado el momento, sólo quiero tener que despedirme de los que veo a diario y así poder irme tranquilo sabiendo que no olvidé a nadie, ni a los que veo siempre, ni a los que no veo nunca.

Pasa que decidí vivir mi vida en un invierno eterno, constante, viajando de ahora en más de hemisferio en hemisferio persiguiendo el frío que va llevando a cuestas la estación invernal. ¿Que cuándo pararé? Sólo cuando te encuentre, y en ese mismo momento, pero ya juntos, nos dedicaremos a perseguir al calor del verano.

Lo que me pregunto ya ahora, sin saber si alguna vez voy a encontrarte, es dónde pasaremos ese primer verano, si allá o acá.

miércoles, abril 27, 2005

Infinito

La veo hacer zapping. Me entretiene verla, me gusta ya que esto me ayuda a conocerla en otra de sus facetas. Y es así, hoy disfruto de algo tan simple y tonto como observarla pasivamente, viendo la forma en que va saltando de canal en canal. Trato de captar patrones ocultos en su selección de canales. Evalúo la cadencia entre las pulsaciones y el tiempo en que se queda en cada canal antes de pasar al siguiente.

De pronto se detiene en el canal Infinito. Y es que en Infinito andan siempre tratando de encontrar a Dios o al Diablo o a los mismísimos extraterrestres, pero claro, nunca pueden dar con ellos. Parece que decide quedarse allí, la veo bajar el control remoto lenta e inconscientemente, sin despegar su mirada atenta de la pantalla. Vió algo que le llamó la atención. La miro de reojo, luego miro los platos ya vacíos sobre la mesa. En la pantalla aparecen ahora un grupo de (so called) "expedicionarios" recorriendo un conjunto de ruinas Mayas en Tulúm, México. Ahora deja el control remoto sobre la mesa. Sube sus piernas a la silla y las rodea con sus brazos. Apoya el mentón sobre sus rodillas y mira atenta.

Ya en el programa parece que este grupo de expedicionarios está tratando de dar con un viejo (so called) "brujo" que los inicie en no sé qué ritual de brujería antigua. Bueno, la cosa es que dan con el viejo y de pronto aparece de la nada el Diablo en la conversación. El viejo brujo les dice que él puede establecer contacto con el mismísimo Señor de las Tinieblas en persona en una cueva no muy lejos de donde se encontraban en ese momento. La cosa es que el viejo elige a uno de los del grupo para que lo acompañe a la cueva en cuestión para ya allí iniciarlo en estas artes oscuras.

Suena el teléfono y me llevo el inalámbrico a mi cuarto para hablar allí sin molestarla, ella se queda en el comedor diario abstraída e inmersa en estos temas del más allá. Termino de hablar. Vuelvo al comedor, ella sigue atenta al tubo. Me paro a su lado y cruzo los brazos mirando con aparente curiosidad la pantalla.

- ¿Y? ¿Ya se encontraron con el Diablo?
- No, todavía no.

Levanto los platos de la mesa. Entro en la cocina. Me dispongo a lavarlos, de paso y ya que estoy ahí sigo con las ollas y los otros utencillos que usé para preparar la cena. Me tomo mi tiempo. Seco todo. Mientras tanto, desde el comedor, el televisor emite una música de circunstancia, una música de suspenso. "¿Se encontrarán con el Diablo?", me pregunto mentalmente. Saco de la heladera el helado como para que se vaya ablandando un poco. Vuelvo con ella. Ya nos econtrábamos en la mitad de un corte comercial.

- ¿Y? ¿Apareció?
- Nah, que no pudieron establecer el contacto.

La miro, sonrío. Claro, pienso, lo que esta gente no sabe es que tanto a Dios como al Diablo y como a los mismísimos extraterrestres les da mucha vergüenza salir por televisión.

martes, abril 26, 2005

Ignorado

Esta mañana, al ir saliendo de casa, noto que a pesar de los 2º de temperatura que anunciaron en la radio, no siento frío. Pero tampoco calor. Camino hacia la oficina y no siento la temperatura, me siento como... neutro, sí, neutro es la palabra.

He llegado casi último y entro oficina por oficina a saludar. La veo a S., hoy con un sweater nuevo color rojo que le va muy bien. Le doy los buenos días. No hubo respuesta. Me dirijo hacia la oficina de D., entro, está con L., los dos reclinados sobre el dashboard revisando un modelo preliminar de un diagrama de contexto para un sistema nuevo en el que estamos trabajando. "Hola, buen día...", digo. Nada. No hay respuesta de mis compañeros. Me quedo al lado de ellos y les doy una sugerencia en cuanto a un caso de uso que me parece que hace falta reveerlo mejor. No me escuchan, es más, no se percatan siquiera de mi presencia. Me asusto.

Entro al baño, enciendo la luz. Me miro en el espejo. Este no devuelve imagen alguna. No existo, hoy no estoy aquí. Desesperado salgo corriendo del edificio y me dirijo a la carrera hasta mi casa. Llego, se me caen las llaves luego de abrir la puerta de calle. Subo las escaleras, todavía corro, estoy buscando algo, no sé qué, pero estoy seguro de que lo voy a encontrar. Ya dentro de mi casa, camino más tranquilo hacia mi cuarto. Entro y lo encuentro. Me encuentro. Estoy todavía durmiendo plácidamente despaturrado en mi cama. Me veo y me da bronca. Irresponsable, pienso. Salto encima mío. Me despierto y salto de la cama. Ya tengo una mano sobre el teléfono. Digito. Suena un par de veces y S. me atiende del otro lado. Le digo que me quedé dormido pero que ya salgo para allá. S. sólo suspira del otro lado de la línea, y, para tranquilizarla, le digo que ese sweater rojo que lleva puesto hoy realmente le sienta muy bien.

lunes, abril 18, 2005

Elegido

Desde el principio de su adolescencia Sebastián soñó con tener aquella guitarra. Una acústica. Siempre le gustó el sonido que despedían las vibraciones de las cuerdas viajando por el aire cuando la iba a probar al negocio de José del Carril; sentía aquellos momentos con la guitarra como algo mágico, sublime. En su hogar siempre faltó el dinero y sus padres nunca le pudieron dar el gusto de comprarle aquel instrumento. Todo se complicó aún mas con la muerte de su padre ya que Sebastián no tuvo más remedio que empezar a trabajar desde muy joven. Su madre había sido empleada doméstica durante muchos años de su vida, ahora le salían cada tanto algunos trabajos por horas limpiando algunas casas del barrio y con lo que sacaba con ellos sumado a la magra pensión de su difunto marido casi siempre el dinero resultaba ser el justo para llegar a fin de mes.

Sebastián se levantó aquella mañana y encontró a su madre encorvada sobre la tabla de planchar. Al verla así no pudo contener que se le escaparan un par de lágrimas. Se sorprendió de su reacción, no solían pasarle estas cosas, menos así por que sí, sin una razón aparente. Se secó rápidamente los ojos. Luego de darle los buenos días con un beso en la mejilla Ramona le extendió un pañuelo blanco todavía tibio. Era el pañuelo blanco que había sido de su padre, llevaba sus iniciales prolijamente bordadas a mano. Sebastián le sonrió al tomarlo y lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón de trabajo azul. Luego de tomar unos mates acompañados con un par de bizcochos de grasa salió para su trabajo despidiéndose de su madre con un beso en la frente. A salir su hijo de la casa, Ramona se puso a rezar. Aquel día se había levantado con los síntomas de la gripe y le pidió a Dios, que de mandarle alguna enfermedad, ella no tendría inconvenientes en aceptarla, pero que fuera una enfermedad para la cual las medicinas que la curaran no fueran muy costosas.

Como cada mañana Sebastián pasó por enfrente de la Casa de Música del Carril. Allí estaba ella, como siempre, dándole los buenos días reflejando sobre su brillante madera los primeros y todavía ténues rayos de sol. Un poco más tarde, y como siempre, saldría José del Carril a cubrir la vidriera de su negocio con una vieja lona color verde para proteger así a sus preciados instrumentos de una no muy probable insolación.

Hacía ya ocho años que Sebastián pasaba por allí y se detenía a verla cada mañana. El precio no variaba, siempre eran mil pesos. En una ciudad pequeña como aquella no parecía haber ningún interesado en gastar mil pesos en aquella guitarra y Sebastían ya casi llegaba a aquel monto con lo poco que podía ahorrar por mes. Llevaba ahorrando ya casi 6 años.

Día de paga en el trabajo. Sebastián trabajaba como changarín en el mercado local. Para esa noche quedó con su amigo Raúl, otro factotum, otra bestia de carga igual que él, para salir como hacían casi todos los días de paga. Pero en aquel día de paga había otro motivo para celebrar, ya que Sebastián finalmente llegaba a juntar el dinero que costaba aquella guitarra.

La pequeña discoteca bailable era el punto de encuentro de ambos compañeros para "tomar algún trago" y "ver mujeres". Tanto Sebastián como Raúl cumplían con ambas premisas: tomaban algún que otro trago y veían mujeres. Veían mujeres. Sólo se podían limitar a ver, dado que entre la concurrencia ellos eran los últimos dos hombres en ser notados por los especímenes femeninos que frecuentaban el lugar. Como en toda ciudad chica con un único lugar donde poder salir todos se juntaban allí. No había distinción de clases ni de ingresos para poder entrar al lugar, pero la había a la hora de interactuar con alguien ya dentro.

Sebastián ansiaba siempre la noche de salida pero una vez dentro del lugar se sentía como el último orejón del tarro, sabía que ninguna mujer repararía en él y que nunca lo harían, siempre habría para ellas algún otro partido mejor. Ya tarde en aquella madrugada, al salir de aquel lugar, habiendo tomado y habiendo visto, Sebastián se dirigió caminando, como siempre, de vuelta a su casa silbando bajito.

El Lunes por la mañana, al dirigirse al trabajo, notó que del Carril ya había puesto la lona cubriendo la vidiriera de su local. Sebastián encontró extraño aquel movimiento y asomándose a la vidirera notó que en el escaparate no había ningún instrumento a la vista. Dirigió su vista hacia dentro del negocio, allí lo vió a del Carril extendiendo los instrumentos en el piso del local y tomando notas en un papel. Sebastián todavía embebido en su sopor matutino no entendió nada y enfiló hacia su trabajo.

Al llegar al mercado Raúl ya lo estaba esperando con la primer ronda del mate. "¿Te enteraste las noticias?", le preguntó. "No", contestó Sebastián, "¿Y ahora qué pasó?". "Tomá y leé", le dijo Raúl. El matutino diario titulaba: "El país entró nuevamente en default, el dólar llegó a los $3,50". Así como así, sin previo aviso, como ocurría siempre en aquel país. Sebastián apartó el diario de su vista y se resignó a pensar en que vendrían tiempos difíciles.

Al terminar la jornada se dirigió a su casa. Le comentó a su madre lo que había leído en el periódico aquella mañana. Tanto ella como él no entendían mucho sobre el tema y en la simpleza de su razonamiento se limitaron a pensar en la suba de los precios de los alimentos. Sebastián le comentó además sobre la guitarra, ya que finalmente y con parte de la paga de aquel mes había llegado a juntar los mil pesos. La madre se alegró sobremanera y le dijo que la comprara, que ya verían después como se arreglarían ese mes. Luego de pensarlo poco e ilusionarse mucho Sebastián salió disparado con el dinero juntado hacia el local de José del Carril mientras que Ramona le gritaba que fuera despacio. Al verlo alejarse en la cuadra, Ramona rompió a llorar de felicidad por su hijo.

Cuando Sebastián llegó al negocio se sintió aliviado al ver nuevamente todos los instrumentos expuestos otra vez en la vidiriera, y junto con ellos, la preciada guitarra. Pero algo había cambiado en la escena, el papel que colgaba del clavijero del ansiado instrumento ahora tenía escrito "$3000". Un principio de nudo se había empezado a formar en el estómago de Sebastián. Pensó en entrar y preguntar qué había pasado, pero al instante decidió que no. Con el tiempo entendería qué había ocurrido y qué significaba una devaluación, también aprendería que en aquel país hasta los sueños de uno siempre se terminaban devaluando de tanto en tanto.

Sebastián se alejó de la vidriera y caminó hasta la mitad de la vereda donde se detuvo. Miró hacia arriba. Un atardecer hermoso estallaba desde un cielo diáfano. Con la simplicidad y sabiduría del que nada sabe pero todo comprende y acepta, Sebastián no se entristeció, supo que en realidad no había razón para sentirse triste. Siguió mirando al cielo y sonrió, puso sus manos sobre su estómago y notó cómo el nudo se deshacía y, en ese preciso momento, ya sumadas de antemano todas las acciones destinadas que realizaría en el resto de su vida, se convirtió en un elegido.

martes, abril 12, 2005

Dream wishlist

Soñé que tu hijo te miraba como el héroe que ya eras. En esos momentos, en el patio de tu casa, bajo el sol del Domingo por la mañana, jugando con él, nada más importaba. El ejemplo, siempre el ejemplo para cambiar las cosas, comenzando por nosotros mismos desde adentro, sin importarnos cómo se muevan los demás; ya que tal vez algunos de nosotros empezamos a transitar el camino, pero tu hijo, él seguro lo terminará.

Soñé que navegabas las aguas del Atlántico, hacia el sur, siempre hacia el sur. El sur que no cesa de llamar, el límpido llamado del sur te atraería. Tal vez ese fuera el tiempo en que te encontrarías a vos misma, para pensar en qué hacer, dado que en esta vida no todo es trabajo ni supuestos paradigmas impuestos a seguir.

Soñé que estabas en esa isla que tanto te gusta, tu isla. El fiel amigo, inseparable, tomaba el tibio sol de Abril recostado a tu lado sobre la blanca arena. Claro, las dudas llegaban solas, en esa cabecita que no para de pensar en los "qué sería si...". Tal vez ya fuera el tiempo en que le dijeras que sí.

Soñé que en la conferencia dabas la mejor exposición de tu vida, ese día te inundaba una alegría que no sabías de donde venía, de la ciencia no era. Pero era que las cosas estaban por cambiar, ya era tiempo. A la salida, con sólo decirte "Hola" él iluminaría tu alma. Las cortinas de las ventanas se descorrerían de golpe, los rayos del sol abrazarían nuevamente tu alma.

Soñé que al tropezar de vuelta con el amor, tu vida te llevaría nuevamente a dar unas vueltas en aquella vieja montaña rusa que recorriste alguna vez hace algún tiempo. Claro, la primera vez que va en serio la cosa da un poco de vértigo, pero después que fascinante resulta ser cada vuelta, cada viaje.

Soñé que encontrabas la Verdad y que no era tarde para seguir viviendo. Las eternas preguntas dejarían de acosarte, ya que con la tranquilidad de los años por venir sabrías inconscientemente que finalmente lo entendías todo desde siempre.

Soñé que caminabas a mi lado, la luna llena iluminaba el camino, millones de piedritas de mica refulgían cual estrellas en la arena al borde del río. Por momentos el cielo y la tierra parecían revertidos. Nos recostábamos contra una piedra y en la tibieza de su abrigo nos dormíamos abrazados mirando el cielo.

Y soñé que todo cambiaba, siempre. Todo cambiaba para luego volver a ser todo igual, ya que el fluir del tiempo no es más que para que las cosas empiecen y terminen para luego volver a empezar y terminar una y otra vez en un ciclo que nunca acabará; finalmente mi sueño terminaba cuando todos aprendían el para qué.

Y mientras tanto el tiempo, el tiempo que es todo mío, para soñar.

martes, abril 05, 2005

Robo

Un ladrón se ha llevado todas las plantas de mi balcón, aquellas que me protegían contra las crudas visiones arrojadas por la ciudad. En realidad me ha hecho un favor, ya que ahora me duermo cobijado bajo los rayos de la luna y me despierto abrazado a cientos de rayos de sol.

lunes, abril 04, 2005

Ego

Y Jesús dijo:
"Sólo a través mio podreís llegar al Padre..."

Y ustedes, lectores, se preguntarán:
"¿Cómo llegar a conocer el estado trascendente último de deuxmachine?"

Bueno, lo mío es más mundano, más superficial, más... banal.

Para encontrarme, primero deberais buscar...

Buscador a usar: ar.yahoo.com
Palabras clave: "Como ser parte de chivas girl"
Posicionamiento del resultado: #1, alcanzaste el estado de deuxmachine.