miércoles, diciembre 27, 2006

Momentum

Cuando atravesé la puerta la vi de espaldas a mí, estaba concentrada mirando su reflejo en los cristales de la ventana. Llevaba puesta una remera blanca mangas cortas pegada al cuerpo. Noté en el espejo del vidrio como el contorno de sus pechos firmes se marcaban en la prenda.

Al percibir mi presencia trató de tomar un saco que tenía colgado en el respaldo de la silla, todo esto evitando darse vuelta para no tener que mirarme de frente. Rápido en reflejos puse mi mano sobre la suya impidiendo que levantara el fino abrigo de hilo, entonces me di cuenta que con su otro brazo libre todavía intentaba cubrirse a pesar de seguir dándome la espalda.

Le pedí que se volteara para mirarla de frente a los ojos. Se dio vuelta y cruzó los brazos sobre su pecho ocultando, vergonzosa, la redondez de su busto. Siempre advertí que, a diferencia de la mayoría de las mujeres del lugar, ella tenía una tendencia a esconder su cuerpo. Usualmente usaba ropa holgada como ser largas polleras o blusas sueltas, no es que eso me disgustara, todo lo contrario, me encantaba como se vestía precisamente por ser diferente a todas las demás.

La miré fijo. No pudo sostener mi mirada y bajó la suya hacia el suelo.

- Mirame a los ojos –le dije mientras tomaba una de sus muñecas intentando desatar el nudo de brazos que cubría su belleza– no tenés porqué tener vergüenza de mí, no sé cuál es tu problema pero dejame decirte, por más que mi visión no sea para nada imparcial dada las circunstancias de lo que me pasa con vos, que sos hermosa así como sos, sabelo, y que no tenés porqué ocultarte, mucho menos ante mí luego de todo lo que hemos pasado.

domingo, diciembre 03, 2006

Depósito de juguetes

Tocan al timbre de mi casa. Me asomo por el balcón. Los veo, son ellos que ya me pasan a buscar. Les hago señas que me esperen un minuto, que enseguida bajo. Yo no los busqué, ellos me encontraron, a eso se dedican me dijeron. Uno de los cuatro me dijo que la gente que lleva el alma teñida de color azul es fácil de localizar.

El propósito de su visita es llevarme a un lugar lejos de aquí, lejos de ella. Me juraron que jamás me traerían de vuelta. Me explicaron que mucha de la gente que desaparece a diario sin dejar rastro es debido a ellos, a su misión en este mundo, y que últimamente hay demasiada gente con el alma azul.

En el lugar al que me llevarán todo será distinto, prometieron. Allí ya no habrá melancolía ni soledad por lo que el alma de a poco recupera su color original, es decir ninguno, o mejor dicho, la combinación absoluta de todos los demás. Lo único que necesito llevar conmigo, aclararon, es una muda de ropa y una foto de ella.

Una foto de ella.

Elijo una entre todas. Esa sonrisa que me pierde. Ella que me pierde. Ella a la que no logro encontrar en nadie más.

- ¡Yo pensé que tu casa era un depósito de juguetes! –dijo con una frescura que tiñó aquel instante de inocencia, más allá de lo cómico de la suposición.

No pude evitar reírme en el momento en que me lo dijo, así como tampoco pude evitar la tristeza hoy de mañana al despertarme cuando me vino al recuerdo aquella, una de nuestras primeras charlas un día cualquiera en el camino de vuelta del trabajo.

Tardé en salir de la cama (es Domingo) y traté de que la tristeza que me provocó aquel recuerdo del depósito de juguetes se fuera rápidamente. Entré al baño, abrí el grifo del agua fría, me lavé la cara y miré el agua correr por el drenaje. Ayer un vecino me preguntaba si sabía exactamente hacia dónde iba el agua de las cañerías de mi casa. Ni la más pálida idea de lo que éste hombre me preguntaba. Todo lo que no entiendo viene de otros tiempos. A esta casa la levantó mi abuelo allá por 1920 y dudo que alguien por estos días conozca el sistema circulatorio que conforman las cañerías que corren dentro estas paredes, bajo estos pisos de lo que pronto estará por convertirse en un depósito de juguetes abandonado.

domingo, noviembre 19, 2006

Era yo

Los sueños que se repetían noche a noche y vos en cada uno de ellos. Casi no te conocí y te convertiste en cómplice de mis escapes fuera de esta realidad, si hasta fuiste dueña de la serenidad de mi sueño profundo así como de los nudos en mi estómago cada mañana al despertar.

Sentí que tenía la capacidad de hacerlo y lo hice. El no tenerte a mi lado me obligó: fue entonces que maté mi persona, disolví la esencia de mi ser y deseé transformarme en él. Se que cuando lo hice me sentiste morir, y es que al convertirme en él en realidad sólo estaba muriendo por vos.

Ahora despierto a tu lado y me doy cuenta que ya no soy el que solía ser, porque finalmente soy él. Recuerdo sin embargo que alguna vez fui otro, alguien que sintió por vos algo que éste que soy ya no siente.

Lo tristeza más profunda me embargó cuando me miraste y no me viste. Fue en ese instante, que de ahora en más se repetirá por siempre cada vez que te mire a los ojos, cuando caí en cuenta que el elegido nunca fue él sino que secretamente dentro de tu corazón siempre había sido yo, ese que alguna vez fui.

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Dedicado a Adrián y a su G.

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sábado, noviembre 04, 2006

Escribir la historia

"Más allá de todo y todos, creo que la historia quedará allí: yo entregándole esa carta, despidiéndome de ella con el último beso de la noche y dando media vuelta para dejarla allí con esa intriga en forma de papel dentro de su cartera. Por más que me resista y quiera que las cosas resulten de otra forma no volveré a escribir lo que sea que será entre nosotros, porque todo ya ha sido escrito.

Cuando la volví a ver lo primero que atiné a decirle fue: '¿Puedo mirarte a los ojos sin sentir vergüenza?' Como respuesta me devolvió una sonrisa de esas que me pierden pero igualmente ya no pude encontrarme a mi mismo en el reflejo de sus ojos."


(...)

miércoles, noviembre 01, 2006

Allí



Click en la imagen para ampliar.


Allí donde todo empezó.
Allí donde todo terminará.
Allí desde donde venís.
Allí hacia donde voy.
Allí donde la luz no tiene color.
Allí donde todos los colores se generan.
Allí donde nada es ilusión.
Allí en donde no te siento lejos.
Allí donde no somos dos.
Allí donde somos uno.

Subamos. ¿Venís?

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Anteayer al amanecer, 6.20 a.m., el sol salió radiante y me encontré con ese arcoiris frente a la ventana de mi cocina mientras desayunaba. A los diez minutos de tomar la fotografía cayó el aguacero y yo, mientras terminaba el café, seguía pensando en ella.
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jueves, octubre 26, 2006

Conseguiste...

...que el día en que lo besaste los ángeles lloraran.
...que al perdonarlo me condenaras.
...que tu sonrisa detuviera mi mundo.
...que la lluvia limpiara la arena.
...que la primavera se sienta como invierno.
...que te busque en todos lados.
...que te encuentre en los lugares más inesperados.
...que vuelva a comprar caramelos.

Y, por último, conseguiste...

...que quiera volver a buscarte en alguien más.

sábado, octubre 14, 2006

Preludio

No importa tanto el cuándo, el cómo o el dónde. Lo importante siempre es el por qué.

¿Por qué la conoció?

El fin permanece velado en el mapa del cielo de una ciudad al norte de la provincia. Hoy por hoy el plano cartográfico celeste no es más que un montón de puntos sin unir; estrellas separadas donde él deberá construir puentes: trazar uniones, armar links.

Las sensaciones raras en el estómago volvieron después de años en donde nada parecía importar, pero…

Apareció ella con su sonrisa desbordando simpatía, llenando el aire con la diafonía natural de su voz.

Nada más apareció ella para romper corazones, construir sueños dentro del gran sueño y así luego poderlos derrumbar.

Apareció ella para liarlo todo… Pero también apareció él para complicarle la vida a ella un poco más.

domingo, octubre 08, 2006

Iván y Víctor

Marta se despertó con un beso de su esposo, la correspondiente felicitación y su regalo de cumpleaños. También acompañaron su despertar esos pensamientos recurrentes que venía teniendo desde los 17 años, edad en la que intentó suicidarse por primera vez.

Luego que Jorge saliera hacia el trabajo le costó levantarse, pero tenía que hacerlo. Había muchas cosas por hacer, pero los malditos pensamientos recurrentes hoy se sentían más fuerte que de costumbre. Con ellos vinieron aparejados el miedo y la angustia, compañeros comunes de muchos de los pensamientos que tiene la gente. Miedo. El miedo a no saber utilizar el reproductor de mp3 que acababa de regalarle Jorge, a no saber qué tipo de torta comprar para la fiesta e incluso el miedo a no tener en claro qué corte de carne elegir en la carnicería para preparar el almuerzo.

Marta sintió que tenía que terminar con todos sus miedos ese mismo día. Sólo había una forma de hacerlo. Pero para esa forma había un impedimento, o mejor dicho, dos. Porque, ¿qué pasaría con sus hijos? ¿Cómo podía ser capaz de dejarlos solos en esta vida? ¿Qué clase de madre era ella? La idea entonces fue perfilándose, tenía que llevárselos consigo. Ellos eran su “responsabilidad”, sin duda. La idea entonces cerró. Tenían que irse los tres.

Había leído por ahí que morir desangrado no era tan traumático, uno simplemente se abre las venas y de a poco va cayendo en los brazos de Morfeo pero para no volver a despertar jamás. No. No podía imaginar a sus hijos yaciendo en un charco de sangre. La primera imagen que disparó entonces su mente fue la del puente. Los tres abrazados perdiéndose en el vacío. Estuvo a punto de decidirse cuando la siguiente imagen surgió de un artículo que había leído en una revista de medicina pediátrica allá lejos y hace tiempo, cuando había quedado embarazada del primero. Las bañeras. Un peligro que acechaba a los padres inexpertos y descuidados.

Se decidió por ese método y ahogó a sus hijos de a uno. Empezó por el menor.

Seguidamente llamó a la policía, denunciando “el asesinato” por parte de ella de misma de sus propios hijos. El agente de la guardia civil no supo cómo reaccionar ante tales palabras y terminó en un estado de shock producto de los nervios que ni siquiera Marta tenía en esos momentos.

- Hola Jorge –dijo como si nada.
- Amor, decime.
- Guardá todos los tickets de los peajes desde que salgas del trabajo.
- ¿Cómo?
- Sólo hacelo. Cuando llegues no me vas a encontrar, ni a Iván ni a Víctor. O sea, a ver, nos vas a encontrar, sólo que no te asustes.
- ¿Marta estás bien? ¿Qué pasa?
- Guardá todos los tickets del peaje por favor -dijo cortando la comunicación.

Listo. Su “precisión y coraje” ahora habrían de sacar de la mira de los investigadores a Jorge, siempre y cuando éste guardara los tickets del peaje.

Séptimo piso. Vista interna. Salto al vacío.

Marta aterrizaría justo en el patio interno de la planta baja donde viven sus padres, donde minutos antes había estado hablando de cosas cotidianas y sin importancia junto a ellos.

El plan pareció cerrar salvo por el detalle que Marta aterrizó viva en el patio del apartamento de sus padres.

Los planes de Dios son inescrutables. El balance parece mantenerse. Una vida de sufrimiento recordando pareciera ser una consecuencia más justa que la peor reencarnación en el cuerpo de una cucaracha.

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Ficción basada en un hecho real tomado de
este post del blog de Barbarita.
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martes, octubre 03, 2006

Crónicas de arena

28/09
La ciudad llora arena, meses sin llover.

29/09
Día ventoso. Hoy estuvieron repavimentando tu calle, más arena.

30/09
Dos granos de arena que chocan, revolotean juntos un rato por el aire (y nunca mejor dicho: "en el aire") para luego seguir.
¿Pueden continuar su rumbo como si nada?
¿O el hecho de haberse tocado ya de por sí les imprime una nueva inercia a sus existencias?
La física no puede contestarme porque no puede definir lo que es el amor.

1/10
Cada sueño con vos, un grano de arena.
Mi almohada últimamente, un arenal.

sábado, septiembre 30, 2006

Usuaria

Ella, sin saberlo, ve y acaricia bytes míos todos los días.

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Dedicado a A.
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miércoles, septiembre 13, 2006

Lágrimas

La noche anterior se había acostado sabiendo que no iba a poder dormir. Decidió encontrarse a Sí mismo y permanecer siendo Uno con la Base hasta que amaneciera. Antes de detener la mente pensó en todo una vez más, fue cuando sintió un cierta ¿tristeza? ¿desilusión? Ahora bien: ¿Por qué sentirse así? Después de todo era el ciclo que volvía a cerrarse una vez más, como ya había ocurrido antes, como volvería a ocurrir nuevamente en un futuro. “¿Pero hasta cuándo?”, le había preguntado Cristian en una charla en la oficina unos días atrás. “Hasta que nos lleguemos a dar cuenta de para qué estamos acá”, fue la respuesta, críptica para unos, mística para otros.

Amaneció y el primer rayo de sol se posó sobre su frente. Abrió sus ojos y se dirigió a la sierra chica en las afueras de la ciudad, siempre le había gustado la vista que ésta le ofrecía del mar. Y allí mismo fue que, sin saber cómo ni por qué, empezó a llorar.

Lloró por un asesinato y
lloró por todas las guerras.
Lloró por la opulencia y
lloró por cada ser que moría de hambre en el mundo.
Lloró por la felicidad y
lloró por cada ser sufriente.
Lloró por todos los que se sienten amados y
lloró por cada ser despreciado.
Lloró por todo amor incondicional y
lloró por cada amor enfermizo.
Lloró por los que llegaron a conocerse a Sí mismos y
lloró por los ignorantes.
Lloró por lo Real y
lloró por cada ilusión.
Lloró por todo lo que fue y
lloró por todo lo que pudo haber sido.
Lloró por todo y por todos.

Cuando la primer lágrima llegó al océano, éste lo acompañó con el primer maremoto. Y es que en realidad el agua ya no era del mar, eran sus lágrimas, y éstas empezaron a barrerlo con todo. Por su parte, y una vez que ascendió, el cielo lo recibió cubriéndose con espesas nubes negras y ahora eran sus lágrimas en forma de lluvia las que arrasaban con el resto de lo que osó quedar en pie.

sábado, septiembre 02, 2006

Mención de honor

Por el relato anterior que presenté a concurso el mes pasado en el blog "Las Historias" del escritor mexicano Alberto Chimal he recibido por parte del mismo una mención de honor que me pone muy contento. La verdad es que además me siento sorprendido ya que fue un texto rápido elaborado en menos de 20 minutos y que partió de un error visual bastante "considerable" :)

Desde este humilde espacio agradezco nuevamente a Alberto por la mención.

domingo, agosto 20, 2006

Noruega



Eric y Andrea sin nada mejor que hacer, idos.


Les dejo aquí un relato que presenté en un concurso mensual que realiza el escritor mexicano Alberto Chimal en su blog "Las Historias". El concurso consiste en crear una pequeña historia, relato corto o mini-ficción basado en una fotografía, este mes la imagen seleccionada por Alberto es la que ven arriba.

He aquí mi humilde aporte, "Noruega". Que lo disfruten.


Segundos antes de perder la conciencia Bjorn sintió la misma sensación de somnolencia que solía atacarlo en el módulo de Álgebra, que por decisión de algún bastardo de la planificación escolar de aquel año solían ser generalmente las primeras horas de la mañana, justo cuando uno todavía no terminaba de despertarse. Varias veces se había dado de violentos cabezazos contra Stefan, compañero de banco y amigo, para despertarse sobresaltado y tratar de volver a prestar atención a lo que decía la profesora y a esos jeroglíficos matemáticos que ésta escribía en el pizarrón. Claro que ahora no estaba dándose de cabezazos, simplemente retozaba en el hombro de su amigo.

"En Noruega nunca pasa nada", le había dicho Stefan tres días antes. Así había surgido la charla que desembocó en todo esto. La misma tuvo lugar en la casa de Bjorn.

- ¿Será que la vida en un país organizado es siempre así de aburrida? -inquirió Bjorn ante la afirmación anterior de Stefan.
- La verdad es que no lo se, sólo se que aquí no hay acción. Definitivamente no es como en otros lugares, como ser Norteamérica o Sudamérica, allí hay acción, saben como divertirse.
- ¿Crees que nuestros padres llevan una vida divertida?
- No lo creo. Y es allí hacia donde vamos. Terminar el colegio, empezar la universidad, conseguir un trabajo, comprar un auto, casarnos, casa, hipoteca, pagar cuentas, comprar cosas, tener hijos, nietos y luego la muerte.

Ahora la cabeza le había comenzado a doler, pero el sueño, esa sensación de un constante irse predominaba. Miró de reojo a Stefan, éste ya parecía ido.

- No creo que ese sea el sentido de la vida -concluyó Stefan.
- ¿Qué hacer entonces? -preguntó Bjorn.
- No lo sé. Naveguemos por internet mientras tanto.
- Ok -respondió Bjorn.
- Dime una palabra -dijo Stefan.
- Japón -respondió Bjorn.

http://www.google.com - Búsqueda ingresada: "Japón" - Botón presionado: "¡Voy a tener suerte!"

- Ja! -soltó de pronto Stefan- mira donde hemos caído.
- El jodido Google parece querer definir nuestros destinos -dijo Bjorn.
- O eso parece al menos.

Luego de navegar la web destinada decidieron poner el plan en acción, así porque sí.

- Avisémosle a Eric y a Andrea -dijo entusiasmado Bjorn.
- Escríbeles un mail luego, no tengo ganas de verlos ahora -respondió Stefan.

Y como una cosa lleva a la otra finalmente aquí estamos.

- ¿En qué andan muchachos? -les preguntó el padre de Bjorn.
- En nada papá -respondió Bjorn escondiendo las llaves de la cabaña de fin de semana en uno de los 8 bolsillos de su pantalón cargo.
- ¿Hacen algo hoy? -les volvió a inquirir.
- No lo creo -respondió ahora Stefan- en este país nunca hay nada para hacer. No hay acción.

El padre de Bjorn no le prestó mayor atención a la respuesta aunque esbozó una sonrisa por la ocurrencia del muchacho. Siguió echado en el sofá mirando el fútbol con su cerveza en mano.

Stefan recibe un SMS en su móvil.

- Llegarán allá en 30 minutos, tendremos que apurarnos, tú ya tienes las llaves ¿no?, tenemos que preparar el lugar.
- No perdamos tiempo entonces.

Llegaron. Prepararon el lugar, lo de "preparar" no era más que chequear que la conexión de gas de la cabaña estuviera funcional. Al rato llegaron por fin Eric y Andrea.

- ¿Están seguros de querer hacerlo? -les preguntó Bjorn.
- Seguro, no tenemos nada que hacer -respondió Eric no sin antes buscar un gesto de complicidad en la cara de Andrea.
- Bueno, que así sea entonces -dijo Stefan abriendo una de las llaves de gas de la cocina.

Los muchachos pensaron que los encontrarían dormidos plácidamente en un par de días pero esto no fue tan así. Al arrancar el termostato del refrigerador el chispazo eléctrico hizo que la jodida cabaña de fin de semana volara por los aires.

Restos de madera chamuscada adornaron un bonito fiordo noruego aquel fin de semana. Los turistas no se lo podían creer, después decían que en Noruega nunca pasaba nada.


Nota: Google decidió que la suerte de Stefan y Bjorn era
esta.

sábado, agosto 19, 2006

Segundo año



Happy birthday Mr. Blog, happy birthday to you...


Segundo año. Se que últimamente tengo medio abandonado este lugar, son los tiempos que corren (y que parecen no dejar de correr). Espero vuelvan la inspiración y algunas ratos libres como para seguir regalándoles algunas letras.

Nuevamente muchas gracias a todos los que pasaron por acá a lo largo de estos dos años, tanto a los esporádicos como a los de siempre; porque deuxmachine es en gran medida gracias a todos ustedes, por eso hoy Marilyn vuelve a cortar la torta por segunda vez.

Salutes

lunes, julio 10, 2006

Los Otros

«Sin duda, cada vez los están entrenando mejor». Este fue el último pensamiento que cruzó por su mente antes de hacerse uno con lo Absoluto.

Ahora en cuanto a Francisco, que había sido su compañero de oficina, pocas cosas lo hubieran delatado de entrada. Esto, claro está, mirándolo en retrospectiva una vez que hubo pasado todo, ya que Francisco era una persona tranquila y de perfil bajo, colaborador como pocos y que nunca se quejaba por nada. Estas cualidades hicieron que él le fuera brindando gradualmente su confianza, incluso era uno de los pocos con los que hablaba de otros temas que no fueran estrictamente laborales. En más de una ocasión habían compartido las denominadas cenas corporativas con gente de los otros departamentos de la empresa y así fueron poco a poco creando la base de una amistad.

Tal vez fuera porque Francisco no pudo soportar la presión de cumplir con su misión lo antes posible lo que hizo que de a poco fuera descuidándose. Así fue que él empezó a percibir ciertos cambios en la conducta de su compañero. Ocurrió de pronto que, cada vez que Francisco pasaba a su lado, sentía escalofríos. Eso empezó a hacerlo sospechar. «¿Y si Francisco fuera alguien de los Otros?» «No, no puede ser» -se preguntaba y respondía a sí mismo tratando de convencerse. Es que no, no podía ser, no una vez que por fin había dado con alguien al que poder llamar amigo. Pero rápidamente se desilusionó y fue una noche en el estacionamiento subterráneo del complejo de oficinas cuando percibió una vez más ese escalofrío mortal que tantas otras veces había sentido en el pasado cada vez que alguien de los Otros había intentado tomar su vida. “No nos podrán detener, nuestro es el destino”, alcanzó a decir Francisco ya con la daga en la mano, porque esa frase era el latiguillo que usaban siempre antes de proceder. Claro que él fue más rápido y ahora era Francisco el que yacía sobre el húmedo piso del estacionamiento empapado en sangre. Alguien más de los Otros que lo intentaba, alguien más que fallaba.

Él llegó a su casa con una sensación de pesadez y total desesperanza. Se miró en el espejo del estar y vio como el brillo de sus ojos, característica que lo diferenciaba de los demás y de los Otros, de a poco iba desapareciendo. ¿En qué mundo le había tocado vivir? Sabía cuál era su misión así como sabía que el balance era lo que realmente importaba, lo que él debía mantener para de a poco ir mejorando las cosas. Pero sin duda que todo se le hacía más complicado, en la soledad en que transcurrían sus días era cada vez más difícil poder vislumbrar la luz al final del oscuro camino. Todo esto fue hasta que la conoció a ella.

Ella apareció en su vida de casualidad, mudándose junto a su unidad habitacional en el complejo residencial en el que la empresa lo había ubicado. Todo empezó en el elevador cuando ella le hizo notar que llevaba la corbata manchada con pasta dental. Y fue una sonrisa primero, un saludo amable cada día y, por sobre todo, ese brillo en los ojos que la distinguía de los demás lo que lo llevó a perder su cabeza.

Y así fue como de a poco fueron entablando charlas más extensivas a un simple saludo. Luego llegaría una invitación formal a cenar. Y así siguió el ritmo de las cosas casi por decantación hasta esa noche en que a luz de la luna él le soltó el primer «Te amo». Comprobó así que lo que le habían inculcado en lo profundo de su alma antes de enviarlo hasta aquí era verdad: El amor era la luz que no sólo se encontraba al final del camino, sino que, de vez en cuando, se la podía hallar en los ojos de alguien más en cualquier punto del viaje.

Fue así como todo se hizo más soportable, las dudas se fueron disipando de a poco y se dio cuenta de que algunas de ellas en realidad hasta carecían de sentido. Con ella a su lado todo cobró un nuevo color, seguiría con su misión de mantener el balance, seguiría liándose con los demás y seguiría encontrándose con los Otros, pero tendría a su lado una compañía, la energía del amor que lo ayudaría a ver las cosas como realmente eran.

Ocurrió una noche después de cenar, mientras ambos estaban desnudos abrazados en el balcón contemplando las estrellas y aspirando el todavía fresco aire anterior al comienzo del verano. Él le preguntó sobre el brillo en sus ojos porque rara era la vez en que podían encontrarse dos iguales con ese brillo, y básicamente fue eso lo que lo llevó a hacerle esa pregunta. Ella, primero sonriendo, sólo atinó a besarlo para luego llevarlo de la mano de vuelta hacia el cuarto en donde se perderían una vez más el uno con en el otro dentro las satinadas sábanas.

El dolor en el estómago lo sintió frío y punzante. Todavía entre sueños intentó incorporarse pero todo fue fútil. La blanquecina luz de la luna que se colaba por entre las cortinas le ayudó a ver el color oscuro de aquello que fluía de sus entrañas. Ella estaba allí, encima de él, empuñando la daga ya teñida de rojo. Lo miró en su desconcierto y de a poco se fue tornando hacia su cara para besar su frente, luego se acercó lentamente a su oído derecho y le susurró esas palabras antes oídas pero que ahora escucharía por última vez: “Nuestro es el destino, no nos podrán detener”. Él la miró por última vez pero fue en vano, ella ya no tenía aquel brillo en sus ojos.

jueves, junio 22, 2006

Onírico

Todo el mundo tiene sueños. La gente que conozco tiene sueños. Están quienes sueñan con ser escritores, locutores, grandes profesionales en sus áreas. Están los que sueñan un amor para toda la vida y los que sólo añoran tener hijos. Hay quienes sueñan con una casa y otros que tan sólo quieren mudarse a un barrio mejor.

Y cuan quijotescas pueden llegar a ser estas cosas, porque los "sueños" no son más que simples aspiraciones que tienen las personas para rellenar o dar sentido a sus vidas. Claro, no se las llama así tan sencillamente: "aspiraciones", no, se las llama de un modo más romántico pero a la vez ilusorio: "Sueños".

Lo paradójico del caso es que para soñar hace falta estar dormido y yo con lo único que sueño cada vez con más frecuencia es con poder despertar.

martes, junio 20, 2006

Fairy (Microrelato)

- Bueno, hada de los sueños, no se qué hacer.
- Decídete por la que sonría más.

sábado, junio 17, 2006

Música

Búscalo allí, dentro de la superposición de sonidos distorsionados de guitarras y bajo, porque muy dentro de esas densas paredes de ondas sonoras, ruidosas aunque con una armonía claramente detectable para el oído entrenado, se encuentra escondido el mensaje que narra la historia completa de toda la creación.

Si te dejas llevar, cerrando los ojos, y escuchando atentamente, descubirás cómo fue que se inició todo; un código divino yace oculto en esas ondas de sonido, que después de todo no son más que una abstracción físico-matemática, otra de las tantas formas en las que se expresa Dios en este plano.

La primera vez que caí en cuenta de todo esto mi mente se quedó en blanco e inmediatamente me encontré envuelto en una paz indescriptible, más oía la música y menos me lo terminaba de creer, pero así era. El escuchar atentamente me llevó luego a visualizar las fuerzas de la naturaleza dando origen a las distintas formas de vida. Alternando en el ritmo de la música, cuando lento, veía organismos detenidos en un estado de latencia, y cuando éste se aceleraba, los veía ya luchando unos contra otros; mientras que el repiqueteo constante de los tambores de una batería marcaban la cadencia de una sinfonía de corazones latiendo para mantener con vida a todas estas criaturas.

Entre los contrapuntos marcados pude verlas creándose, matándose y alimentándose unas de otras, y es que ya no había tragedia en nada de ello, sólo se estaba ejecutando una partitura orquestada a la perfección, mientras que todo el resto, incluida la humanidad, vibraba entre notas disonantes hacia un final anunciado, una vez más.


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El tema que sirvió de inspiración al post se llama "Mogwai fear Satan", de la excelente banda escocesa Mogwai. Lo pueden encontrar en el disco "Young Team" (1997). Lo sé, la canción es un tema instrumental que dura 16 minutos y tarda en cargar, pero en todo ese tiempo por momentos los elevará varias veces al cielo para luego volverlos a revolcar en la tierra una y otra vez.
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sábado, junio 10, 2006

El mar de la soledad

"Sé que el tiempo nos dejará más lejos, nos marcará el destino la única dirección de las olas, un choque sostenido del agua contra el malecón. No volveremos a sentir nuestros cuerpos temblar sobre el colchón, las caricias se mecerán solas y las caderas se condenarán sumergidas.

En la profundidad del destino, tu piel será la finísima arena blanca que pisamos un día en un sueño y tus manos llenas de corales rojos creerán sujetarme la cintura. Mientras te espero, me peinaré el cabello con conchas de nácar, me desnudaré para ti tantas veces que desaparecerá mi figura al acercarse al agua; cuando la primera ola me llegue, y el agua me empape, sabré que la mandaste tú. Porque también estoy hecha de finísima arena blanca, porque mis labios son salados, porque mis manos son tus manos, y en ellas anidan los peces.

Hoy sé que el tiempo nos dejará mucho más lejos, cada día más; y el destino nos marcará la única dirección de las olas, esas olas que se acercan de vez en cuando. Y aquel choque sostenido del agua, en esta noche frente al malecón, me acercará más a ti. Ese choque me recordará tu nombre, y hoy, en mi soledad, el mar me acompañará."


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El texto en cursiva y entrecomillado que ven arriba no es mío, o por lo menos no está escrito por mi, aunque sí inspirado en algo que alguna vez fluyó desde mi. Y es justo ahí cuando me surge siempre la pregunta: ¿Somos nosotros hacedores de nuestras obras? ¿O será que nosotros sólo somos una mera herramienta operada por una fuerza inspiradora superior? En más de una oportunidad le he comentado a amigos, muchos de ellos lectores de deuxmachine, que hay veces que no reconozco cosas que he escrito como mías, como que hay algo que en ese momento te posee y te hace fluir esos escritos que luego cuando los ves en el tiempo no los reconocés como propios.

En los vedas hindúes, tanto como en textos sufíes, budistas o taoístas, he leído infinidad de veces que nosotros no debemos considerarnos hacedores de nada de lo que hacemos, así como tampoco deberíamos de perseguir un fin material o de reconocimiento al encarar una obra. De esta forma de trabajar desapegadamente siempre surgirán las cosas más útiles y hemosas, sin excepción, así lo afirman decenas de estos milenarios textos que tienen tanto en común entre ellos (uno se sorprende al leerlos y darse cuenta de ello). Y realmente creo que hay mucho de verdad (por no decir todo) allí en todo eso.

El texto de arriba es de
Carol, más conocida por estos lares como la pequeña Malevolia. El relato surgió de una canción mía que fluyó de esa misma forma en que les comentaba en el párrafo anterior me habían surgido algunos textos. Y creo en lo particular que ese hermoso texto, uno de los mejores que he leído de Carol, fluyó de ella de similar manera.

Entonces es así que me pregunto: ¿Dónde empieza y termina lo mío? ¿Dónde es que empieza y termina lo de Carol en todo esto? Creo que no hay principio o final, esto es tanto de los dos como lo es de todos. Yo me inspiré en alguien y en una sensación al componer la canción y las notas fluyeron solas de mi guitarra, Carol se inspiró en la canción y en un sentimiento para que de igual forma fluyeran esas palabras que leen arriba.


¿Es que a acaso no lo podemos ver? No hay límites fijados, no hay fronteras de donde empieza lo mío y termina lo tuyo, porque simplemente no hay mío o tuyo, es la combinación de todos y todo lo que nos hace obrar, producir y crear todo lo que sale de nosotros. El no ver nada como propio nos hace grandes, y es cuando nos damos cuenta de que no hay yo solo ni mío, sino nosotros como uno, siendo todo nuestro.

Pueden escuchar la canción con el sublime relato en la voz de Carol haciendo click en el botón "Play" aquí abajo. Que lo disfuten.



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martes, mayo 30, 2006

Haikus

Anatman

Niños que luego
serán más cadáveres,
impermanencia.


Fall

Los corazones
yacen ya secos con las
hojas caídas.


Absoluto

Incondicional
el amor prometido,
misterio por comprobar.


El final de Maya

Vernos a todos
confluir en el todo;
no más ilusión.


Océano

Mar de conciencias
sobrevuelo a través.
Sé que soy Eso.

jueves, mayo 25, 2006

Down under

A veces me pregunto si soy el único o a más personas les ocurre lo mismo que a mi. Pasa que, como alguna vez te dije, creo haber perdido ya toda capacidad de enojarme, yo no puedo intentar imponer mi punto de vista sobre el tuyo forzándote, la mayoría ha hecho eso con vos pero yo no puedo, y eso no significa que no me importes.

La verdad es que ya no puedo discutir con vos sin luego sentirme muy mal por pensar en que lo que pude haber dicho te puede haber hecho mal aunque sea en lo más mínimo. No soporto ver que te sientas mal. Es por eso que trato de conciliarlo y solucionarlo todo, intento meterme dentro tuyo, porque sé de alguna extraña forma que yo soy vos, y es entonces cuando trato de comprender qué te pasa, para luego, si puedo, tratar de hacerte ver mi punto de vista. Pero vos te encerrás, te resistís a esto, querés quedarte con tu visión de los problemas, porque para vos ya no hay nadie que te entienda, y claro, mucho menos yo.

Ultimamente siento que ya casi nadie en el mundo escucha, todos quieren ganar, hablar ellos y quedarse con la última palabra. Y yo cedo, ya no puedo discutir, pelear, es todo tan tonto, tan absurdo. Todo el mundo se toma las cosas muy a pecho, agravan las situaciones más de lo que son, se pierden en problemas que les parecen insolucionables y yo que ya no veo fatalismo en nada de lo que sucede, sólo veo mentes construyendo prisiones de las que luego no pueden escapar.

El otoño empieza a enfriarse más de la cuenta, así como vos y yo. Ya no me enojo, sólo me ataca una tristeza que no sé como sacarla de mi cada vez que te veo caer y hacerte mal. Y sé que mi tristeza será mayor cuando decida alejarme definitivamente, aunque tal vez esto, a la larga termine siendo lo mejor.

lunes, mayo 22, 2006

Geografía de un engaño

Bernardo camina calle abajo. Acaba de verla y va abstraído en sus pensamientos. Todavía permanece envuelto en el halo de su perfume, ese perfume que lo hechizó y le forzó a recorrer la geografía de sus curvas, que lo hizo desviarse del camino que seguía.

"Con el tiempo ella ha ido dibujando un borrador, una especie de boceto del mapa de mi alma. Así como otras que pasaron sé que cree conocerme como nadie, pero conocer un borrador no es lo mismo que guiarse con el modelo final del mapa terminado, ya que sólo en éste último figuran detallados todos los caminos que soy capaz de tomar, los recovecos en los cuales puedo ocultarme."

"Sé por eso mismo que cuando llegue a casa y le confiese lo ocurrido, el camino que decidí tomar, su primer sensación será la de sorpresa, luego pasará a un estadío de enojo para terminar por último sumida en una gran decepción. Y es que nadie termina de conocer completamente al otro, sólo nos guiamos con vagos bosquejos de los mapas de sus almas."

miércoles, mayo 10, 2006

Factor X

De chicos rara vez tocábamos el tema más allá de que siempre nos reconocíamos al vernos. Era fácil identificarnos entre los que habíamos pasado por la misma experiencia, lo sentíamos simplemente con sólo mirarnos, un destello en los ojos y una percepción mutua de sabernos especiales sin saber exactamente por qué.

Recuerdo cuando mi madre me llevó por primera vez al edificio donde todo comenzó. Era una torre de concreto que contaba doce pisos. Ya dentro el mobiliario era de un estilo funcional, claramente característico de principios de los ochenta, muy moderno para la época, o eso por lo menos es lo que me sugieren las pocas imágenes que todavía conservo en mi mente sobre aquel lugar. En esos años un edificio con esas características en una ciudad tan chica como la mía era algo que llamaba la atención, claro que nadie se molestó por indagar más sobre qué era exactamente lo que funcionaba allí.

Yo tendría uno seis años por aquel entonces. Recuerdo que entramos, pasamos el lobby y mi madre que empezó a hablar con una mujer que estaba sentada tras un escritorio de vidrio. Esperamos un rato hasta que nos llamaron. Un hombre con unos ojos grises que jamás olvidaré saludó afectivamente a mamá, parecía conocerla de algún lugar. Recuerdo patente el color de sus ojos por la simple razón de que nunca en mi vida vi a alguien con esa coloración de ojos, eran de un profundo color gris plata.

El hombre posó una de sus palmas sobre mi cabeza y me sonrió. Seguidamente pasamos los tres por un pasillo estrecho y muy iluminado hasta llegar a lo que parecía ser un elevador. Ambas puertas metálicas, de un aséptico y pulcro acero platinado, se abrieron automáticamente. Dentro del cubículo no había comandos, sólo el espacio fuertemente iluminado por unas luces fluorescentes en la parte superior. El hombre me hizo un gesto como para que entre y yo entré. Me dijo que se quedaría allí con mi madre sólo unos instantes, que no me asustara, que no había nada que temer. Al cerrarse de nuevo las puertas sentí como un ruido a máquinas, algo similar al sonido que producen los aparatos que toman tomografías computadas cuando escanean a un paciente. Instantes después sentí un mareo muy fuerte aunque no lo suficiente fuerte como para que perdiera el equilibrio y cayera, aunque casi. Eso fue todo.

Alguna que otra vez en el colegio, y siempre entre los que nos reconocíamos, charlábamos del tema pero invariablemente nos quedábamos con más interrogantes que respuestas. Martín, Pablo, Sebastián y yo. En el instituto de inglés nos reconocimos con Claudio y Marcelino. Todos habíamos nacido en 1975 por lo que teníamos la misma edad, esa coincidencia parecía ser lo único en común entre nosotros, eso y el hecho de haber estado con nuestras madres en el edificio aquel.

Desde el momento en que se nos sometió a esa extraña experiencia cada tanto pasábamos en grupo frente al lugar y mirábamos disimuladamente en dirección a la entrada más allá que los vidrios polarizados de dorado siempre nos impidieron ver qué ocurría allí dentro. Con el tiempo, al ir creciendo, de a poco me fui animando a pasar solo por allí. Siempre observé y sentí lo mismo: aquel portal y los vidrios polarizados, las mismas dudas y siempre esa extraña sensación en el estómago que me impedía acercarme demasiado. Todo esto hasta la semana pasada, cuando al pasar por la entrada, un par de ojos grises llamaron mi atención.

Estaba algo más viejo pero lo reconocí en el acto. Hirschfeld dijo llamarse cuando se presentó, no hizo falta que me presentase, ya sabía quién era yo. Como hace años me invitó a pasar y pasé. Ya en el lobby de entrada y para mi sorpresa, luego de un largo tiempo sin ver a muchos de ellos, allí estaban Martín, Pablo, Sebastián, Claudio y Marcelino. Todos nos mirábamos con la misma cara de asombro y antes de poder siquiera empezar a hablar, Hirschfeld soltó una frase que captó de inmediato nuestra atención:

- Bueno, caballeros, creo que ha llegado la hora de decirles quienes son en realidad, por qué están aquí y con qué objetivos es que han llegado ustedes a esta vida. Como introducción sólo puedo decirles que el momento ha llegado y que ya es hora de empezar a cambiar algunas cosas en este mundo.

viernes, mayo 05, 2006

El aroma a lavanda

Lo primero que le llamó la atención fue el hecho de que la cabaña estuviera rodeada por aquella extensión de plantas de lavanda. La señora de Gómez fue la encargada de mostrarle el lugar a pesar de que Ana había arreglado los pormenores del arrendamiento por teléfono con el mismo Gómez, pero resultó ser que éste hacía ya un buen tiempo que no salía de la estancia por estar sumido en una gran depresión, o por lo menos eso fue lo que le dijo la mujer al recibirla en la entrada del campo.

- Pase por acá -le dijo la mujerona a Ana invitándola a pasar dentro de la cabaña.
- Permiso -dijo tímidamente Ana mientras entraba en el estar.
- Como verá es amplia, la habitación es aquella puerta de la derecha y el cuarto de baño está al fondo del lado izquierdo.
- Gracias, pareciera estar todo en orden -acotó Ana.
- Cualquier cosa me avisa -dijo la Señora de Gómez encaminándose hacia la puerta.
- Dígame ¿cómo está su marido? -inquirió de pronto Ana- por teléfono su voz denotaba un buen estado de ánimo...
- La verdad es que él no está muy bien, señorita. El tema éste de la plantación es lo que lo tiene mal.
- ¿Se refiere a la plantación de lavanda allí afuera? -inquirió Ana.
- Esa misma, pasa que las plantas ya no son lo que alguna vez fueron. Han perdido la esencia, ¿vio?, el olor.
- ¿Perder el olor? ¿Cómo es eso posible? -preguntó Ana casi en forma retórica.

Al escuchar el tono de voz en que Ana hizo la pregunta la señora de Gómez prefirió evitar contestarle y con un gesto nervioso le señaló la puerta de entrada.

- Mi esposo ha perdido la llave de la puerta -le dijo con voz firme- Espero no le importe, igualmente el campo es seguro, acá nunca pasa nada...
- Entiendo, pero no se preocupe -dijo Ana- ya vivo demasiado encerrada en la ciudad como para tener que encerrarme también cuando estoy de vacaciones.
- Bueno, entonces mejor así señorita, recuerde que a 200 metros de la entrada al campo está la estancia. Cualquier cosa no dude en buscarnos allí.
- Muchas gracias señora, pierda cuidado. Mis saludos a su marido, ojalá se reponga pronto.
- Les serán dados señorita -respondió secamente la mujer antes de salir de la cabaña.

Ana desempacó sus cosas y luego de refrescarse en el baño decidió salir a recorrer el campo. Ya dentro de la plantación se agachó e intentó percibir el olor de las plantas. Nada. Absolutamente inodoras. Inesperadamente un escalofrío recorrió su espina dorsal pero antes de qué pudiera evaluar la sensación notó que detrás suyo había un joven observándola. Parecía ser uno de los peones, ya lo había visto antes al llegar, parado al costado de la tranquera de entrada al campo.

- ¿Por qué estas plantas de lavanda no tienen olor? –indagó Ana.

El joven no contestó. Ana se lo quedó mirando fijamente.

- En las noches cuando levanta el viento sentirá el aroma, pero no importa qué tan fuerte sea éste, no salga de la cabaña. A él no le gusta que nadie ande en la plantación cuando las plantas destilan su perfume. El aroma es sólo para él.
- ¿Del señor Gómez me hablás?
- No. Gómez sabe que no puede hacer nada más.
- ¿Y quién es él?

El joven no respondió y sin más salió corriendo en dirección a la entrada del campo.

Esa misma noche, luego de disfrutar de una frugal cena campestre, Ana tomo un libro y se recostó en uno de los sillones del estar para leer. Hacía algo de calor y no corría nada de aire. Deseó un poco de viento. Habría pasado una media hora cuando las cortinas empezaron a danzar suavemente al son de un aire ya más fresco. Un tenue olor a lavanda invadió el ambiente del estar y logró que Ana levantara su mirada del libro. Lentamente se levantó del sillón y se dirigió hacia la ventana. Al asomarse observó una enorme luna llena iluminando todo el campo, haciendo resplandecer de una forma especial el color púrpura de la plantación.

En un principio dudó en salir por más que el aire fresco se tornaba cada vez más seductor, irresistible, invitándola a que diera una caminata por entre las plantas, pero cuando el olor a lavanda se hizo ya más perceptible, Ana recayó en un extraño estado de sopor que la hizo dejar de lado su precaución inicial para salir de la cabaña y encaminarse rumbo a la plantación. Una vez dentro y ya en cuclillas aspiró aquella esencia embriagadora que despedían los vegetales, fue cuando el aroma a lavanda terminó de llenar sus pulmones que salió súbitamente de aquel estado de sopor que la había poseído y nuevamente sintió ese escalofrío que volvía a recorrerle la espina dorsal. Una vez conciente y ya fuera del hechizo de las plantas aspiró profundamente una vez más pero no percibió aroma alguno en el aire y, asustada, corrió nuevamente hacia la cabaña. Ya dentro del estar esperó tranquilizarse un poco para luego volver a tumbarse en el sillón y así retomar su lectura.

Repentinamente el viento volvió a levantarse pero ya con más intensidad. Las cortinas que antes danzaban lentas ahora se movían frenéticamente. La temperatura descendió de golpe y el aroma a lavanda invadió todos los espacios de la cabaña haciendo el aire casi irrespirable. Ana sólo atinó a llevarse un pañuelo a la nariz y no llegó siquiera a levantarse cuando sintió esa presencia en la puerta de entrada que no paraba de vibrar; lo último que llegó a ver fue como el picaporte descendía lentamente.

martes, abril 25, 2006

Lite up the sky

"Mine is yours and yours is mine,
I will sacrifice.
In your honor
I would die tonight
for you to feel alive."


"In your honor", Foo Fighters.


La decisión estaba tomada y con la convicción de quien cree se paró en el borde del precipicio. Ella no podía soltar su mano aunque sabía que aquella demostración de amor era lo que a final de cuentas los salvaría a ambos, porque la verdad es que en un sacrificio ambas partes ganan. "Lo hago por vos", le dijo él por última vez mientras soltaba su mano y se arrojaba al vacío para quedar envuelto en la noche.

Pronto sintió el aire frío rodeando su cuerpo pero luego la sensación fue cambiando hasta sentir que ya no había frío; y es que en realidad ya no había ni frío, ni calor, ni sensación alguna porque ya no había cuerpo, él era ya uno con el aire, uno con la noche. En la mitad de la caída fue que ocurrió la transmutación y el devenir como una nueva estrella en lo alto de un cielo que otrora oscuro ahora aparecía iluminado con una fuerte luz, la luz que la guió a ella en el camino de vuelta a casa.

martes, abril 18, 2006

Experimental

Solía observar en tu mirada un dejo de melancolía cada vez que leías su nombre escrito en algún sitio, de la misma forma en que lo notaba cuando alguien osaba pronunciarlo por ahí. Y por más que siempre me lo nombrabas para criticarlo, nunca pude creer que ya no sintieras nada por él. Te conozco, y sabés que soy bastante bueno percibiendo a los demás. A él nunca le tuve celos, ni siquiera ahora cuando los estoy viendo en la calle tomados de la mano; no sé, será por eso que ya no siento nada por nadie, al final todos se terminan alejando, siempre es igual, aunque mi fortaleza y debilidad radican precisamente en que me doy cuenta de todo antes que pase. Pero no te preocupes, siempre me las ingenio para terminar ileso transitando entre explosiones.

domingo, abril 09, 2006

Fall

En las frías madrugadas de vuelta a casa solía sentirse solo. Pero ya no más, porque el otoño ha regado de hojas secas las veredas, ahora el dorado que aún resplandece bajo la fluorescencia de la luz eléctrica de la calle y ese crujir seco bajo sus pies acompañan su camino. Todo eso y un perfume, la floresencia de ese perfume tuyo que lleva pegado en sus manos.

viernes, marzo 31, 2006

Vos

Faltaba eso que perdí y que vos trajiste de vuelta,
la música que me envuelve al verte,
otra vez el sol que ilumina mi vida para que
rincones de mi alma se llenen de luz.

miércoles, marzo 29, 2006

Pascual Olivares

Ya desde pequeño cayó en cuenta de que había nacido con un don, un don especial: tenía la capacidad de estornudar de una forma estrepitosa, colosal. La primera vez que soltó un estornudo fue al año y medio de vida mientras estaba sentado en su sillita de bebé a punto de que le dieran de cenar. Su madre, al escuchar el estruendo, no pudo evitar dejar caer de sus manos una pila de platos sucios que llevaba en ese momento hacia la cocina creyendo que había irrumpido algún intruso en la casa rompiendo una ventana, ya que ese primer espasmo pulmonar de Pascual, esa explosión de baba que reverberó en las cuatro paredes del living-comedor haciendo incluso temblar la araña del techo, se había escuchado tal cual sonaría el estornudo de un elefante con gripe.

Corrieron los años y a medida que sus pulmones se fueron desarrollando sus estornudos fueron creciendo también en intensidad y potencia. Este capacidad para estornudar bestialmente le sirvió muchas veces para salir airoso de situaciones algo complicadas; más de una pelea en el colegio la ganó estornudando solamente un par de veces contra los rostros de sus desconcertados oponentes que caían al suelo como moscas luego de recibir aquellas descargas pulmonares de Pascual que ya por aquel entonces había descubierto que podía provocarse los estornudos a voluntad con sólo concentrarse y frotarse repetidamente la parte superior del tabique nasal.

Claro que esta capacidad no sólo lo ayudo en materia de peleas, recuerdo que en una ocasión se convirtió en el héroe del barrio al apagar de un estornudo una sartén con costeletas que Doña Maruca, su vecina, distraidamente se había dejado en el fuego un mediodía que salío a atender al cartero a la puerta de calle. La presencia de Pascual junto a la ventana de la cocina, que lindaba con el pequeño patio en donde éste jugaba de pequeño, sirvió para evitar que el siniestro pasara a mayores; de un sólo estornudo, decía, apagó el fuego que ya amenazaba con tomar un repasador que yacía al costado en la mesada. Lágrimas de emoción caían del rostro de Luisa, su madre, mientras el jefe de bomberos del cuartel de Burzaco le colgaba en el cuello a Pascual la medalla "al coraje y al valor" mientras lo nombraba a su vez bombero honorario de la repartición.

sábado, marzo 18, 2006

Haikus

Maps

mapas me dicen
como llegar hasta vos,
no si estarás.


Extrañar

hoy no te veo
pero ayer, al verte,
amándo(te) vi.


Alfa y Omega

nuestro principio,
la base absoluta,
allí nuestro fin.

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Gracias
Lisa por la explicación de la técnica.
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martes, marzo 14, 2006

Dos palabras

- ...después de todo el mundo no es más que un gran sueño, una construcción basada en los sueños de cada uno de nosotros mientras estamos en este plano. Y mirándolos desde el punto de vista de nuestra crianza y programación, de nuestra moral, desde nuestros paradigmas, los externos y los auto-impuestos, claro que surge el juicio mental de considerarlos buenos o malos; pero desde un nivel superior, desde el nivel de lo real, lo "bueno" y lo "malo" son meras etiquetas intercambiables. Lo único que existe es consciencia, y todos los sueños, todas estas pseudorealidades percibidas por nuestros sentidos, no son más que movimientos en ese oceáno de consciencia, que es lo único que realmente existe, que es lo que en realidad somos, lo que nos une, porque allí ya no hay división alguna. Porque la verdad reside en que podemos ser y hacer lo queramos. El ver como que todo está en contra nuestro, que todo nos agrede, que todo nos es ajeno, que todo nos separa, no es otra cosa más que el fraccionamiento y división que nuestras propias mentes hacen de todo lo que no sea el "yo" y lo que ese "yo" quiera para si mismo. Por eso mismo, ¿por qué no arriesgarnos? Pongamos la intención y dejemos que todo sea, así nada irá en contra nuestro. No pensemos tanto en el cómo, en las causas y consecuencias, en el qué dirán, en los pros y los contras. ¿Sabés algo? Dos palabras tuyas bastarán para que lo deje todo, y recordá ésto: soy libre de hacer lo que quiera, de ser lo que quiera, y yo por mi parte ya elegí, te elijo a vos.

Al escucharlo se lo quedó mirando en la penumbra del cuarto. De pronto su mente por fin se desbloqueó y desde algún lugar desde el fondo de su ser sabía que había algo de verdad en esas palabras que acababa de escuchar. Pasados unos momentos él sólo la tomó entre sus brazos y la besó. Fue entonces que ella comenzó a creer.

jueves, marzo 09, 2006

Out of the blue

6.15 de la mañana. Se enciende el televisor en TN, ella lo programó anoche porque hoy día debemos de salir temprano. Me despierto con el sonido rutinario de las noticias, miro con los ojos entrecerrados la pantalla, el tipo con su birome tachando hojas, la producción de este noticiero se comunica con Personal y esta notebook que tengo acá prendida medio de gusto me la provee Hewlett Packard.

Giro y la miro. Se que se despertó pero me quedo en silencio, prefiero guardar mis palabras, dejarla dormitar un rato más. Noto la cadencia de su respiración a través de la sábana, ahora tranquila, pausada. El periodista nos habla desde el aparato de TV con voz cansina, parece haber estado despierto toda la noche hablándole solo a la cámara que tiene enfrente, solo pero en compañía de su notebook, claro, de seguro tiene el messenger conectado y su amante le mandará mensajes calientes cuando ve que se está por caer del escritorio dormido; noto que las noticias salen de su boca de forma automática, en un tono neutro.

Estamos haciendo algo de fiaca, yo como que me vuelvo a dormir, supongo que ella también lo hará, pero no, ahora me habla, me saca del sopor, me dice las primeras palabras de la mañana, pero lo que me dice dista de ser un saludo de buenos días o un preguntarme si dormí bien, no, lo primero que me dice es: "Vas a ver que ahora a River le va a ir bien. Pasarela es un buen técnico". En el momento me quedé omnubilado, tardé no sé cuanto en reaccionar, y es que a pesar de que escuchás y entendés lo que se acaba de decir no lo podés procesar ya que no hay una lógica de porqué se dijo lo que se dijo, es una frase sacada out of the blue. Pasa algo más de un minuto y ya me estoy riendo. "Qué colgada", pienso y me sigo riendo solo mientras ella me mira, pero bueno, que por cosas como esas es que la adoro como la adoro.

miércoles, marzo 08, 2006

Pronóstico

Todas la mañanas se levantaba con la edición de las 6.00 del noticiero de TN, tenía programado el aparato de televisión para que se encendiera siempre en ese canal. Generalmente se tomaba su desayuno con tiempo más allá de que luego anduviera a las corridas para maquillarse o terminar de vestirse. Mientras tanto, desde el cuarto, el solitario televisor quedaba encendido recitando las noticias y es que en realidad nunca le importaba cuán atrasada estuviera, siempre dejaba de hacer lo que fuera que estuviera haciendo en ese momento entre las 6.35 y 6.38 en el que por fin escuchaba el pronóstico metereológico para la zona del país donde él vivía.

martes, marzo 07, 2006

Link

Esta mañana amanecieron los dos con un dolor en el pecho. Lo de ella fue como sentir una presión desde dentro, sin llegar a ser demasiado dolorosa, pero que le indicaba que él no estaba bien. Por su lado él sintió una puntada aguda en el corazón, eso le indicó que ella estaba por volver a equivocarse, y al no poder hacer nada para impedírselo, por lo menos no sin exponerse y complicar aún más las cosas, fue que decidió dejarse la tristeza puesta al salir a la calle.

sábado, febrero 25, 2006

Mares

Es cerrar los ojos y verla, es abrirlos y mirarla. Noté que ella no sostiene mi mirada cuando la miro fijo. En el fondo de mi ser un mar cambiante de tonalidades azules y verdes se agita. El agua, convulsionada, comienza a ganar temperatura. Quiere evaporarse en pequeñas gotas, gotas cual letras que luego formarán palabras que querrán salir a través de mi boca en forma de frases dulces para poder decirle... Pero no me atrevo. Este maremoto en mi interior no puede tener calma, menos aún mirándola. Diametralmente opuestos. ¿Al verme, en su interior, se agitará también un mar? Kilómetros de agua separan nuestros mares. Tan lejos, tan cerca. Qué extraño y qué tontos, todavía no poder ver que en realidad todos los mares son uno.

domingo, enero 29, 2006

Laura (última entrega)

ALGÚN VIERNES MUCHO ANTES DE ESE JUEVES DE HACE POCO

Me desperté súbitamente aterrorizado, enredado entre las sábanas de mi cama. Miré la hora: 9:15 a.m. Cerré los ojos y me concentré. Escuché a la humanidad en sus tareas habituales de todos los días. A medida que seguía escuchando los ruidos, las risas, las conversaciones, las discusiones, las estúpidas locutoras de radio con su fingida buena onda, la tristeza volvía a invadir poco a poco todo mi ser.

Me levanté y traté de no pensar absolutamente en nada. Había decidido ser un ente no-pensante. O mejor aún un autómata sin sentimientos, pero por más que me esforzaba los sentimientos seguían estando allí y con ellos la amarga tristeza. Salí para la facultad. Ese día cursaba hasta las 18:15. En la facultad no hablé con nadie, no presté atención, no tomé apuntes tan sólo decidí convertirme en un fantasma dentro del curso. Pude ver otros fantasmas que estaban por allí rondando al igual que yo. Nunca antes les había prestado atención pero ahora sé que son muchos.

Llegué a mi casa convertido en una hoja de papel de calcar. Era casi transparente. Seguía sin pensar, trataba de no sentir. Me acosté vestido en mi cama y me dormí en el acto. Sonó el teléfono a eso de las 23:45, era Marcelo preguntando qué iba a hacer. Le dije que no sabía, que no pensaba hacer nada. Me dijo que me pasaría a buscar con Leandro en el auto. “Como quieras...”, le respondí y colgué.

Me levanté y decidí darme una ducha. Entré en el baño. Me miré en el espejo del botiquín pero este no devolvió mi imagen, del otro lado no había nadie. Nada se reflejaba. Lo estaba consiguiendo, me estaba transformando en nada. Me di un baño, me cambié de ropa y me tiré en mi cama a escuchar música hasta que llegaron los chicos. Salimos a hacer lo mismo que la semana pasada y lo mismo que la anterior a esa. Yo me sentía exactamente igual que la semana anterior y que la anterior a esa: mal.

Pablo, Leandro, Marcelo y yo. El eterno deja vú. Era tarde, pasadas las tres, creo. La noche estaba muy fría y algo húmeda. Lo saludan a Leandro desde la vereda de enfrente pegada al río que corría oscuro, frío y despreocupado. Cruzamos la calle. Crucé con las manos en los bolsillos y con la mirada baja sin mirar siquiera a las personas que habían saludado a mi amigo. Luego los miré de reojo sin prestarles mayor atención. El primero en saludarlo fue un chico bajo, rubio de pelo largo. Marcelo también los conocía y creo que los saludó. Eran dos: un rubio de pelo largo que era el que había saludado primero a Leandro y un morocho de pelo largo también. Mientras seguían con el ritual del saludo yo me senté de espaldas a ellos sobre la pequeña tapia que divide la vereda de la costanera del río. Miraba la corriente de agua. Empecé a pensar en el agua. Pablo se sentó a mi lado abstraído en sus propios pensamientos. Pablo es un excelente amigo.

Una vez sentado empecé a sentir más el frío y me dieron ganas de irme. Tanto Pablo como yo seguíamos cada cual en su realidad sin prestar atención a lo que hablaban Marcelo y Leandro con, hasta a ese momento, los desconocidos que los habían saludado. Yo seguía mirando el río, pensaba en el correr del agua y recordaba lo que había escrito alguna vez Herman Hesse en su libro “Siddhartha”. Éste daba a entender en su obra que la vida era algo que no tenía explicación ni sentido alguno, que era tan sólo una sucesión de hechos casi aleatorios que formaban parte de lo que algunos llaman destino. También hacía una comparación de la vida con un río, todos nosotros vendríamos a ser las gotas de agua que forman parte de ese río. Nacemos del deshielo de alguna cumbre nevada de una montaña, empezamos a correr nuestro primer tramo todavía limpios, puros, inocentes, sin contaminarnos. Seguimos avanzando y nos vamos ensuciando. Continuamos y además de seguir ensuciándonos un poco más cada vez, nos contaminan, nos pueden utilizar para hacer funcionar máquinas y crear productos aunque también servimos como fuente de alimentación para alguna que otra gente buena a la que queremos y que se lo merece. Avanzamos y vamos perdiendo nuestra fuerza original, así también como nuestra pureza inicial. Cuando nuestro recorrido termina tan sólo abandonamos el río evaporándonos para quedar suspendidos en el cielo hasta que caemos en forma de lluvia o nieve y otra vez el ciclo que se repite y el río que vuelve a renacer.

En este río llamado vida nos cruzamos con muchas gotas, con algunas recorremos tan sólo tramos cortos, con otras tramos más largos. Nos encontramos con muchas que ya están demasiado contaminadas de las cuales tendemos a alejarnos y muchas otras veces nos topamos con algunas que nos acompañan un trecho pero que de a poco se van desviando de nuestro recorrido y no las volvemos a encontrar. Pero lo mejor de todo esto, lo único que vale la pena en todo este recorrido que cada uno de nosotros hace, es el encontrar a esa gotita especial, casi gemela, con la cual nos fundimos en una y poder terminar el recorrido juntos. Ese es el único sentido que yo le encuentro a esta vida, todo lo demás son hechos que escapan a mis manos, fenómenos fortuitos, sucesos aleatorios que tienen o no tienen que pasar; lo que para muchos, vuelvo a reiterar, es el destino. Estas eran mis reflexiones mirando el río. Bajé a la realidad porque algo me llamó la atención aunque todavía no me daba cuenta qué.

Marcelo responde a una pregunta que nunca escuché que le hicieran, por su respuesta creo que le preguntaron algo con respecto a la música, algo sobre su anterior banda. Marcelo respondía. Marcelo hablaba con interés sobre el tema. Marcelo era músico. Marcelo es uno de mis mejores amigos en esta ciudad.

- Las letras de los temas me gustan más en inglés, pero ya sabés como son las cosas acá... –respondió Marcelo.
- Sí, tenés razón. A mí también me gustan más las letras en inglés... –acotó una voz femenina de alguien que yo no había notado que estuviera en escena hasta ese momento (!).

Me levanté y di unos cortos pasos hasta situarme frente a ellos que se habían sentado a medio metro de donde estaba yo. Creo que la miré muy detenidamente pero con disimulo. Era simplemente perfecta. No me refiero a la perfección de lo que se toma como belleza perfecta al estilo de las modelos de hoy en día. Era diferente, era perfecta para mí. Una belleza perfecta para mí.

Su pelo era de un castaño oscuro y le caía hasta la mitad de su espalda. Era lacio, fino y con un brillo especial. Podía imaginarme en ese momento que olería a un popurrí de flores traído por una brisa del mar. Su cara era más bien redondeada, su nariz algo prominente y su boca chica. Pero lo que más me atrajo fueron el conjunto de sus ojos color miel, pestañas y cejas. El conjunto en sí tenía una extraña y exótica belleza inexplicable con palabras.

El rubio de pelo largo se levantó y le preguntó a Leandro (aunque nos miraba a todos) si nos íbamos a quedar ahí. Él proponía que fuésemos al bar “La Vieja Esquina” o el bar de “La vieja” como nos referíamos a ese lugar con Pablo, no por la vieja esquina donde estaba ubicado sino por la vieja mujer que estaba siempre detrás del mostrador en aquel lugar. Me provocaba una profunda tristeza el ver a aquella vieja mujer cercana a los setenta años atendiendo y cocinando en aquel lugar hasta altas horas de la madrugada. A ella parecía no importarle, tenía una actitud de abstracción total de la realidad, de la hora, del lugar, de la gente y de su trabajo. Daba la impresión de que a ella también el sistema le hubiese absorbido toda su alma... En fin toda su vida.

Nos miramos. Daba igual. Nos levantamos. Seguía dando igual. Empezaron a caminar hacia el bar. Yo no caminaba. Yo flotaba. Estaba a medio metro del piso. Seguía pensando en quién sería ella. Me deslicé por el aire atrás de ellos los veinte metros que había que hacer hasta llegar al lugar. Ya no daba más igual. Algo me decía que me deshiciera de la tristeza que tenía y que los siguiera.

Entramos al tibio salón, nos dirigimos hacia el fondo, lo más alejado posible de la barra donde estaba aquella mujer. De la pared colgaban estúpidas fotos de caballos. Clásicas fotos de bar. Fotos de otros tiempos. “De los buenos tiempos” dirían los viejos. La pared era de azulejos formados por cuadraditos multicolores. Todo era un espectáculo deprimente y muy cómico a la vez, eso si se lo sabe apreciar, sobre todo un día Viernes o Sábado a la madrugada. El bar estaba lleno. No era nada extraño, era el lugar donde el alcohol estaba más barato. He conocido bares deprimentes en mi vida pero este era algo especial, de todos éste clasificaba seguro para la final.

Mientras decidían dónde se iban a sentar yo seguía a años luz de la realidad del lugar mirándola a ella. Encontraron el lugar. Desee que se sentara a mi lado y lo hizo. Pablo estaba en la punta de la mesa espaldas al mostrador, a su derecha la graciosa pared multicolor, a su izquierda el morocho de pelo largo, el rubio de pelo largo, ella, yo y Marcelo.

No sé como empezó la conversación entre todos, música creo, ¿de qué más íbamos a hablar? Pablo le preguntó algo al morocho de pelo largo, este le contestó que él era baterista y que el rubio de pelo largo tocaba la guitarra. Marcelo preguntó algo sobre Scott Weiland y su último trabajo como solista, por mi lado le respondí que el trabajo me parecía bastante interesante aunque no era tan de mi gusto. Terminé de decir esto y la miré fijamente. Asintió con la cabeza y tan sólo dejó escapar un “Sí...”, no recuerdo que dijese algo más. Me pareció algo rara, súper callada pero extremadamente interesante, había algo en ella que me atraía fuertemente. Un no sé qué. No era una atracción física a pesar, como dije, de ser hermosa para mí.

Hablando todos juntos, luego de un rato, me pude enterar sus nombres (no porque se presentaran sino por cómo se llamaban los unos a los otros), el rubio de pelo largo se llamaba Andrés y su amigo, morocho, también de pelo largo, se llamaba Alberto. La amiga de ambos, la chica de larga cabellera con aroma a flores traída por una brisa del mar se llamaba Laura. Creo que hasta ese entonces nunca antes me dijo nada ese nombre, en ese momento me pareció el nombre más hermoso del mundo.

El tiempo transcurrió y Andrés con Marcelo eran los que seguían intercambiando comentarios sobre música, de sus bandas, instrumentos, amplificadores, racks de efectos, equipos con tecnología MIDI; temas que la mayor parte de la humanidad desconoce y no le importan. Creo que Andrés me preguntó si yo tocaba algún instrumento a lo que le respondí que sí, que intentaba tocar la guitarra. Luego me siguió preguntando sobre mi equipo, parecía tener un especial interés en un procesador de efectos que yo poseía. No recuerdo si llegué a hablar mucho con ella. Creo que le hice un par de preguntas a las que me respondía con monosílabos de afirmación o negación. Una chica tímida. Tal vez más que yo. Eso me gustó aún más.

Corrió un poco más de cerveza y se siguió hablando más de lo mismo. No recuerdo quien fue el primero que dijo que era suficiente por esa noche. Salimos fuera. Nos despedimos. Me despedí de ella con un beso. “Extraño, ni siquiera sabe mi nombre...”, pensé. O tal vez sí.

Los tres cruzaron el puente rumbo al centro de la ciudad, me quedé con la vista clavada en ella mientras se alejaba. Pablo, Leandro y Marcelo me miraron fijamente: “¿Qué pasa?” “¿Por qué me miran así?”, pensé. Miré hacia abajo y noté que estaba nuevamente medio metro por encima del piso. Bajé. “Nos vamos”, dijeron. Y nos fuimos.

Mientras Leandro nos llevaba al centro en su auto me enteré que Andrés, Alberto y Laura tenían una banda llamada ”Pablo?” y que habían tocado junto a las bandas de Leandro y Marcelo en un lugar llamado “La Casa del Arte”. Laura tocaba la segunda guitarra en la banda. Recordé que me habían contado algo sobre ese recital. Yo no había podido ir porque me encontraba fuera de la ciudad esa noche. De ahí se conocían todos.

Llegamos al centro. Me despedí de los chicos y me bajé del auto, caminé hacia mi edificio muy lentamente. Entré en mi departamento, dejé las llaves y la billetera en el mueble del comedor. Me senté en una silla y traté de pensar. Lo logré. Pensé en ella. Traté de sentir. Lo logré nuevamente. Me sentí bien y la tristeza ya no parecía estar allí.

Entré en el baño, abrí la canilla del agua fría. Dejé correr el agua por mis manos, sentía que me quemaba de lo fría que estaba. Ahuequé mis manos y las llené del gélido líquido, me lo eché en la cara. Me miré en el espejo. Este me devolvió mi imagen. Me sentí mejor.

Entré en mi habitación a oscuras, no me molesté en encender ninguna luz. Me desvestí y me tiré en mi cama. Me puse a pensar en lo absurdo en que funcionan nuestras mentes. Yo esa noche había dejado de sentirme mal. ¿Por qué? ¿Tal vez porque la había conocido y crucé dos palabras con ella? ¿Tal vez porque sabía muy dentro mío que la iba a volver a ver?

No recuerdo con exactitud pero creo que esa noche fue la primera de otras muchas noches que siguieron en que me quedé dormido pensando en ella. La tristeza definitivamente se había ido ya.

jueves, enero 26, 2006

Laura

(Dedicado a vos, estés donde estés)

ALGÚN JUEVES HACE POCO

Esa mañana me desperté sintiéndome el ser humano más solitario del planeta. Sintiéndome solo pero en una forma horrible de soledad, una soledad triste, de sentir que a nadie le importas realmente, de sentir que nadie te ama. Porque también está la otra forma de soledad, la que es buena, donde no querés y no necesitás ver a nadie, la cual te permite desconectarte y sentirte en paz con vos mismo, la que te hace parar y pensar: ¿Dónde estoy?, ¿hacia dónde voy?, ¿qué estoy haciendo? Cerré los ojos y traté de escuchar al resto de la humanidad en sus tareas diarias habituales pero nada llegó a mis oídos. Era extraño, ya que en estos hábitats individuales de concreto, soluciones versátiles para la vida moderna llamadas departamentos, uno oye todo lo que hacen los demás, absolutamente todo, pero esa mañana no oí nada.

Me había pasado algunas veces el despertarme y no oír un solo sonido, ni una voz, ni un ruido, ni un acorde de una canción de moda que no me gusta... Simplemente el oír la nada, el vacío; el oír el sonido del silencio. Era entonces cuando pensaba: “OK, toda la humanidad desapareció o sucumbió...”. Así por que sí, sin una causa o razón. En realidad no era toda la humanidad la que desaparecía, solamente quedaba ella. Ella y yo. Solos. Para volver a intentarlo de nuevo. Sólo si llegase a pasar todo eso tal vez yo fuese feliz. Tal vez. Pero eso nunca iba a ocurrir porque ella ya no estaba conmigo, igualmente yo seguía imaginándome que sí.

Sería extraño ¿no?, que todos los dioses de todas las distintas religiones, que en realidad tal vez converjan en un único Dios sin religión, quisieran o quisiera que tan sólo ella y yo sobreviviéramos. Pero lo único realmente bueno y valedero de todo este supuesto (o delirio egocéntrico y apocalíptico mío) era que sólo estaríamos nosotros dos y que nada ni nadie más importaría. Ese instante en el que yo me imaginaba todo esto se convertía en un momento único de paz, de una tranquilidad indescriptible, donde pensaba: “Por fin, no más preocupaciones cotidianas, no más trámites triviales, no más problemas de dinero, no más competencia, no más polución, no más violencia, no más miedo, no más guerras, no más hambre, no más personas sufriendo y tratando de sobrevivir para luego a la larga terminar muriendo sin haber hecho nada, nada más que sobrevivir para llegar a ello... No, basta de todo eso, ahora somos tan sólo ella y yo solos”.

En fin, todo se resume en decir: no más humanidad, tan sólo dos personas. De vuelta al punto cero. Empecemos de nuevo. Y esta vez, por favor, hagámoslo bien. Sería imposible, ya que está en nuestro código, estamos programados de esa manera, es la naturaleza humana; a la larga terminaría todo igual... Bueno, en fin, al menos intentemos que nuestra existencia no vuelva a ser tan trágica... Imposible: está en nuestro código... Al fin y al cabo, ya lo había escrito Graham Greene en una de sus obras: “No se puede amar a la humanidad. Sólo se puede amar a las personas”.

Me levanté, realicé mi rutina de higiene personal y me preparé un café. “Lo mismo de todos los días...”, pensé. “No, éste va a ser un día diferente”, me repliqué a mí mismo. “Éste tiene que ser un día definitivo. Un día en que logre algo que rompa con la rutina de todos los días porque éste será el día en que dejaré de pensar en ella, el día en que finalmente la deje ir”.

Lo que me ocurría en realidad era que me sentía mal por cómo había terminado nuestra relación, nuestro paulatino y por último cortante alejamiento del uno con el otro; nuestras tristes, incómodas y solitarias miradas al cruzarnos a la noche en aquellos lugares a los cuales solíamos ir juntos... Y lo peor de todo era que hacía ya mucho tiempo que yo estaba así y sentía que no me podría recuperar más.

Todo seguía estando calmo y silencioso. Luego me dí cuenta de lo que ocurría: Era un día feriado. Una fecha patria. ¿Todavía existía la patria? ¿Existía todavía la gente nacionalista?. Al parecer sí porque en ese momento escuché la voz chillona de un político que venía desde la plaza central de esta ciudad y me lo imaginé luciendo con simulado orgullo su escarapela, seguramente comprada a último momento por alguno de sus asesores, tirando su perorata a las masas alienadas de su propia existencia queriendo creer en algo, perorata escrita por otro de sus asesores que tiene una mejor técnica en la escritura, perorata acerca de la importancia de este día para nuestra nación ¿Todavía existía nuestra nación?. Aunque la pregunta relevante aquí es: ¿Por qué estaba pensando yo en todo esto? Respuesta: Porque cuando estás mal, ves todo mal... Aunque en realidad, sí, estaba todo mal.

El resto de ese día Jueves feriado me la pasé escuchando música, ponía los discos más darks y tristes que tenía. El portero sonó 3 veces en toda la tarde y no me molesté en atender, por la noche miré un par películas viejas que tenía grabadas y que ya había visto más de una veintena de veces cada una. Luego encendí la computadora y estuve 2 horas buscando en Internet. No recuerdo lo que buscaba, lo que sí me acuerdo es que no lo encontré.

Me acosté deseando poder dormir por un mes y despertarme sin esa terrible melancolía que tenía arraigada en mi corazón. Tomé el control remoto de mi equipo de música y puse una radio al azar, programé el equipo para que se apagara en dos horas. Ni siquiera escuchaba lo que estaban poniendo al aire en aquella emisora. Después de dar vueltas y más vueltas en mi cama y de no parar de pensar por más de una hora finalmente me quedé dormido.

Me despierto como nuevo. Abro muy lentamente mis ojos. Intento escuchar los sonidos de la humanidad en sus tareas diarias habituales en el nuevo día. No oigo nada. Por alguna razón la tristeza había desaparecido. No me levanto, sólo me limito a cerrar los ojos lo más fuerte que puedo y concentrarme en escuchar. Sigo sin oír un solo sonido. No puede ser, el feriado fue ayer, se supone que hoy es un día laboral... Me levanto de la cama, levanto la persiana y el afuera me devuelve un hermoso día soleado. Abro la ventana y me asomo. Tengo que escuchar algo, vamos, por favor alguien que hable, que grite, que discuta con su pareja, que rete a su hijo... Nada. Era una broma de mal gusto o...

Me cambio lo más rápido que puedo y salgo de mi departamento. En los pasillos del edificio no se escuchaba nada. Bajo las escaleras corriendo. El hall del edificio estaba vacío, no había rastro alguno de Enrique, el portero. Debería estar allí como todas las mañanas. Salgo a la calle y no encuentro nada anormal, sólo que no veo ni una sola persona en toda mi cuadra. Avanzo corriendo hasta la avenida que corta mi calle y bajo por la misma. Sobre mano izquierda, a mitad de cuadra, veo un trolebús parado. Me dirijo cauteloso aunque rápidamente hacia él. En el interior estaba la chofer y no más de seis pasajeros distribuidos a lo largo de todo el vehículo. Todos desvanecidos. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando me dí cuenta de lo que en realidad estaba sucediendo. Estaban todos muertos. Me doy vuelta y subo corriendo ahora mano arriba por la avenida y veo unos pocos autos estrellados contra negocios o contra otros autos que estaban estacionados. Sus ocupantes yacían dentro con sus cabezas tendidas sobre los volantes. “Dios mío, no puede estar pasando todo esto...”, pienso. La imagen de ella surgió de repente en mi cabeza. Tengo que ir a verla. Ella tiene que estar bien.

Corro por una de las principales avenidas del centro de esta ciudad hasta llegar a su calle, empiezo a ver gente tirada sobre las veredas a lo largo del trayecto pero ya no presto atención, eran como un paisaje habitual. Corro las 10 cuadras que me separan de su casa como un animal liberado de su jaula después de años de cautiverio. Llego a su edificio y la veo sentada en el umbral de la puerta de entrada. Tenía su cabeza gacha y se tomaba la cara con ambas manos. Estaba llorando. Me acerco lentamente, me agacho, la beso en la frente y le digo que está todo bien. Nos abrazamos. Lloramos por todo lo que fue y por todo lo que pudo haber sido. Luego nos quedamos callados, todavía abrazados, por unos instantes más.

Nos paramos, caminamos desde la vereda hacia el medio de su calle tomados de la mano. “¿Y ahora qué?”, pregunto. No me responde. Todavía no se termina de reponer. Mira para arriba, hacia el balcón de su departamento. Me viene a la cabeza la imagen de su hermana. La abrazo. Abrazados caminamos unos pocos metros calle abajo cuando oigo el estruendo de una explosión que viene desde algún lugar no muy distante delante de nosotros. La suelto y corro hacia la esquina para ver si podía divisar que ocurría. No veo nada en ninguna dirección. Mientras me doy vuelta le digo: “No es nada, no debe ser por acá”. Pero no la veo, había desaparecido. Me desespero. Corro de vuelta hacia donde la había dejado. Pero ella ya no está. Otra vez la tristeza se adueña de mi corazón y me dejo caer en el medio de su calle. Me despierto llorando. Esto tiene que parar.


(Continúa)

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Córdoba, fines de 1999. Viejos escritos encontrados.
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