jueves, diciembre 01, 2005

Vacío

Luego de unos cuantos años se lo volvió a encontrar por casualidad en Buenos Aires, le extrañó el verlo allí. Mientras G. se bajaba del auto fue que lo reconoció a B. asegurando su bicicleta contra un árbol en la vereda. Al principio le sorprendió verlo, seguía igual, incluso algo más joven a como lo recordaba de la última vez que estuvieron juntos.

De pronto un vacío se le formó en el vientre al descubrir que no le podía quitar la mirada de encima, en tanto que G. pasaba como si nada frente a B. sin reconocerlo mientras que éste último se daba vuelta en ese mismo instante para retomar la acera. Casi tropiezan el uno contra el otro si no fuera porque B. se frenó de golpe y le hizo un gesto a G. para que pasara primero. Ella seguía atónita toda la escena desde el auto, escondida detrás de la seguridad que le brindaban los vidrios polarizados de negro.

Al verlo alejarse recordó los viejos tiempos. B. solía llevarla a ese pequeño restaurante que daba al río, mientras que G. sólo la llevaba a los mejores lugares, todos ubicados en el microcentro de la ciudad, todos con vista al gris cemento de la urbe. Miró la hora, 8.30 de la mañana, y mientras lo hacía pensó en que B. nunca hubiese podido comprarle aquel costoso reloj que G. le había regalado para su cumpleaños hacía un par de años atrás, aunque B. sí le hubiese regalado todo el tiempo que ese reloj marcó, cosa que G. nunca hizo. Bajó su mirada hasta el anillo, y tampoco pudo evitar pensar en que B. jamás hubiera podido obsequiarle algo así, y conóciéndolo como lo conocía se le ocurrió que tal vez él le hubiese propuesto tatuarse un tribal alrededor del meñique, y fue de pronto que sintió que eso sí hubiese sido un símbolo más duradero de lo que alguna vez fue, de eso que nunca tendría que haber dejado de ser.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Inspirado en
este relato de Ana.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

martes, noviembre 01, 2005

Jorge W.

(Bueno, empecemos. Presentación de personajes...)

José Bertola está a sólo un día de retirarse de su trabajo en la oficina de contralor del Aeropuerto Internacional de Mar del Plata. Trabaja junto a Adrián Espíndola, veinte años más joven que él y dueño éste último de una voz tan grave y varonil que hacía temblar a los parlantes distribuidos por todo el aeropuerto, y porqué no, a las faldas de algunas señoras también, cada vez que el joven hacía algún anuncio de esos que siempre se escuchan pero que nunca se entienden.

Los dos compañeros de oficina se llevan muy bien más allá de la diferencia de edad y de tener mentalidades diferentes. José, era un viejo idealista de centro-izquierda que vivió una buena parte de su vida en las épocas de la "Argentina potencia", hacía ya muchos años atrás. Adrián, por el contrario, no vivió más que de crisis en crisis desde el momento en que le asignaron nacer en este bendito país. Como la gran mayoría de los jóvenes de hoy día Adrián sólo quiere progresar rápido en su carrera, ganar mucho y gastar mucho, sobre todo en compañía de bellas jóvenes siempre y cuando éstas estuvieran dispuestas a estar solamente una noche inmiscuidas en su vida.

José intentaba en vano hablar de política e ideologías con Adrián, pero a éste último poco y nada le interesaban los políticos o las ideologías, cosa lógica ya que lo único que el joven escuchaba últimamente de los políticos eran mentiras y más mentiras; si por él fuera: "Habría que llevarlos a todos juntos a la cancha de River y llamar a los aviones para que descargaran Agente Naranja sobre el estadio". Y en cuanto a las ideologías, bueno, que con esos mismos políticos guiando el país era bien sabido por Adrián que el dinero que estos perseguían no tenía ideología alguna.

(Y hablando de políticos, mejor metámonos de lleno en la historia...)

La maldita cumbre internacional había generado un revuelo impresionante en cuanto a medidas de seguridad, y no va que justo vino a caer en la última semana de trabajo de José, abarcando los días en que él pretendía estar más relajado y tranquilo que nunca, en contacto con sus amigos y conocidos de todo el aeropuerto, gente a la que ya no vería con la misma regularidad que hasta ese entonces.

Pero la realidad es que a José no le molestaba tanto la cumbre en sí misma ni la fecha en que ésta se había organizado, no, lo que más le jodía a José era la presencia de Jorge W. Arbusto como figura sobresaliente del encuentro. Claro que sí, el tipo vendría en su Air Force One, saldría totalmente rodeado de custodios, tanto de los de allá como de los de más acá. Traerían su comida más la de toda su comitiva (1500 personas) desde Estados Unidos, y todo porque el señorito no podía arriesgarse a comer comida argentina, no fuera cosa de que algún "zurdito" le fuera a joder la digestión envenenándole algún bocadillo. Ya desde hacía dos semanas los aviones norteamericanos no paraban de llegar al aeropuerto, venían cargados de coches, equipos, espías, misiles portátiles tierra-aire y ¡hasta dos helicópteros Apache que patrullarían la ciudad desde el aire! ¡Imagínense! ¡Helicópteros yanquis patrullando su ciudad! ¿Y todo esto para qué?, para que se tratara de manera formal la entrada de algunos países sudamericanos al ALCA y así poder tenerlos agarrados de las bolas de una forma un poco más conveniente de como los traían agarrados hasta ahora. Eso era el colmo. Ah no, claro que no... Por más medidas de seguridad que los señores tomaran, José no se iba a retirar a su casa a vivir lo que le quedara de su vida como jubilado sin antes marcharse del jodido aeropuerto con la frente alta, por la puerta grande y con todos los honores.

(A ver, probemos ahora escribir en futuro imperfecto-poco-probable-pero-que-bueno-que estaría-que-pasara...)

El día en que aterrizaría Jorge W. en el aeropuerto de la ciudad costera la seguridad sería más estricta que nunca. Ni siquiera se permitirían marchas o demostraciones de protesta ya que a diez cuadras a la redonda del aeropuerto se vallaría todo el perímetro con milicos como para hacer dulce. Desde que José fichara su entrada al ingreso le pedirían su credencial y su documento por lo menos unas diez veces hasta que pudiera por fin sentar pié en su oficina. Adrián ya estaría allí. Cambiarían unos breves comentarios sobre la situación. Ese día y hasta que Jorge W. dejara el aeropuerto de seguro no iban a hacer mucho más.

José esperaría pacientemente la llegada del Air Force One. En el interín soltaría risas que no podría contener y Adrián lo miraría extrañado cada vez que lo escuchara reírse. Finalmente llegaría el momento cumbre. José lo mandaría a Adrián a comprarle una gaseosa, ya sabiendo de antemano que esto lo demoraría más de lo normal por todas las veces que lo pararían para identificarlo. Mientras tanto, desde la oficina, cómodamente sentado en su sillón, José observaría al monstruo de la Boeing parado en la pista, de a poco irían acercando la escalerilla de descenso. Jorge W. haría su entrada triunfal, pero José, por otro lado, interpretaría su estoica salida y esta última sería el gran finale de la obra, aquel que se llevaría todos los aplausos.

Con pausados movimientos José trabaría la puerta de la oficina, no sólo cerrándola con llave sino moviendo un escritorio para bloquear el acceso desde dentro. Luego procedería a sacar de su portafolios el arma indetectable que usaría para flagelar a Jorge W. Arbusto, que si ellos eran listos él todavía lo era aún más. Con delicadeza conectaría su reproductor de discos compactos a la consola desconectando para ello el jack del micrófono que usaba Adrián para dar sus melosos anuncios.

Volumen del reproductor de José: 10
Modo de repetición: Activado
Volumen de la consola del Aeropuerto: 10

Y sería entonces que las notas, junto con la ácida y no menos verídica letra, ganarían todo el espacio del aeropuerto mientras José escapaba por una ventana. Mientras tanto, el Señor K., tratando de disimular, estrecharía la mano de Jorge W. que con su típica sonrisa de idiota no entendería ni jota de lo que decía aquella canción de bienvenida; por otro lado todos los asesores se mirarían desconcertados, intercambiando miradas buscando algún responsable, aunque del lado argentino habría de seguro más de uno al que se le escaparía una sonrisa.

(Che... ¿Y la canción? ¿Qué decía?)

"Jorge W.
Que asco me das,
usurpador,
miles de muertos
tienen tu olor.

No sos ni un bagre
ni un escorpión,
una luz mala
eso es lo que sos.

Jorge W.
la guerra no terminó,
falta que vos pagues
por tanto dolor.
Lo que te espera
es peor que vos.

Te hacés el cowboy,
pero no sos,
como quisiera
estar frente a vos.

Si hasta Jack Daniels
te abandonó.
Veo tu tumba,
y ninguna flor.

Jorge W.
la puta que te parió,
falta que vos pagues
por tanto dolor.

Jorque W.
no sé si te dijo Dios,
que lo que te espera
es peor que vos."


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
La canción de José: "Jorge W.", de Horacio "El Negro" Fontova.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

jueves, octubre 27, 2005

Nuevo blog

Bueno, bueno. Ya sé que últimamente no he estado mucho por aquí. Poca inspiración, pocas ganas de escribir, en fin, bastante trabajo por otro lado, mucho uso del otro hemisferio del cerebro, mucha escritura, sí, pero de código para mis queridas máquinas; en cambio, por este lado, a los cuatro o cinco gatos locos que todavía osan pasar por aquí los tengo bastante olvidados.

Pero bueno, que hoy no vengo a contarles sobre mis aventuras (!) laborales, no aquí en deuxmachine. Pasa que este blog, que inicialmente fue un lugar creado para contarles a mis amigos los eventos poco extraordinarios de mi nada excitante vida, hoy ha devenido en un espacio para colgar mis textos con "aspiraciones literarias" (que como ya saben sólo se quedan en la parte de aspiraciones) y la verdad es que éste espacio dejó de ser un blog como Dios manda hace ya mucho tiempo.

Hace un mes atrás se me ocurrió la idea de volver a abrir un blog para escribir las cosas que acontecen en el plano irreal de mi vida cotidiana (siempre pensando en mis amigos interesados en leer algo aburrido claro está) lo que en realidad no es más que una pobre excusa más para evitarme tener que escribirle e-mails contándoles las insulsas peripecias de mi vida diaria. Es por todo esto que la idea se transformó en realidad y decidí abrir Perdido en Maya.

Antes que entren a ese mundo de ilusiones y espejitos de colores les comento que allí encontrarán todos los posts de deuxmachine que no fueron precisamente esos "textos con aspiraciones literarias" de los cuales les comenté arriba en el segundo párrafo. En el nuevo espacio podrán encontrar también todos los comentarios que ustedes hayan hecho de esos mismos posts. Digamos que organicé una mudanza completa de bytes de un rack de discos a otro. En cuanto a los links en deuxmachine sólo dejaré a los cuatro o cinco gatos locos que sí escriben ficción y que lo hacen muy bien, todos los demás blogs los moveré a los links de Perdido en Maya.

Es así que si deuxmachine se convirtió en el cuaderno de los textos en cursiva, Perdido en Maya será el bloc de notas del día a día, el diario en la trinchera. Debo aclarar además que no siempre atentaré contra sus mentes con ráfagas de textos aburridos con insignificancias de mi vida diaria, sino que también dejaré plantadas pequeñas bombas cargadas con naderías que vea, lea o escuche por allí.

Sin nada más que agregar dispóngase los interesados a
perderse conmigo en Maya.

jueves, octubre 06, 2005

Inevitablemente

Las imágenes se sucedían rápidas, unas tras otras sin parar. Ráfagas visuales disparadas por su mente en el estado alfa del sueño, pequeñas secuencias entremezcladas del día anterior a la muerte de Manuel, cuando ella pasaba con su auto por la esquina en la que inevitablemente moriría su marido al otro día en el fatal accidente. Por alguna extraña razón que no llegaba a comprender ella lo había visto todo un día antes; la camioneta familiar que él había decidido usar aquella mañana estrellada contra una Renault Traffic del correo. Ella detuvo su auto asustada al ver el choque. Reconoció enseguida la camioneta y se bajó de su coche corriendo. Al acercarse a la escena del accidente de pronto todo se desvaneció, y es que ahí ya no había ningún accidente. Se encontró sola parada en la intersección de las calles. Todavía consternada por toda la situación comenzó a oír esa alarma a lo lejos. Miró alrededor, las veredas estaban vacías de gente. La alarma se empezaba a oír cada más alto y eso la desesperaba aún más. Inconscientemente buscaba a su alrededor el auto del cual salía aquel desagradable sonido.

La conciencia volvió a identificarse con el cuerpo y con ella la mente volvió a rearmar su visión de Maya a su alrededor. Apagó la alarma del reloj despertador callando por fin aquel ruido demencial. Otra vez había tenido aquel sueño recurrente. Miró al costado buscando a alguien que sabía no iba a encontrar. El espacio vacío al otro lado de la cama le pesó más que nada en su alma. Sino hubiese sido por la niña, ella se hubiese quitado la vida cuando ocurrió lo de Manuel, su hija fue lo único que le impidió llevar a cabo aquel acto definitivo. Se juró a si misma (y por Candela) que jamás tendría un pensamiento igual, después de todo siempre fue de la idea que los suicidas eran gentes que tomaban la salida fácil cuando ya era demasiado tarde, cuando ya lo peor había acontecido en sus vidas; lo útil sería quitarse la vida antes, para no tener que llegar a vivir los acontecimientos que inevitablemente dispararan la necesidad de querer acabar con uno mismo.

Se lavó la cara con agua fría y se miró en el espejo del botiquín. “Un día más”, pensó, “es sólo un día más”. Fue hasta la habitación de su hija. Levantó la persiana que daba al patio trasero de la casa, la luz del sol matinal llenó el espacio del cuarto de la pequeña. Llamó a Candela en voz alta para que se levantara. La niña todavía no le había respondido cuando ella salió apurada hacia la cocina para preparar el café. Luego de poner la mesa para el desayuno le llamó la atención el no escuchar a su hija, la niña era una criatura que desbordaba de energía en las mañanas haciéndose notar donde fuera que estuviese. Ya en el pasillo notó la oscuridad en el, hasta momentos atrás, iluminado cuarto de su hija. Apuró el paso y al entrar nuevamente en el cuarto encendió la luz. La persiana de la ventana estaba totalmente baja. La cama estaba perfectamente tendida y sobre la misma había bolsas cerradas con lo que parecía ser ropa en su interior. El pequeño escritorio de su hija estaba cubierto con mantas blancas al igual que el sillón en donde ella se sentaba por las noches a leerle hasta que la pequeña se dormía. Cajas de cartón yacían cerradas y apiladas en el piso, no había rastro alguno de los juguetes que siempre estaban desparramados por el piso. La niña, obviamente, no estaba en el cuarto.

Un nudo se formó en la boca de su estómago y se tuvo que apoyar contra la pared para no caerse. Sin mirar atrás se dirigió a su cuarto y al entrar se vió a si misma tirada en la cama, con sus venas abiertas en ambos brazos. Las sábanas, empapadas de sangre, desprendían un olor extraño. Fue al verse a sí misma, tirada sin vida sobre la cama, cuando entendió lo que ocurría. Ya no hacía falta volver al cuarto de su hija y vivir el acontecimiento de encontrarla sin vida entre las sábanas, un hecho que inevitablemente dispararía el trágico final.

sábado, septiembre 17, 2005

Cambio radical (2º Parte)

- Buena colección de libros la de tu amigo.
- Sí, mis preferidos son los de Capote. Me encanta con la inocencia con que escribe algunos de sus cuentos –dije.
- Es muy bueno. Mi autor favorito es Henry Miller.
- Sí, lo he leído. ¿Cuántas experiencias relatadas no?
- Sí. Me encantó cuando escribió como su novia lo deja solo en New York y se escapa con su amiga lesbiana a Francia –dijo guiñándome un ojo.
- Tragicómico –dije sonriendo.
- Totalmente –asintió.

Al cabo de un rato el whisky había desaparecido. Estábamos todos ya bastante relajados y empezamos a preguntarnos dónde podríamos ir a pasar el resto de la noche. Fue entonces cuando ella habló.

- Yo quedé con un amigo que vive a la vuelta del supermercado en que me llevaría a mi casa en su auto dado que estoy cargada con las bolsas de la compra de la semana. Si quieren lo puedo traer y una vez que me lleve podemos salir por ahí, él seguro que se prende y nos moveríamos en auto o sea que si les parece lo voy a buscar.

Los miré a Fabián y a Gustavo. Asintieron.

- OK, andá a buscalo que te esperamos acá –dije.
- Enseguida vuelvo –dijo y se dirigió hacia la puerta con la absoluta confianza de quien se va de su casa. Abrió y al salir me dirigió una imperceptible sonrisa.

Me dirigí hacia el baño. Encendí la luz, abrí la canilla del agua fría y me lavé la cara. Me miré en el espejo con el rostro todavía mojado. Seguía sin entender la situación. Me sequé el rostro. Me miré el pelo, lo tenía bastante crecido, tendría que ir a cortarme un poco las puntas la semana que viene.

Al salir del baño los veo a Fabián y a Gustavo hablando entre ellos. Me miraron sonriendo. Desgraciados, sabía lo que pensaban. A los 10 minutos sonó el portero. Fabián fue a atender. Era ella. Quería que bajáramos ya que estaba con el amigo en su auto.

Bajamos hasta la planta baja y la veo apoyada contra una de las paredes del pasillo de entrada. Me mira.

- Vamos –dice
- Vamos –contesté.

Su amigo tenía el auto estacionado a unos metros del edificio. Caminamos hasta el lugar. Fabián y Gustavo seguían con sus sonrisitas pero sin decir palabra. Su amigo estaba apoyado en el capó del coche fumando un cigarrillo. Me miró y sonrió.

- Él es Víctor –dijo ella presentándomelo.
- Hola Víctor, ellos son Gustavo y Fabián –le dije señalándole a mis amigos.
- Hola –dijeron mis amigos al unísono.
- Bueno, vamos que se hace tarde y odio el tráfico de los Viernes por la noche, se juntan todos los que vuelven tarde del trabajo y todos los que salen a divertirse –agregó Víctor muy apurado y poco interesado en el ritual del saludo-presentación.
- OK, vamos –dije.
- Subí adelante con él –me dijo ella sonriéndome despreocupadamente.
- Cuidado con esos dos que van a ir atrás con vos –le dije guiñándole un ojo.
- Descuidá –me respondió devolviéndome el guiño.

Subí adelante con Víctor y ella atrás junto a Fabián y Gustavo. El auto se empezó a mover. Tomamos la autopista pegada a la costanera del río. Ahí estaban todos los lugares a los cuales frecuentábamos siempre con mis amigos. Pasamos por una esquina en la cual habían inaugurado un lugar nuevo.

- ¿Qué lugar es ese? –pregunté.
- “Inferno”, es una disco nueva que abrieron dos semanas atrás –me contestó Víctor sin quitar sus ojos del camino.
- Ah... ¿Y qué onda el lugar?
- Música electrónica de la buena, mucha vanguardia. El ambiente es espectacular, lindas minas... –dijo mirándome con cara de pícaro.
- Podríamos ir hoy, ¿no? –pregunté volteándome hacia atrás.

No hubo respuesta. Fabián y Gustavo me miraron con cara de “me da igual”. Ella tenía su rostro pegado a la ventanilla mirando totalmente abstraída como corría el río. El resto del viaje hasta el edificio donde vivía ella transcurrió sin que nadie abriese la boca. Víctor puso un CD en la compactera del auto y subió el volumen. Seguí pensando en lo absurda, descabellada y totalmente ilógica situación en que nos encontrábamos o mejor dicho en que yo me encontraba. Tan ilógica que ni siquiera sabía su nombre (ni se lo había preguntado) y ella tampoco sabía quien era yo.

Llegamos a un gran complejo de 3 torres. Un lugar de bastante categoría, tenía un gran parque excelentemente cuidado a modo de entrada a los edificios. El auto se detuvo silenciosamente. Nos bajamos. Víctor bajó con las llaves en la mano, fue hasta el baúl, lo abrió y sacó las 4 bolsas con la compra semanal de ella. Ella tomó las bolsas.

- ¿Subimos? –me preguntó mirándome fijamente.
- Bueno, te acompaño –le respondí.
- Ustedes chicos quédense acá que enseguida volvemos –les dijo con su mejor sonrisa.

Ninguno dijo palabra. Caminamos por el parque hasta llegar a la torre 2 que era donde vivía ella. Entramos. Llamó al ascensor. La espera se hizo interminable y mi corazón latía muy rápido. Repensé toda la situación, el supermercado, yo con el paquete de cereales queriendo disimular que no la veía, cuando le hablé... En fin, diapositivas de todo lo que había hecho pasaban por mi cabeza a una gran velocidad. Finalmente llegó el ascensor.

- ¿En qué piso vivís? –pregunté para buscar conversación.
- En el 17.
- Guau, alto. ¿Tenés buena vista desde ahí arriba?
- No sé definir que es tener buena vista. Se ve bien. No sé –me respondió casi sin interés.

Otra vez el corazón que se aceleraba y yo que me acaloraba cada vez más. 7, 8, 9, 10... Llegamos. Caminamos por el largo pasillo poblado de puertas y letras en ambos lados. “J”. Abrió la puerta.

- No hagas mucho ruido que mi hijo puede estar durmiendo, si es que la niñera lo acostó.
- Ah, bueno... –dije con gran sorpresa disimulada– ¿Y qué edad tiene?
- Es chico, tiene 3 años.
- ¿Y el padre? –pregunté.
- Se borró.
- Disculpá, si me entrometí más de lo que debía, es mi maldita curiosidad.
- No hay historia... O sea nada de otro mundo. Hoy es tan común que... Bueno, en fin... Hombres... –dijo suspirando y sonriendo levemente.
- Son todos iguales ¿no? –le respondí con algo de ironía y sonriendo.

Se dirigió a la cocina con las bolsas. Vino de vuelta hasta el living que era donde yo estaba. Traía un post it amarillo en la mano. Lo leyó para sí misma.

- Sí, la niñera lo acostó hace media hora y se fue.
- Ah...
- La voy a tener que volver a llamar si vamos a salir.
- Primero tendríamos que preguntarles a los demás qué quieren hacer... –sugerí.
- Sí. Esperame un segundo que quiero ver cómo está mi hijo.
- Sí... Andá tranquila.
- Ya vuelvo, sentite como en tu casa.

El departamento estaba decorado con muy buen gusto. Muebles modernos de color oscuro. El color negro era el predominante. Grises por doquier. Me senté en un puff que había al lado de un sofá y tomé una de las varias revistas que había tiradas en el piso. Era una Vogue. De dos meses atrás. Kate Moss lucía más famélica que nunca en la tapa. De pronto sentí que me atraía Kate Moss. Nunca le había prestado gran atención. Ahora me gustaba. ¿Qué me estaba pasando?... Era toda la situación. Traté de no pensar y hojeé la revista.

Terminé y tomé un libro que estaba al lado de la pila de revistas. “La metamorfosis” de Franz Kafka. Excelente gusto literario, pensé. La historia trataba de un hombre que amanece un día siendo algo totalmente distinto a lo que era, se levanta convertido en un insecto: una cucaracha. Vaya cambio radical en la vida de alguien. Dejé el libro. Me acosté arrellanándome lo más posible en el puff. Cerré los ojos por un instante. Trataba de no pensar en nada. ¿Estaba ocurriendo realmente todo aquello?

Seguí tratando de poner mi mente en blanco cuando sentí que ella se había echado a mi lado. Me corrí y le dejé algo más de lugar. Giré hasta ponerme de perfil y me apoyé sobre mi codo con la mano en la pera y me la quedé mirando. Esos ojos. No podía tener esos ojos. Maldita sea, otra vez el corazón que se aceleraba. Bajé la mirada. Ella seguía tendida al lado mío en la mitad del puff que le había dejado libre.

- ¿Qué pasa? –me preguntó secamente.
- Nada, esto no es para nada normal. No me siento bien. Nunca hago estas cosas, no quiero que pienses mal de mí... Me muero de vergüenza... Yo...
- Shhh... –susurró.

En ese momento giró suavemente sobre uno de sus lados y se me quedó mirando fijamente a los ojos con su rostro a escasos centímetros del mío. Fue entonces cuando me dio un suave beso, casi rozándome los labios, como testeando mi reacción. No podía moverme. Mi corazón se resistía a bajar de velocidad. Yo seguía con la mirada baja. Por Dios, ¿qué estaba haciendo? ¿Estaba soñando? No podía ser real. Ella puso su mano sobre la que yo tenía todavía apoyada en mi pera. Se me erizó la piel. Bajó con su dedo índice por todo mi brazo. Luego posó su otra mano en mi cintura. Empezó a acariciarme con uno de sus dedos la zona de mi abdomen con apacibles movimientos circulares, y bajó y bajó hasta llegar a la cintura del jean. Metió tan sólo una falange de su delgado dedo mayor y empezó a girar en círculos pequeños acariciándome por entre la parte superior de mi ropa interior. Subí la mirada y la miré fijamente. Me miró sin dejar de acariciarme y me besó nuevamente, esta vez más cálidamente que la primera vez. Su mano bajó un poco más. Su dedo ya cálido por los pequeños movimientos con los que acariciaba mi piel bajó aún más y me acarició muy suavemente el clítoris. Nunca pensé que podía llegar a sentir tanto placer si me acariciaba alguien de mi mismo sexo. Esto duró tan sólo unos instantes. Luego con un movimiento rápido, pero muy gentil a la vez, retiró su mano. Me miró.

- Te noto demasiado nerviosa –me dijo.
- Es que es la primera vez... –respondí con voz temblorosa.
- Está bien, me dí cuenta por cómo reaccionaste cuando te toqué. ¿Te gustó lo que sentiste?
- Te mentiría si te dijera que no.
- Está todo bien.
- Sí... –dije con cierta vergüenza.
- Yo diría que vayamos bajando, los chicos deben estar impacientes, ¿no te parece? –preguntó.
- Me había olvidado completamente de ellos –le respondí.
- Seguro deben estar hablando de mujeres con Víctor en el auto.
- Sí, probablemente –asentí.
- Hombres... –dijo guiñándome un ojo.
- Son todos iguales –completé la frase con mi sonrisa más irónica.

miércoles, septiembre 14, 2005

Cambio radical (1º Parte)

Hay determinados lugares en la ciudad que parecen no haber sido alcanzados por el paso del tiempo. Me refiero a determinadas construcciones, edificios o hasta algunos departamentos construidos hace más de 30 años y que todavía conservan ese “no sé qué”; tal vez sea el olor característico que tienen y que siempre lo sentís y reconocés familiarmente en el aire cuando entras al lugar. Este era el caso de un departamento que un amigo acababa de alquilar.

La dueña del lugar había estado fuera del país, en Europa creo, por no sé cuanto tiempo. Fabián había arrendado el lugar por el bajo precio del alquiler y porque el departamento era realmente grande. Les decía lo del paso del tiempo ya que el lugar estaba íntegramente decorado y amueblado con la funcionalidad, colores y estilo de los años ´70. Todo muy art-deco-pop... muy disco por etiquetarlo de alguna forma.

Al entrar, automáticamente, a cualquiera le parecía retroceder 3 décadas en un instante. El lugar había estado sin alquilar por mucho tiempo y se notaba. Éramos 3. Fabián, el flamante dueño temporal del ph, Gustavo y yo.

- Esto hay que festejarlo, hoy es la gran inauguración de mi nuevo hogar –dijo Fabián.
- Bueno, no exageremos, “gran inauguración”; solamente somos tres –acoté.
- Ya lo sé. No tiene nada de extraño, siempre somos 3 para todo. Vamos al supermercado a por unas bebidas –agregó Fabián.
- Yo los sigo –dijo Gustavo, que hasta entonces había estado muy callado.

En el camino fuimos pensando qué comprar. Apuramos el paso dado que el supermercado cerraría en escasos 10 minutos.

Entramos al lugar repleto de gente, todos haciendo sus compras de última hora. Fabián y Gustavo se dirigieron al sector de las bebidas alcohólicas. Yo los seguía detrás hasta que... ¿Qué me estaba pasando? Me había detenido para mirarla más detenidamente. Disimulé lo más que pude y empecé a leer la parte posterior de una caja de cereales que había agarrado de una de las góndolas. Era realmente hermosa. ¿Qué estoy diciendo? Pero bueno, así fué como ocurrió de todas formas...

Parada delante de mí estaba ella, era una promotora de no sé que producto que tal vez yo nunca fuera a comprar. Sus ojos eran de un verde cautivante aunque tenían un dejo de tristeza, cansancio y hasta de resignación. Se notaba que había estado trabajando todo el día, parada en el mismo lugar, ofreciendo muestras gratis de eso que le pagaban para que promocionase. Vestía la ropa de trabajo con el logo del producto. Las holgadas prendas no ocultaban su belleza, por el contrario. Les decía que tenía este aspecto de cansancio porque ya no sonreía ni decía nada cuando alguien se acercaba, tan sólo se limitaba a dar la muestra gratis de aquella cosa.

Dejé la caja de cereales que había agarrado en la góndola. No podían quitarle la mirada de encima. Tenía una belleza realmente exótica por llamarla de alguna manera. Era cautivante. Yo seguía con mis reflexiones cuando aparecieron Fabián y Gustavo con una botella de Vat 69. Se quedaron mirándome fijamente. Yo seguía mirándola a ella. La cara de sorpresa que pusieron mis amigos cuando finalmente le hablé fue algo de antología.

- Hola, estoy con ellos dos, Fabián y Gustavo –dije señalándolos– Son mis amigos. Vamos a festejar no sé muy bien qué. Disculpá que me haya quedado mirándote de esa manera, pero no lo pude evitar. Nunca hice nada parecido y me muero de vergüenza, por favor no te ofendas pero no puedo irme sin antes preguntarte si no te gustaría venir con nosotros.

La mueca de sorpresa en las caras de mis amigos cambió por una sonrisa cómplice entre los dos. Después me enteré que era porque pensaban que yo la conocía de otro lugar y que les estaba jugando una broma. Pero no era así. De vuelta pusieron la cara de sorpresa cuando oyeron la respuesta de ella.

- Yo tampoco suelo hacer lo mismo, digo lo de salir con personas que no conozco, pero en este caso la respuesta es sí. ¿Por qué no?, ya estoy harta de estar acá y salgo dentro de 5 minutos. Me cambio esta ropa y los encuentro afuera.

Ni Fabián ni Gustavo abrieron la boca. Pasamos por la caja y Fabián pagó la botella de whisky. Salimos del lugar y nos paramos enfrente a esperarla.

- Vos la conocés de algún lado... A mi no me engañás –me dijo Fabián.
- Para nada, sé que les resulta sumamente extraño lo que hice, incluso sé que esa no es mi forma de actuar, ¿cómo voy a hablarle a una mujer que no conozco de esa forma? pero créanme no sé por qué lo hice. La vi ahí parada con aspecto de cansada, vi esos ojos hermosos pero tristes y bueno, no sé, hice lo que hice. Me dio lástima, sentí que lo tenía que hacer.

En realidad no sentí lástima en ningún momento, tal vez ganas de que ella no estuviera allí. Lo que sentí fue atracción, es increíble ya lo sé, no sé como les estoy contando todo esto, pero en fin, eso fue lo que ocurrió.

- Increíble –dijo Gustavo.
- Ya lo sé, pero bueno, lo hecho... hecho está. Es muy linda así que por lo menos van a tener algo que mirar en el transcurso de la noche.

A los 3 minutos salió del lugar cambiada con sus ropas. Llevaba una mochila en la que supuse llevaría sus ropas de trabajo. Llevaba además dos bolsas del supermercado en cada mano, presumí que serían sus compras particulares.

- Vamos acá a dos cuadras. A la casa de él –dije señalándolo a Fabián.
- ¿Y qué es lo que festejan exactamente? –preguntó.
- En realidad es la fiesta de inauguración del nuevo departamento de mi amigo. Es un lugar que parece sacado de una serie de finales de los ‘70 –dije.
- Ahá... Todavía quedan muchos de esos lugares –me dijo mirándome con esos ojos verdes ahora con una mirada más distendida.
- Está amueblado y todo. Todo de los ´70 –dijo Fabián tratando infructuosamente de seguir la conversación con ella.

Pero ella se limitó a sonreír sin ganas y no emitió palabra. Realmente era muy linda. Yo seguía sin entender nada de lo que estaba haciendo y me empezaba a morir de vergüenza por lo que me dirían Fabián y Gustavo cuando estuviéramos a solas. Nunca había hecho algo similar, ni siquiera se me había pasado por la cabeza el hacer algo así.

Llegamos al edificio y al entrar me regaló una de sus más lindas sonrisas. Fabián y Gustavo seguían sin decir nada y supongo que sin entender nada también.

Subimos hasta el dpto. Entramos y Fabián enseguida puso algo de música. Gustavo fue a buscar 4 vasos para el whisky. Nos sentamos en un sofá color crema con almohadones anaranjados. Sonaba Moby de fondo.

- ¿Siempre trabajaste de promotora? –le pregunté.
- Generalmente sí. Aunque también estoy trabajando con una agencia de modelos chica. No grandes cosas, sólo algunos desfiles y algo de publicidad gráfica. ¿Y vos qué hacés de tu vida?
- Estoy estudiando biología –respondí.
- Interesante –agregó.

Los chicos estaban hablando entre ellos no sé de qué. Charlamos algunas naderías más. De pronto vi que quedaba sólo la mitad de la botella de whisky. Cómo pasaba el tiempo. Fue entonces cuando ella se levantó y empezó a bailar sola mirando distraídamente la biblioteca con los libros de mi amigo. Me levanté y empecé a moverme junto a ella. Me miró. Sonrió. Movía su cuerpo al mismo ritmo que yo. Fabián y Gustavo se limitaban a mirarnos y beber.


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Córdoba, año 2000. Viejos escritos encontrados. Ya sé que tengo todo esto muy abandonado, pasa que el laburo me trae mal. Espero que les guste igualmente, digamos que el relato es bastante distinto a lo que usualmente leen por acá.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

viernes, agosto 19, 2005

Primer año

Happy birthday Mr. Blog, happy birthday to you...

Muchas gracias a todos los que pasaron por acá a lo largo de este primer año, tanto a los esporádicos como a los de siempre; porque definitivamente éste experimento llamado deuxmachine ES en gran medida gracias a todos ustedes...

¡Salutes!

domingo, agosto 14, 2005

El último día



Render por Jimmy Maidens


En el último día el sol brillaría como nunca en un atardecer espléndido. Los niños correrían inocentemente de aquí para allá entre la dunas de arena jugando al más simple de los juegos, el de simplemente ser, cantando canciones nacidas de las gargantas de sus antepasados centenares de años atrás. La inocencia fue siempre lo opuesto al conocimiento, pero no a la sabiduría, y esa misma inocencia sería la que resplandecería espontáneamente en la cara de los niños en ese futuro atardecer; y es que viviendo en esa inocencia y con esa sabiduría ellos nunca tendrían la necesidad de iniciar una guerra.

Más allá de todo, en el atardecer del último día, gran parte de la humanidad seguiría sin entender que debía parar, que tenía que parar. Parar y reflexionar. Parar y ver hacia donde se dirigía. Parar y corregir el rumbo. Parar y preguntarse para qué es que seguían. Parar y contemplar el caos, contemplarlo hasta que todo se transformara en acción causal, observarlo y comprender finalmente como la ignorancia surgía de un conocimiento que distaba mucho de la sabiduría, de la verdad original. Pero en ese atardecer del último día ya sería muy tarde para todo, y las cosas se seguirían complicando cada vez más segundo a segundo; la complejidad y la estupidez humana se habrían vuelto ya inmanejables, más allá de toda posible abstracción.

Y es que en el último de los días de nada serviría ya ver si fueron ellos o fueron los otros, si fueron terroristas o guerreros de la libertad, si fueron saqueadores de petróleo o libertadores de regímenes tiránicos. Más allá de toda definición, en el último instante, que sólo será el futuro ahora, me quedo con la inocencia de los niños y de la gente simple, tomados de las manos, mirando las bombas caer, con una leve sonrisa de ingenuidad en sus caras, viendo finalmente estallar la complejidad del todo devenida en la simpleza con forma de muerte.


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Luego de ver sus trabajos en la web quedé deslumbrado con los dibujos de Jimmy, es por eso que me puse en contacto con él y gentilmente me ha cedido algunos de sus renders para ilustrar mis relatos. Con el tiempo ya verán algunos más colgados por aquí...
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

jueves, agosto 04, 2005

Elige un rayo

La vio sentada a la orilla del río, ella tenía su mirada perdida en la profundidad celeste de aquel cielo diáfano que dominaba la mañana. Los rayos dorados del sol bañaban todo su cuerpo, conformando una escena que él observaba sublime. A juzgar por la belleza de lo que veía, podía decirse que ella se encontraba perdida en ese estado atemporal de conciencia con la unidad, ergo de felicidad absoluta; ese momento que en su máxima expresión terrenal no dura más que algunos segundos, samadhi. Este estado se reflejaba en su cara, en la forma de una leve sonrisa asomándose a través de sus labios. Enseguida, él cayó en cuenta de lo que sucedía, y es que ella, aún sin saberlo, ya era una elegida más.

La esperó sentado en una piedra, contemplándola a poca distancia. Finalmente la joven volvió en sí misma, recogió la canasta con ropa húmeda y emprendió lo que ella creía iba a ser un corto viaje de regreso hacia la pequeña aldea. Se dio cuenta de su presencia apenas a unos metros desde dónde éste todavía la esperaba sentado en la piedra. Él sonrió, ella le devolvió la sonrisa con algo de timidez bajando su mirada.

- ¿Bonita mañana, verdad?
- Hermosa –contestó ella.
- ¿Puedo acompañarte hasta donde sea que vayas?
- Sí, gracias, eres muy amable.
- De nada, Devi, el gusto es mío.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- Sé tu nombre así como sé miríadas de otras cosas, de la misma forma en que al final no sé nada de nada.
- Anda ya, deja de jugar conmigo... –le dijo con voz juguetona. Él sonrió.
- Voy de vuelta camino hacia mi aldea.
- Entonces, si me dejas, te acompañaré.

Caminaron algo más de quince minutos internándose en el bosque. Llegaron a ese sector en donde los árboles son tan altos y tupidos que apenas dejaban pasar algunos rayos de sol. Cerca de un viejo cedro yacían dos rocas, y entre ambas caían dos rayos muy bien definidos de aquel maravilloso sol matinal.

- Observa –le dijo él– algún caminante asiduo a este bello paraje ha dejado esas dos piedras junto a éste árbol para poder recostarse a descansar durante sus caminatas. ¿Quieres que nos sentemos por un momento?
- ¿Por qué no? Aún es temprano y hoy tuve mucha ropa que lavar. No vendría mal parar y descansar unos instantes.
- Unos instantes serán más que suficientes –le respondió él con su mirada perdida entre los árboles.

Sentados ya, uno en cada piedra, respiraron profundamente aquel aire fresco que les devolvió algo del aliento perdido. Aspiraron a su vez los más variados aromas del bosque contemplando los alrededores sin emitir palabra. Él fue el que propuso el juego.

- ¿Observas estos dos rayos de sol que se cuelan por entre las ramas de estos grandes árboles?
- Sí, son muy bonitos –asintió ella.
- ¿Observas las miles formas de vida que flotan en ellos? La misma luz te las revela ¿Las puedes ver verdad? Ellas están como reposando en ese vacío y de repente, cuando el sol quiere, son atravesadas por estos rayos de luz, y son ellas mismas las que a su vez definen, junto al vacío, la forma de cada rayo que vemos.
- Es verdad. El vacío y ellas definen su forma.
- ¿Imaginas lo que deben de sentir estas formas de vida al verse envueltas de golpe por ésta luz?
- No lo sé, pero supongo que debe ser algo maravilloso; y al no entender ellas lo que sucede, es todo mucho más bello aún.
- Aunque el poder de las palabras no alcance nunca para poder expresarla, eso que has dicho se acerca bastante a la experiencia. Devi, ¿Te gustaría experimentar esa sensación?
- Bueno, ya, deja envolverme en tus juegos –le respondió ella sonrojándose. Él no pudo más que sonreír ante su inocencia.
- Anda, escoge un rayo. Uno de los dos que ves aquí.
- Ya...
- En serio, elige uno, elige un rayo.
- Ese –dijo ella posando la punta de su dedo índice derecho sobre uno de ellos.

En el momento en que tocó con la yema de su dedo la dorada luz del rayo, él le tocó levemente la frente, en el punto medio por encima de sus ojos. Lo último que ella alcanzó a ver antes del ascenso fue un destello prístino y fue así como ambos se encontraron viajando de la mano hacia arriba por aquel túnel de luz camino al sol. A medida que iban subiendo se fueron despojando de sus cuerpos, de toda sensación de forma, de toda mente. Ya sólo eran flujos densificados de energía, intentando hacerse unos con la esencia misma de la luz del rayo. Instantes después, al llegar al sol, se fundieron en su masa llegando al núcleo, desde donde salieron disparados hacia el mismísimo principio desde donde todo surgió.

La luz del origen en su pureza carecía de dualidad, no era la vivaz luz del sol ni la apacible luz de la luna, era simplemente la unión de ambas, ya que el mismo principio carece de opuestos siendo todo unidad. Al hacerse uno con lo trascendente, ambos, ya no fueron ni siquiera luz, fueron vacío, y es que ya eran la nada misma soportando el absoluto desde donde estallaban todas las formas de vida. Ya en el mundo de los opuestos, se encontró sola bajo el árbol cuando finalmente volvió en sí; la ropa en la canasta ya estaba seca y su primer sensación fue que el atisbo de aquel éxtasis sólo parecía haber durado unos breves momentos, aunque claro, para que lo breve se transformara en eterno sólo sería cuestión de lo que denominan tiempo por estos lares.

lunes, agosto 01, 2005

Espejo

Al fin te estaba besando por primera vez, suavemente, muy lentamente a pesar de la ansiedad acumulada, empero contenida, de estos pocos días que llevo de conocerte; y es que finalmente estábamos allí, en mi cuarto, en mi cama, yo sobre vos, vos sobre mi, nosotros como uno sobre el todo. Alternando besos entre tu boca, tus mejillas, tu cuello, para subir nuevamente hasta tus labios y empezar una vez más con ese círculo perfecto que hubiese querido dibujar por siempre, samsara. Una música sonaba de fondo, en un momento me pareció estar escuchando una melodía de R.E.M.; las notas transportadas por una suave brisa de verano hacían bailar a las cortinas blanco-transparentes de mi ventana. Más allá del balcón, el vacío de la noche, el silencio, y en lo alto de un cielo despejado, la luz del sol reflejada en la luna iluminaba toda la situación; parábola perfecta de la conjunción de opuestos, hombre-mujer, luna-sol.

Me despierto de repente y otra vez esa sensación, ese maldito nudo que nuevamente se ata a sí mismo en la boca de mi estómago. La dualidad que de a poco me devuelve a este mundo de ilusiones, despierto de un sueño en otro sueño al que muchos llaman realidad. Y es allí donde me doy cuenta que la imagen devuelta por el espejo de mi sueño no era yo, que no es verano, es primavera que se siente como invierno, que no es mi cuarto, es su cuarto, que no es acá, es allá, que no es mi cama, es su cama, que no sos mía, sino de él.

miércoles, julio 20, 2005

El cuarto imposible

La gran casa ocupaba toda una esquina en la parte vieja del pueblo siendo una de las pocas en contar más de cien años, hecho que la convertía en una de las más antiguas de la zona, sino en la más, a pesar de que casi ningún habitante del pueblo supiera en aquel entonces con exactitud la edad real de aquel sombrío inmueble, con la salvedad de un par de viejos empleados de catastro, hermanos y compañeros ambos, que desempeñaban sus funciones por aquellos días en la oficina de rentas situada en la alcaidía local.

En el exterior de la señorial construcción dominaba el ladrillo visto, los mismos encantaban la atmósfera a su alrededor con un color ocre opaco, enegrecidos aún más por el transcurso natural del tiempo. Algo curioso ocurría en el fondo de la casa, dado que en toda la parcela del terreno que correspondía al patio trasero de la propiedad no podía observarse una sola planta: ni un árbol, hierba, yuyo o brizna de pasto; y es que toda la tierra sobre la que yacía aquel viejo monstruo de concreto y ladrillos parecía estar muerta, despojada absolutamente de todo rasgo de vida.

Santino Pettorozzi era el dueño del único taller de compostura de calzado que había en el pueblo y su pequeño negocio lindaba, pared compartida de por medio, con un sector del ala izquierda en la planta baja de aquel sombrío caserón. A lo largo de sus años desempeñándose en el noble oficio de zapatero, Don Santino, fue conociendo por boca de sus clientes decenas de historias tejidas alrededor de aquella casa, historias fantásticas surgidas todas en torno a un horrible crimen acaecido decenas de años atrás, en un pasado ya bien pisado que se remontaba hasta los orígenes mismos del pueblo.

En aquel famoso crimen hubo de protagonizar el papel de víctima una distinguida dama de la aristocracia local de aquel entonces, Vera Castellino, que por esos días había sido la propietaria de la casa. El cuerpo de la mujer había sido hallado en la planta baja, frente a una pared del ala izquierda de la casa, pared de la que colgaba por aquellos días, y que según dicen todavía permanece allí, una pintura titulada "Le mort". En el cuadro podía observarse una antigua representación al óleo de la mismísima muerte, aunque ésta no era precisamente la típica imagen de "La Parca" que se conoce popularmente, esa que se la muestra enfundada en una larga túnica negra, encapuchada y sostiendo su hoz segadora de vida; no, esta representación era muy distinta, ya que en aquella obra se podía ver retratado a un hombre muy mayor, de largos cabellos blancos y una tupida barba del mismo color. El hombre de la pintura sostenía una mirada sin sentimiento, vacía, lo que a su vez implicaba un mirar lleno de conocimiento y tranquilidad; una mirar que reflejaba la plena aceptación del papel que debía de representar en este teatro de ilusiones que conocemos como mundo.

Según lo trascendido por las pericias forenses realizadas en ese entonces, la causa del deceso de la mujer había sido catalogada como muerte inducida por asfixia, aunque no hubo ningún indicio que demostrara que la misma hubiese sido estrangulada o violentada de forma alguna, y fue precisamente la falta de estos indicios lo que terminó por perder por completo a los policías y forenses actuantes en el caso. Según constaba en actas, el cuerpo de la mujer había sido hallado cinco días después de su muerte, hecho un bollo, en posición fetal, con sus pulmones retorcidos cual si hubiesen sido literalmente exprimidos de todo el aire que alguna vez hubieron de contener.

Todas las historias hilvanadas en base a aquel misterioso crimen, la casa y aquella extraña pintura formaban ya parte del folclore popular de la zona y la gente se las transmitía de generación a generación, de padres a hijos. Pero como si todos éstos desvaríos populares no hubiesen sido ya suficientes, una historia más se estaba gestando en las entrañas mismas del único taller de compostura de calzado del pueblo, y la autoría de ésta última no sería precisamente del maestro zapatero dueño del local, sino de su ayudante y aprendiz del oficio, el joven Luca Piscitelli.

Luca Piscitelli y su amigo Giorgio Bonavita se habían convencido mutuamente que dentro de aquel caserón, que llevaba por ese entonces años deshabitado, se encontraba oculta la gran fortuna que alguna vez hubo de pertenecer a la difunta Vera Castellino. El plan de los jóvenes fue concebido con simpleza; un caluroso Sábado de Julio, bien entrada la madrugada, decidierom abrir un boquete en la pared del taller colindante con la casa para así poder ingresar a la misma sin ser vistos. La decisión de los jóvenes fue realizar el buraco detrás de un viejo armario de madera que servía de almacén para las herramientas del taller, ésto con el objeto de poder limpiar rápidamente la zona y volver a ubicar el armario en su sitio, ocultando el hueco en la pared una vez terminada la operación que los hiciese ricos.

Mazaso tras mazaso, y con el debido cuidado de no hacer demasiado ruido, empezaron a debilitar la pared que había resultado ser más robusta de lo que pensaron. Grande fue la sorpresa cuando lograron remover el primer ladrillo que los separaba del otro lado, y es que un rayo de una luz blanca mortecina cortó de repente el espacio definido entre la pared y el piso del taller. Al principio los invadió un terror primitivo, más luego los terminó venciendo la curiosidad y la avaricia, semillas primitivas de las cuales había germinado el plan original. Fue Luca el primero que se atrevió a asomarse para ver de donde provenía aquella luz. Su intento fue en vano y no pudo distinguir nada, ya que su ángulo de visión sólo le permitía cubrir lo que parecía ser sólo una parte de un cuarto con paredes blancas, del mismo blanco ténue del haz de luz que cortara momentos antes la oscura atmósfera del taller cuando removieran aquel primer ladrillo.

Lejos de acobardarse los jóvenes siguieron con la tarea, pero ya con paso acelerado, arrancando ladrillo tras ladrillo con sus propias manos. Se daban ánimos mutuamente, y es que aquel era definitivamente el cuarto que habían estado buscando, allí estaría de seguro oculto el tesoro, la fortuna de aquella desafortunada mujer. Cuando el hueco fue lo suficientemente grande como para pasar los dos juntos a la vez, fue que se decidieron a ingresar finalmente en la habitación. La situación volvió a sorprenderlos una vez más cuando en el extremo opuesto del cuarto se encontraron con un hombre, muy mayor, sentado frente a un escritorio. El hombre vestía un traje de corte antiguo color blanco, con un lazo de seda del mismo color a modo de corbatón. Tenía largos cabellos canos y una tupida barba blanca; sus ojos estaban cerrados y parecía estar dormitando.

Presas del estupor los jóvenes se miraron el uno al otro, y fue Luca el que empezó a observar con más detenimiento la arquitectura de aquel cuarto. Lo extrañó sobremanera que aquel ambiente no tuviera puertas ni ventanas, estaba concebido como una sola unidad que no daba a ningún lado, y es que lo que observaban sus ojos era la geometría de un cuarto imposible. El lugar tampoco parecía tener fuentes emisoras de luz, ya que ésta última parecía brotar de las mismas paredes. Todo en el cuarto era de un blanco níveo, un blanco pulcro, aséptico; si hasta el mismo escritorio al que estaba sentado aquel hombre parecía estar hecho de una madera albina.

De un instante a otro el hombre pareció despertarse. Los miró tranquila aunque fijamente a los ojos, primero a uno, luego al otro. Con movimientos muy suaves y con una parsimonia que de lo pausada llegó a inquietar a los jóvenes, abrió lo que parecía ser un pesado libro índice forrado en un cuero negro azabache, que reposaba sobre el escritorio. El contraste entre el negro del exterior del libro y el blanco del escritorio fue lo que inicialmente los inquietó, y es que el color negro les dió la pauta de que lo que estaba por ocurrir sería inevitable. El hombre sacó del bolsillo interno de su saco una antigua estilográfica color plata y la agitó suavemente sobre una pequeña hoja de papel secante que tenía en uno de los extremos del escritorio. La pluma despidió un par de gotitas de tinta color rojo sangre y ese fue el color que los terminó de aterrar completamente para ya sí confirmarles la gravedad de la situación. Por más que intuyera lo inútil del movimiento, Luca se dió vuelta buscando el boquete en la pared, aunque ya sabía de antemano, muy dentro suyo, que ese hueco ya no estaría allí. A todo esto el hombre posó la dorada punta de la pluma sobre una de las hojas de aquel libro. Primero escribió el nombre de Giorgio Bonavita y éste cayó al piso retorciéndose y soltando unos agónicos estertores que reveberaron en el cuarto como el sonido mismo de la muerte. Luca, comprendiendo la situación, sólo cerró los ojos y esperó su turno.

Una semana más tarde lo nauseabundo del olor terminó por confirmar las sospechas de Don Santino sobre la extraña desaparición del joven ayudante y su amigo. Los encontraron a los dos tendidos en el piso, en posición fetal, como una macabra ofrenda dejada frente a aquella pintura que, efectivamente, seguía colgada en aquella pared del ala izquierda de la casa.

miércoles, julio 13, 2005

Freedom fighter

The orders arrived quite late that afternoon. The US-AF-403 tank and crew were lying down by the side of the road, sucking up the last rays of the iraqi sun, when the radio finally spit out the mission briefing. The missives were clear, they would have to protect a caravan of trucks loaded with oil that would leave a refinery near Fallujah later that night.

It was nothing but routine, they all thought, no big deal. They did the same move hundreds of times before and they never experienced an incident, but that was all about to change, even before the mission started.

A group of six women and a little boy were crossing the road just in front of the tank, ignoring it at all, when a soldier whistled to one of the women in a disrespectful kinda sexual way. A camera man, member of the crew from a french news channel, was capturing the whole scene in beta (just for backup footage) one hundred meters away from the tank. The women started to scream in their language, an arab dialect, in response to the soldier's offense. All the troopers were still laughing at the women when the captain emerged from the steeled bowels of the tank and ordered them to cover up their posts in order to start the trip to the refinery. But the fact was that the women didn't move aside, they were still in front of the tank blocking the road.

Captured in a rapt of madness the captain came out from the tank's upper scuttle and shot at one of the women right in her chest with his gun. The point of no return was crossed once again as many times before, and the simple statement "for each action there is a reaction" was about to be proven again once more.

The rest of the women began to yell even louder than the first time and they started picking stones from the side of the road. The little boy knelt down in the floor for a moment next to his mother's bleeding body while the other women began to stone the tank. The boy took a very good look at the blood in his hands, and all the impotence, all the hate, all the sorrow mixed up with his mother's blood became a stone, a stone that he threw and blew off the captain's head like no other stone ever done it before. Then, a deep silence took place in the scene, it was silence product of an add of other differents silences: The silence of the crew, the silence of the women, the silence of the camera man filming the whole situation and the silence of the boy.

Later that night a news channel in France broadcasted the whole footage of the incident and millions of viewers all over the world were captured by that same silence, a silence dressed up in wisdom that was intended to show us something, something for us to learn. However, a few minutes later when the transmission was over, everything continued the way it was before, and in one hand some people saw in that boy the born of a future terrorist, and in the other, some people saw the consummation of a freedom fighter.

miércoles, julio 06, 2005

La única salida es a través

Aquel resultó ser un atardecer radiante y aunque le hubiese gustado estar sentado frente al lago, mirando a los padres jugar con sus hijos en la playita, no le quedó más remedio que emprender el viaje hacia el centro dado que no le quedaba nada de nada en las alacenas de la cocina.

Una vez en el mini-mercado le dejó la mochila a la chica de la entrada que lo había recibido con una sonrisa tan luminosa y radiante como aquel atardecer que todavía explotaba en la distancia del horizonte. Lista en mano comenzó a navegar por el lugar esquivando gente que cual pequeñas barcas se apiñaban entre las góndolas para hacerse con los productos de "oferta de la semana". Alanis sonaba a través de los altoparlantes y aunque a nadie parecía importarle a él le llamó poderosamente la atención ya que últimamente, hacía algo más de ocho años para ser más preciso, lo único que venía escuchando cada vez que salía a hacer las compras era cumbia o pachanga, estilos de música que solían seleccionar los propios empleados de aquel pequeño mercado. La excepción se daba, claro está, cuando compraba en los grandes supermercados en donde se cumplía a rajatabla con las normas ISO nueve mil algo, ya que en esos lugares sólo se podía escuchar música funcional o "elevator music" como le llaman los norteamericanos, que no es otra que esa pseudomúsica que se escucha siempre en los ascensores de las grandes corporaciones multinacionales o en los pasillos de los monstruosos centros comerciales yanquis según cuentan las películas de por allá; claro que cualquiera de éstas dos opciones le resultaban por demás seca-mente, ya sea por lo monótono de la cumbia en donde todos los temas parecen sonar igual y pertenecer a un mismo conjunto o por lo aséptica y poco comprometida que podía llegar a resultar la música funcional. Pero aquel día todo fue diferente, sonaba Alanis y sólo por lo ¿casual? de aquel evento a él le pareció estar comprando en un supermercado salido de un capítulo de "La dimensión desconocida".

"The only way out is through, the only way out is through...", repetía una y otra vez Alanis en el estribillo de la canción y esa frase le quedó dando vueltas en la cabeza mientras iba tachando aquí y allá los víveres de la pequeña lista a medida que los iba introduciendo en la canasta. Al llegar a la registradora el cajero lo saludó con un cabeceo, gesto informal que sólo lo reservaba para los clientes habituales que más o menos fueran de su edad. Mientras iba pasando los productos frente al escáner el jóven le dijo a su compañero que embolsaba al final de la línea: "Alanis Morissette otra vez... No sé cómo a Natalia le puede gustar tanto eso". Él sólo se limitó a mirarlo. "¿Efectivo, débito o crédito?", preguntó el cajero. "Débito, caja de ahorro", sentenció. Devolviéndole la sonrisa a la chica de la mesa de entradas retiró la mochila y salió del supermercado pensando en que tal vez le gustaría conocer algún día a esa tal Natalia, sin saber que esa tal Natalia había sido la chica que acababa de devolverle el morral tan sólo unos instantes atrás.


"The only way out is through, the only way out is through...", tarareaba camino a casa con la compra de la semana hecha, "...the only way out is through, the only way out is through...", repetiría una y otra vez Alanis en el estribillo de aquella canción que lo acompañaría por el resto de su vida: "The only way out is through, the only way out is through...", serían las palabras acompañadas de la dulce melodía que invadirían su corazón al momento de darle aquel primer beso, "...the only way out is through, the only way out is through...", se oiría en la iglesia en el instante en que daba el y decidía tomarla como esposa, "...the only way out is through, the only way out is through...", le susurraría al oído a su hijo recién nacido mientras lo arropaba en sus brazos antes de acostarlo, "...the only way out is through, the only way out is through...", cantaría por siempre Alanis, y esa frase le quedaría dando vueltas en el inconsciente por muchos años más, hasta el día de su muerte, cuando sus ojos se llenaran de lágrimas por última vez mirándola a Natalia, en el momento en que llegaba a comprender el verdadero significado de aquellas palabras para finalmente dejarse ir.

viernes, julio 01, 2005

Nunca digas siempre

Comienza a sonar esa canción, justo esa canción...

"Remember the first time I told you -I love you-
It was raining hard and you never heard
You sneezed and I had to say it over
I said I love you I said... you didn’t say a word
Just held you hands to my shining eyes
And I watched as the rain ran through your fingers
Held your hands to my shining eyes and smiled as you kissed me..."


Jamás olvidaré esa fría noche de invierno cuando salimos de aquel pub y la lluvia nos sorprendió a mitad de camino hacia tu departamento. Supongo que fue el efecto del alcohol lo que nos hizo reírnos tanto del frío como de la lluvia y quizá aquella ofensa a los dioses fue la que nos trajo hasta el día de hoy. Y es que hoy vuelvo a sentir el frío de esa noche, puedo escuchar tu estornudar a la vez que desoías el -te amo- que se escapaba de mi boca y hasta puedo saborear aquel primer beso que nació empapado de promesas e ilusión.

"If you die you said so do I you said...
And it starts the day you make the sign
Tell me I’m forever yours and you’re forever mine
Forever mine..."


"If you die you said so do I you said...
And it starts the day you cross that line
Swear I will always be yours and you’ll always be mine
You’ll ways be mine
Always be mine..."


Parece que el final del año no augura otra cosa más que tristeza. Desde siempre sentí a Diciembre como el mejor mes del año, pero gracias a la madurez lograda a fuerza de golpes finalmente me estoy convenciendo de que algunos sentimientos no están destinados a durar por siempre, y es que nada permanece sin cambiar ni siquiera por un instante.

Laura sigue empacando cosas. Miro desde lejos el televisor que está en habitación contigua a la sala, están trasmitiendo desde hace 48 horas imágenes de la catástrofe climática provocada por las terribles lluvias que barrieron con casi toda una provincia en el noreste del país. Puedo ver en los ojos de la gente como arrasa la desesperanza, inundando de dolor sus corazones, así como el agua arrasó con todo, inundando sus hogares de penas con sabor a humedad. Tristeza y más tristeza. Pobre gente. Pobre yo. Si a la tristeza hoy hubiese que ponerle otro nombre sin duda que para mucha de esa gente ese nombre sería Lluvia, y cuán subjetivas pueden llegar a ser las cosas, porque en mi caso el nombre elegido sería un nombre propio y ese nombre sería el de Laura.

Empieza a anochecer. La luz crepuscular empieza a bañar la sala. Las notas bajas, agridulces, retumban en el ambiente y danzan sobre los pisos de madera de ébano, lo que hace que la acústica resultante sea un conjución perfecta de tonalidades oscuras que llenarán hasta el último rincón de mi desvastado corazón.

"Remember the last time I told you -I love you-
It was warm and safe in our perfect world
You yawned and I had to say it over
I said I love you I said... you didn’t say a word
Just held your hands to your shining eyes
And I watched as the tears ran through your fingers
Held your hands to your shining eyes and cried..."


Pasaron ya tres semanas desde aquella última discusión en que quedó expuesto el punto de quiebre, el punto de no retorno que finalmente acabamos por traspasar, ese punto en el cual ya no hay vuelta atrás, ni siquiera con ese último y desesperado -te amo- que se escapó de mi boca en el momento en que bostezabas por lo que nunca lo llegaste a oír. Todavía puedo sentir nuestro útimo abrazo y saborear lo salado de las lágrimas, esas que nos liberaron del "para siempre" de aquellas promesas vestidas de ilusión.

"If you die you said so do I you said...
But it ends the day you see how it is
There is no always forever... just this...
Just this..."


"If you die you said so do I you said
But it ends the day you understand
There is no if... just and
There is no if... just and
There is no if..."


Estoy en la sala recogiendo mis últimas pertenencias que yacen desparramadas por el suelo. Ella ya se ha tomado el trabajo de embalar una gran parte en cajas que descansan indiferentes, prolijamente apiladas en un rincón. La veo venir hacia aquí, me agacho y bajo la mirada, simulo ordenar mis libros, tomo un ejemplar de El Quijote, hago como que no la veo, infantilmente simulo no mirarla cuando en realidad lo único que quiero en este momento es pasarme una eternidad con la imagen de su cara reflejada en mis ojos. Pasa a mi lado, no me mira, y es que yo ya no existo para ella. En este momento toma un CD y lo pone en la compactera, como de costumbre apreta el botón del shuffle antes de accionar el play. El equipo selecciona un tema al azar. Comienza a sonar esa canción, justo esa canción...


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
La canción era "There is no if...", Disco "Bloodflowers", The Cure.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

martes, junio 28, 2005

Farewell

"I hope you see your ship come in,
may it find you and never lose its way..."

Nite and Fog, Mercury Rev

Tu barco ha llegado. Ahora es el tiempo de buscar nuevos cielos para seguir navegando, ya que los nuevos cielos te guiarán por rumbos que quizá nunca antes habías transitado, rumbos que te dejarán en puertos que luego habrás de tachar (nunca eliminar) de la lista para así seguir con la travesía.

Releo nuestra charla de anoche y recién ahora veo tu punto.

Pero después de todo: ¿Quién dijo que el amor sólo dura cuatro años? ¿Quién dijo que las entrevistas han de durar menos de tres minutos? ¿Y quién fue el que dijo que el deseo de querer escribir en un blog sólo dura tres años?

lunes, junio 20, 2005

Salida 2.0

El haber entendido realmente lo que ocurría fue lo que la impulsó.

Es una fría mañana de otoño, el reloj marca las nueve y cuarto cuando ella decide salir al balcón. Su camisón de seda color rojo punzó flamea violentamente a causa del fuerte viento matinal. El hombre que ocupa el cuarto contiguo la ve traspasar la baranda y se apura a dar el aviso a la recepción.

Cuando Miguel Ordoñez, jefe de seguridad del hotel, y un joven botones logran derribar la puerta ya es demasiado tarde. Ordoñez encuentra la habitación vacía y sólo atina a tomarse la cabeza para volver a bajar rápidamente al lobby del hotel. Sólo el botones tiene el coraje de salir al balcón y asomarse para ver. Y entonces la ve, ella ya sólo es una pequeña mancha rojo punzó, sí, pero ascendiendo para desaparecer entre las nubes de un cielo gris, un cielo gris que cubre esta fría y ventosa mañana otoñal.

El haber comprendido realmente lo que ocurría fue lo que la liberó.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Querida Ana: En presente, con menos rimas y algún retoquecito aquí y allá. Esperemos que te guste así...
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

martes, junio 14, 2005

Salida

El haber entendido realmente lo que ocurría fue lo que la impulsó.

Era una fría mañana de otoño. El reloj marcaba las nueve y cuarto cuando ella salió al balcón. Su camisón de seda color rojo punzó flameaba violentamente a causa del fuerte viento matinal. Fue el hombre que ocupaba la habitación contigua el que la vió traspasar la baranda del balcón, dando inmediatamente el aviso a la recepción. Cuando Miguel Ordoñez, jefe de seguridad del hotel, y un joven botones lograron derribar la puerta ya era demasiado tarde. Ordoñez, al encontrar la habitación vacía, sólo atinó a tomarse la cabeza para luego bajar nuevamente al lobby del hotel. Sólo el botones tuvo el coraje de salir al balcón y asomarse para ver. Y entonces fue que la vió, ella ya era sólo una pequeña mancha rojo punzó.

Ahora bien, creo que has entendido mal porque has supuesto mal. Ella era la mancha rojo punzó, sí, pero ascendiendo para desaparecer entre las nubes de aquel ventoso día, de aquella fría mañana otoñal.

El haber comprendido realmente lo que ocurría fue lo que la liberó.

jueves, junio 09, 2005

Achtung! Baby...

Ya desde ahora te lo voy advirtiendo para que después no digas que no te avisé: Yo que vos me cuidaría y me iría preparando porque al momento de encontrarnos esa energía tan malgastada utilizada en Hiroshima y Nagasaki juntas será sólo una vulgar demostración de poder a comparación de lo que experimentaremos cuando nos demos ese primer beso.

martes, junio 07, 2005

Tráfico de información

Suenan los dos golpes en la puerta, como habíamos acordado. Estoy en la habitación 3034 del Sheraton de Kuala Lumpur.

- ¿El Señor Taylor? -pregunta una voz de hombre desde el otro lado.
- Santo y Seña -le respondo en voz alta.
-
"Wetterbericht für morgen: Regen" -responde en un alemán casi perfecto.

Abro la puerta cautelosamente. Lo observo. Miro hacia los costados del pasillo. Todo despejado.

- Adelante.
- Buenas noches -me dice.
- Pase, por favor. ¿Trajo lo que le pedí?
- Tranquilo -dice llevándose el dedo índice de su mano derecha a la boca para indicarme que guardara silencio. En el ambiente ahora sólo se escucha la radio...

"...And all that noise and all that sound,
all those spaces I have found.
And birds go flying at the speed of sound,
to show you how it all began.
Birds came flying from the underground,
if you could see it then you'd understand..."


Suena ese nuevo corte de Coldplay tan pegadizo. Mientras silvo bajito la pegajoza melodía, el oriental saca una especie de scanner del bolsillo interno de su sobretodo. Lo enciende y el maldito trasto suelta un pitido, señal de que estaba funcionando.

- Con usted siempre hace falta ser por demás precavido.
- Vaya confianza la que usted me tiene -le digo mientras me pasa el scanner por el cuerpo, buscando micrófonos o algún otro dispositivo de transmisión oculto entre mis ropas.
- Usted está limpio -dice con voz resignada.

De repente saca un revolver con un ágil movimiento de su mano izquierda.

- Tranquilo, tranquilo -le digo intentanto calmarlo.
- ¿No habrá nadie más aquí verdad? -pregunta- ¿Por ejemplo dentro del placard?
- Aquí no hay nadie, hombre.
- ¿Prometido? -me pregunta.
- Cumplido -le respondo mientras abre de un saque la puerta del closet comprobando que el mismo estaba vacío.
- Ok Señor Taylor, vamos a los papeles. ¿Dónde está mi dinero?
- En el maletín, sobre la cama.

Se acerca a la cama, abre el maletín y le echa un rápido vistazo al interior. Ahora saca un sobre papel madera de su abrigo y me lo arroja.

- Como siempre: Un placer hacer negocios con usted Señor Taylor.
- Lo mismo digo Señor Takashi, lo mismo digo.
- Buenas noches y hasta pronto -saluda y se marcha.

Ya solo en el cuarto abro el sobre. Allí estaban los números. Los miro detenidamente, los analizo... Y sí. Parecen ser éstos, las tres cifras ganadoras que saldrán a la cabeza pasado mañana en la quiniela vespertina de la Lotería Provincial del Chaco. Le tendré que jugar nomás.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
La idea era juntar palabras tan distantes como Coldplay y Chaco, y bueno, parece que se puede y salió eso.
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

viernes, junio 03, 2005

Visitante 2000

El gerente del departamento de marketing de deuxmachine acaba de informame de una nueva promoción para los lectores de este blog: El visitante número 2000 se ganará una cena con el 4 (centro-defensa) del Club Sportivo Juventud Antoniana de Salta (del que en este momento no recuerdo el nombre) en un carrito de choripanes próximo a definirse, frente a la costanera del Río de la Plata.

En un esfuerzo mayúsculo de producción podrá acompañarse el susodicho choripán de cena con una gaseosa de primera marca, entiéndase ésto como que Coca-Cola y Pepsi están inluídas en el menú, dada las negativas sondeadas en las respuestas de los lectores en nuestras últimas encuestas en cuanto a aceptar la Pritty Limón como una opción válida de refrigerio.

Me despido por el momento. Suerte y que gane (o llegue) el mejor.

Salutes

juanba
Editor en Jefe

jueves, junio 02, 2005

Ficción caótica

Detrás de él apareció, para mi sorpresa, una silueta con aroma a cappuccino y mirada de gillette. La misma mirada de gillette que reconocí en los ojos de mi madre al mirar aquella fotografía en la sala de mi casa, la misma mirada de gillette que ya se podía vislumbrar en mis ojos desde hacía algún tiempo atrás. Sí, la silueta era la de ella.

Incrédulo y sintiéndome como desamparado ante el crudo frío de la noche, miré detenidamente a estos dos seres que tenía enfrente. En ese momento, y al verlos juntos, me di cuenta que aquellos dos serían las piezas fundamentales para desenmarañar la aparentemente caótica estrategia que hasta ese momento había estado utilizando mi contrincante, a saber, mi Dios, en este ilógico juego de ajedrez en el que se había transformado mi vida.

Mi mente trataba de encontrar una salida racional para terminar con aquel bizarro juego pero, a pesar de ello, en esos momentos todavía no podía hallar esa salida aunque muy dentro mío sabía que ya faltaba poco para llegar a ella, y que para llegar dependería sólo de mi voluntad, ahora sí, yendo sin pausas y sin dudas hasta el final y no deteniéndome como de costumbre a tomar las
salidas de emergencia, cosa que había hecho durante toda mi vida.

Miré fijamente a los ojos de mi comandante y sólo atiné a decirle:

- Búsquese un reemplazo para mi turno de hoy en la Comandancia, que yo me vuelvo a casa.

Sin darle tiempo a contestar me hice a un lado y tomé el rumbo opuesto, de vuelta hacia el refugio de mi hogar. Al pasar por su lado vi de reojo como ella extendió su brazo para tomarme por la manga de mi abrigo, pero su intento quedó frustrado por el comandante cuando éste interpuso su brazo delante de ella mientras le gesticulaba un "no" con un nervioso movimiento de cabeza.

Llegué a casa y me derrumbé sobre el sofá. Luego de mirar unos minutos el techo del living decidí servirme un whisky. Necesitaba pensar. Necesitaba de una vez por todas armar mi historia, esa que tantas veces rehusé conformar, tal vez por miedo, tal vez por conformismo, tal vez por que me gustara sufrir, tal vez por... Ya ni sé. Empecé por el principio, y éste sería uno de esos principios que a su vez, y yo ya estaba seguro de ello por aquel entonces, formaría parte del final.

II


Mi madre se había quitado la vida poco después de que yo cumpliera los cuatro años de edad, fue la primer pieza sacrificada al comienzo del juego por razones que yo hasta ese entonces desconocía. Por otro lado mi padre había sido una de esas piezas que habían desaparecido del tablero misteriosamente, así como así, de un momento a otro y sin dejar rastros. Siempre que preguntaba queriendo saber sobre él, mi abuela materna se cerraba en un hermetismo absoluto y nunca le pude sacar una palabra en concreto. Recuerdo que un día, tendría yo unos siete u ocho años, tal vez cansada ya de que le preguntase, me dijo que mi padre había muerto. Eso fue algo que nunca le creí.

Raúl González, mi comandante, había sido desde siempre un viejo amigo de la familia, en realidad era casi como un tío, pero con actitudes y corazón de padre. El fue mi tutor y protector cuando me sugirió, y finalmente convenció, de que me uniera a la fuerza. Ya desde la trágica muerte de mi madre se había transformado en una presencia constante y contenedora en mi hogar, se podría decir que las pocas horas libres que le dejaba el trabajo en la Comandancia me las dedicaba a mí, ya que solía pasar largas tardes charlando junto a mi abuela mientras yo correteaba de aquí para allá por el patio de la casa. En más de una ocasión me había dicho que yo era el hijo que él nunca había podido tener, y cada vez que me decía aquellas palabras no podía evitar que se le escaparan un par de lágrimas de esos grandes y melancólicos ojos.

Decidido a revolver viejos recuerdos fue que bajé del tope del ropero de la abuela la vieja caja que contenía las fotos familiares. Ante mis ojos brillaban aquellos viejos fotogramas impregnados de olor a viejo, fotogramas que formaban parte del comienzo de la película de mi vida, fotogramas que al igual que con la cinta cassette grabada con la voz de mi madre, jamás tuve el coraje de volver a enfrentar.

La historia retratada en esas fotos me arrancó de cuajo del devastado terreno de mi realidad para transplantarme nuevamente en las fértiles tierras de mi más dulce infancia. Muchas de las fotografías recordaba haberlas visto junto a mi abuela, otras tantas no, ya que esas eran las que mi abuela hacía a un lado y nunca me mostraba. Me sorprendí sobremanera al ver una fotografía de mi madre cargándome en brazos sobre lo que parecía ser un muy abultado vientre, yo no tendría ni dos años al momento en que tomaron aquella placa. Algo en esa fotografía despertó mis sospechas, para confirmarlas momentos después, al verla en otra foto de la misma secuencia: mi madre sola en el patio de la casa, con esa mirada como de perdida, acariciándose inconscientemente su vientre, un voluminoso vientre de mujer ya a punto de dar a luz.

Un hombre con algunos rasgos parecidos a los de mi comandante, y casualmente también demasiado parecidos a los míos, era también el protagonista de muchas de aquellas otras fotos que nunca se me mostraron. ¿Quién sería aquel hombre? ¿Por qué estaba tan tiernamente abrazado a mamá en una de las fotografías? Poco a poco fui moviendo las piezas en mi cabeza. De repente las cosas se aclararon, fue como un momento de gracia en donde todo se me reveló. Recién en ese momento pude anticipar dos jugadas por delante, así como lo hacen todos los grandes ajedrecistas, dos jugadas que definirían, al menos en forma parcial, el resultado del juego, inclinando la balanza, aunque más no fuera por esa vez, a mi favor.

Puse dos de aquellas fotos en el bolsillo interior de mi abrigo y salí hacia el bar donde dijo trabajar Raquel. Sí, Raquel, ése era su nombre, o al menos el nombre que declaró tener al momento de radicar esa extraña denuncia aquella mañana en la Comandancia. Yo ya conocía el lugar, solíamos ir siempre por allí con mi comandante años atrás, incluso habíamos festejado un par de retiros de viejos compañeros allí mismo. Aquel bar parecía ser uno de los lugares favoritos de los policías de la vieja guardia, de la vieja escuela, de esos que ya casi no quedan.

Serían algo más de las dos de la mañana cuando entré en el bar. El ambiente era pequeño, un par de sujetos sentados a la barra voltearon para echarme una mirada. Cabeceé en forma de saludo y murmuré un inteligible "buenas noches". Había sólo tres mesas ocupadas por hombres solos. Dos de ellos estaban escribiendo en blocs de notas, parecían desvelados escritores bohemios sin otro lugar mejor en el que estar a esas altas horas de la noche. Raquel estaba detrás de la barra, se sorprendió al verme y no lo pudo ocultar, su mirada otrora de gillette, ahora se humedecía hasta las lágrimas. Rodee la barra y ella hizo lo mismo, al salir me abracé a ella envolviéndome en su halo de aromas a café. Ella me abrazó con fuerza, y al encontrarse nuestras energías transformaron aquel momento en algo sublime, único, imborrable, y es que no podía ser para menos ya que era la primera vez que ella abrazaba a su hermano y que yo abrazaba a mi hermana. No había nada que decir en aquellos momentos, en ese abrazo inicial ya nos habíamos dicho casi todo, por lo menos todo lo más importante.

Ella ya estaba de vuelta atrás del mostrador, su lugar de trabajo, y yo sentado a la barra. Saqué del bolsillo interior de mi abrigo las fotografías. Al verlas sonrió y se enjugó un par de lágrimas que rodaban por sus mejillas. Nos contamos nuestras historias, yo le conté de mamá, ella me contó de papá y de esa trágica huida al nacer ella fruto de una terrible pelea entre ellos, pelea y huida que años después desembocó, supongo yo, y entre tantas otras causas, en el suicidio de mamá. Papá había muerto hacía dos meses de un cáncer terminal de pulmón y Raquel se había venido hasta aquí, con los pocos datos que le había dado el viejo antes morir, con el objeto de rearmar su historia, de igual forma que yo había decidido hacer lo mismo un par de horas antes esa misma noche, y bueno, eso era lo que finalmente estábamos haciendo allí, en ese bar, a esas horas, en esa fría noche de invierno.

Y así siguió la noche, y así pasaron las horas y así se fueron uno a uno los clientes para ya así poder llorar juntos, tranquilos, abrazados, por todo lo que fue, por todo lo que pudo haber sido y finalmente por todo lo que nunca pudo ser.

- Mi turno termina dentro de media hora –me dijo– Tenemos que ir a ver al tío, él no quería contarte la historia de repente, temía por ti, me dijo que te encontraba cada vez más ensimismado y taciturno, el pobre hombre tenía miedo de que tomaras alguna decisión fatal, que siguieras el camino de mamá o algo así.
- ¿El fue el que te consiguió el empleo aquí en el bar verdad?
- Sí, fue gracias a él, me dijo que conocía al dueño.
- Solíamos venir por aquí al terminar los turnos nocturnos en la Comandancia.
- Juan... –me dice– No culpes al pobre hombre, él al igual que nosotros debería tener sus razones para dejar que la historia siguiera su curso sola. Tal vez nos tardamos demasiado, es verdad, pero bueno, a veces es mejor dejar que las cosas fluyan y maduren solas, más allá del tiempo perdido. Todo pasa por una razón ¿no crees?
- Creo firmemente en ello y te entiendo Raquel, créeme que te entiendo. Pero igual pienso: malditos tontos, todos nosotros, mira el tiempo que hemos perdido. Todo lo que hubiésemos podido hacer, todo lo hubiésemos podido ser.
- Eso ya no importa, porque los hubiésemos no existen.
- Supongo que tienes razón, hermana, supongo que tienes razón...

Al dar las 7.30 salimos de allí y caminamos rumbo a la Comandancia, sabía que allí encontraría a mi comandante, a mi tío con corazón de padre, cubriéndome en el turno que yo había abandonado la noche anterior. Tomé la mano de Raquel, nos miramos, sonreímos. Los primeros rayos del sol nos saludaban desde el horizonte, fue en ese momento cuando volví a mirar al cielo, ya con algo más de esperanza, y fue también en ese momento que finalmente decidí declarar tablas en el juego de ajedrez de mi vida, cuando al fin pude darme cuenta que ya no tenía sentido seguir jugando un juego contra mi mismo.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Para leer el comienzo de esta historia, tendrás que pasar por el blog de Eduardo, haciendo click
aquí.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

miércoles, mayo 25, 2005

Posts a domicilio

Me presenté en la cadetería, dubitativo, no voy a negarlo, pasa que no sabía si esta gente me iba a entender lo que yo quería.

- Buenos días joven ¿en qué puedo ayudarlo? -saludó cordialmente un hombre mayor desde detrás de un viejo mostrador de madera opaca.
- Sí, buen día don, estaba averiguando por los precios de los viajes que realizan los cadetes.
- ¿Necesita cadete para trámite o entrega?
- Más bien sería para delivery.
- ¿Lo qué?
- Disculpe, entregas, don, entregas serían.
- Ah bueno, que entonces eso va a depender del sector de la ciudad en donde se hayan de realizar las entregas. Verá, cobramos por kilómetro, tomando como referencia esta que es nuestra casa matriz.

Al oir estas palabras, un cadete que estaba sentado en una silla mirando Crónica TV se volteó y miró al viejo como extrañado. "¿Casa matriz?", pensé yo. "Vaya, si esto no es más que un cuartucho de 4 por 4, pero en fin..."

- Correcto, entiendo... -dije.
- ¿Y qué es lo que usted querría entregar? -me pregunta.
- En realidad tengo que entregar posts.
- ¿Postes?
- No, no... Posts. Son unos escritos digitales pero mi idea es pasarlos a papel para la distribución.
- Ah, veo, veo -dijo el hombre algo (bastante) incrédulo.
- Claro, la cosa es que tengo un blog en internet pero resulta que me he encontrado con un pequeño grupo de seguidores que no disponen de conexión o que no disponen de los conocimientos informáticos básicos digamos como para acceder al blog.
- ...
- Por caso, tengo unas tías abuelas muy viejas que no entienden ni jota de todo esto. Pero lo que les he alcanzado en formato papel parecen entenderlo bien, e incluso me han dicho que "posteo" bastante lindo. Ah y está S., de mi oficina, persona grande también, a ella le tiro las copias por la impresora en el trabajo, el tema con S. son los posts de fin de semana, como que no hay forma de hacérselos llegar, verá, yo no tengo auto.
- Mire yo mucho de eso de lo que me habla no entiendo...
- No tiene nada que entender buen hombre, que yo lo que requiero no son más que sus servicios de transporte para estos papeles.
- Séame sincero joven -me dice- ¿Eso no tiene nada que ver con droga? Andar distribuyendo papelitos por ahí me suena a cosa rara, y yo no quiero líos.
- Pero no, buen hombre, no, que usted me parece que no me entiende.
- A ver joven, déjeme hacer una llamada, tengo unos señores amigos míos que creo que entienden algo de éste asunto y tal vez me puedan ayudar...

Cuando ví que marcó el 101 fue que decidí salir pitando de allí, que si el viejo no entendía más difícil iba ser explicarle todo esto a los uniformados.

jueves, mayo 12, 2005

Disculpas

Carolina bajó apurada como casi todas las mañanas. Salió del edificio caminando rápidamente. Desde hacía algunas semanas atrás, y sobre todo cada vez que salía a la calle, la acechaban los mismos pensamientos: el arreglo del auto, el pago de algunas deudas, el joven interesado pero que no se comprometía (al menos no lo suficiente), el colegio de los niños y la maldita computadora que funcionaba cada vez peor.

Iba con el ceño fruncido, la cabeza gacha, mirando hacia abajo a las baldosas pasar con rapidez bajo sus botas. Estaba llegando tarde, odiaba llegar tarde, su sentido de la responsabilidad era como una alarma sonando dentro de su cabeza que no podía obviar. Al llegar a la esquina, siempre caminando con su mirada baja, fue que tropezó con ella. Sintió un leve toque en la frente, nada brusco, no dolió. Era una mariposa, un insecto con una hermosa configuración de alas negras salpicadas con pintitas de color púrpura.

Luego del tropiezo ambas se quedaron inmóviles, observándose mutuamente. La mariposa sólo aleteaba flotando sobre el mismo lugar. Parecía mirarla fijamente, como esperando algo. Carolina se extrañó sobremanera, tanto, que los demás problemas desaparecieron de su cabeza en un abrir y cerrar de ojos, y es que hasta la alarma de la responsabilidad habia dejado de sonar.

Las dos siguieron así por unos instantes más. Luego Carolina empezó a notar que la gente se detenía a mirar, si hasta los de la vereda de enfrente se paraban y observaban curiosos. Sentía como las miradas se clavaban fijas en ella. Carolina no sabía qué hacer. Alternaba su mirada, cada vez más nerviosa, entre la mariposa que seguía allí esperando y la gente que no sabía qué esperar de todo aquello. Al fin no pudo resistirlo más, y mirando a la mariposa a los ojos lo tuvo que decir:

- Disculpame, no te vi.

Pronunciadas las disculpas, Carolina se ruborizó, bajó nuevamente su mirada y siguió su camino. Lo mismo hizo la gente que se había detenido a mirar. Mientras tanto, la mariposa ya había girado y miraba alejarse raudamente a aquella mujer. Esa misma tardecita, pensaba, y luego de cumplir con aquel trabajo que le quedaba pendiente en el rosal de la plaza principal, se reuniría a por unos tragos de néctar con sus otras camaradas aladas en aquel viejo cantero que está frente a la catedral y estaba casi segura que ninguna de sus compañeras creería la historia de esa extraña disculpa que les tenía para contar.

miércoles, mayo 04, 2005

Reinicio

India. El viejo Visvaka tenía sólo seís vellos en su pecho, nunca tuvo uno menos así como nunca tendría uno de más. Pero aquel día Visvaka amaneció con un vello de menos. Al notarlo no se sorprendió en demasía ya que sabía lo que ello significaba, y menos se sorprendió aún cuando se produjo el primer temblor de tierra. Salió corriendo de la choza, con su nieto tomado del brazo, en busca de su hijo. A los pocos metros se lo encontró. Su hijo, agitado, le dijo: "Lo sé padre, ha comenzado. Corramos hacia las montañas." Aquel vello que cayó de su pecho, le contaría luego Visvaka a su nieto, significaba la muerte de un Indra o sea un nuevo parpadeo de Brahma; la terminación de una era, empero, el comienzo de otra (*).

Mar de la Tranquilidad. Eva Nabokov, desde el transbordador, interrumpió la paz temporal de su compañero que se encontraba en la superficie lunar observando extasiado aquel sublime espectáculo representado por el paisaje selenoide. Le comunicó que había perdido el link con la estación espacial internacional que orbitaba alrededor de la Tierra. Al recibir el mensaje Kowalski sólo atinó a mirar hacia el planeta. Y fue en ese instante cuando ocurrió, el eje de la Tierra se desplazó en lo que sería una nueva inversión de los polos geográficos y magnéticos del planeta. Ahora, la estación espacial era sólo un punto que se consumía en llamas ante sus ojos mientras daba contra la atmósfera terrestre junto a otros miles de satélites que fueron atraidos de golpe contra el planeta por el brusco cambio en la fuerza de gravedad.

Transbordador. Kowalski y su compañera sólo pueden observar, cual testigos pasivos, aquel magnífico evento. No dan crédito a lo que sus ojos ven. Luego vendría esa primera charla preguntándose los porqué: el porqué de lo ocurrido, el porqué de ellos allí, el porqué del privilegio de observar, el porqué del privilegio de sobrevivir para finalmente terminar ya respondiéndose a sí mismos sobre el porqué de esta experiencia repetitiva para aprender. Pero por el momento Eva sigue llorando, está renunciando a entender, es que simplemente todavía no lo puede ver. Kowalski suspira y trata de consolarla, y sólo cuando ella lo llama por su primer nombre para abrazarlo, fue que él, Adán Kowalski, finalmente pudo entender.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
(*) Notas:

Algo de mitología hindú.

Un Indra representa en el mundo terrenal lo inmanente de este misterio de la eternidad. Indra es la encarnación terrenal del espíritu divino, representa la virtud y el deber (dharma).

Brahma está sentado sobre un loto (así es su trono) y Brahma y el loto crecen del ombligo de Vishnú. A su vez Vishnú está flotando sobre el oceáno cósmico, recostado sobre una gran serpiente cuyo nombre es Ananta (la interminable).

He aquí la escena completa:
Vishnú recostado en el espacio, en su ombligo está Brahma sentado en su loto, parpadeando una vez cada cierto tiempo, cada parpadeo es una era en la Tierra con un Indra como representante.

Fuente: Mitos de la luz, metáforas orientales de lo eterno.
Capítulo I, "La sumisión de Indra".
Joseph Campbell
.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -