viernes, agosto 19, 2005

Primer año

Happy birthday Mr. Blog, happy birthday to you...

Muchas gracias a todos los que pasaron por acá a lo largo de este primer año, tanto a los esporádicos como a los de siempre; porque definitivamente éste experimento llamado deuxmachine ES en gran medida gracias a todos ustedes...

¡Salutes!

domingo, agosto 14, 2005

El último día



Render por Jimmy Maidens


En el último día el sol brillaría como nunca en un atardecer espléndido. Los niños correrían inocentemente de aquí para allá entre la dunas de arena jugando al más simple de los juegos, el de simplemente ser, cantando canciones nacidas de las gargantas de sus antepasados centenares de años atrás. La inocencia fue siempre lo opuesto al conocimiento, pero no a la sabiduría, y esa misma inocencia sería la que resplandecería espontáneamente en la cara de los niños en ese futuro atardecer; y es que viviendo en esa inocencia y con esa sabiduría ellos nunca tendrían la necesidad de iniciar una guerra.

Más allá de todo, en el atardecer del último día, gran parte de la humanidad seguiría sin entender que debía parar, que tenía que parar. Parar y reflexionar. Parar y ver hacia donde se dirigía. Parar y corregir el rumbo. Parar y preguntarse para qué es que seguían. Parar y contemplar el caos, contemplarlo hasta que todo se transformara en acción causal, observarlo y comprender finalmente como la ignorancia surgía de un conocimiento que distaba mucho de la sabiduría, de la verdad original. Pero en ese atardecer del último día ya sería muy tarde para todo, y las cosas se seguirían complicando cada vez más segundo a segundo; la complejidad y la estupidez humana se habrían vuelto ya inmanejables, más allá de toda posible abstracción.

Y es que en el último de los días de nada serviría ya ver si fueron ellos o fueron los otros, si fueron terroristas o guerreros de la libertad, si fueron saqueadores de petróleo o libertadores de regímenes tiránicos. Más allá de toda definición, en el último instante, que sólo será el futuro ahora, me quedo con la inocencia de los niños y de la gente simple, tomados de las manos, mirando las bombas caer, con una leve sonrisa de ingenuidad en sus caras, viendo finalmente estallar la complejidad del todo devenida en la simpleza con forma de muerte.


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Luego de ver sus trabajos en la web quedé deslumbrado con los dibujos de Jimmy, es por eso que me puse en contacto con él y gentilmente me ha cedido algunos de sus renders para ilustrar mis relatos. Con el tiempo ya verán algunos más colgados por aquí...
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jueves, agosto 04, 2005

Elige un rayo

La vio sentada a la orilla del río, ella tenía su mirada perdida en la profundidad celeste de aquel cielo diáfano que dominaba la mañana. Los rayos dorados del sol bañaban todo su cuerpo, conformando una escena que él observaba sublime. A juzgar por la belleza de lo que veía, podía decirse que ella se encontraba perdida en ese estado atemporal de conciencia con la unidad, ergo de felicidad absoluta; ese momento que en su máxima expresión terrenal no dura más que algunos segundos, samadhi. Este estado se reflejaba en su cara, en la forma de una leve sonrisa asomándose a través de sus labios. Enseguida, él cayó en cuenta de lo que sucedía, y es que ella, aún sin saberlo, ya era una elegida más.

La esperó sentado en una piedra, contemplándola a poca distancia. Finalmente la joven volvió en sí misma, recogió la canasta con ropa húmeda y emprendió lo que ella creía iba a ser un corto viaje de regreso hacia la pequeña aldea. Se dio cuenta de su presencia apenas a unos metros desde dónde éste todavía la esperaba sentado en la piedra. Él sonrió, ella le devolvió la sonrisa con algo de timidez bajando su mirada.

- ¿Bonita mañana, verdad?
- Hermosa –contestó ella.
- ¿Puedo acompañarte hasta donde sea que vayas?
- Sí, gracias, eres muy amable.
- De nada, Devi, el gusto es mío.
- ¿Cómo sabes mi nombre?
- Sé tu nombre así como sé miríadas de otras cosas, de la misma forma en que al final no sé nada de nada.
- Anda ya, deja de jugar conmigo... –le dijo con voz juguetona. Él sonrió.
- Voy de vuelta camino hacia mi aldea.
- Entonces, si me dejas, te acompañaré.

Caminaron algo más de quince minutos internándose en el bosque. Llegaron a ese sector en donde los árboles son tan altos y tupidos que apenas dejaban pasar algunos rayos de sol. Cerca de un viejo cedro yacían dos rocas, y entre ambas caían dos rayos muy bien definidos de aquel maravilloso sol matinal.

- Observa –le dijo él– algún caminante asiduo a este bello paraje ha dejado esas dos piedras junto a éste árbol para poder recostarse a descansar durante sus caminatas. ¿Quieres que nos sentemos por un momento?
- ¿Por qué no? Aún es temprano y hoy tuve mucha ropa que lavar. No vendría mal parar y descansar unos instantes.
- Unos instantes serán más que suficientes –le respondió él con su mirada perdida entre los árboles.

Sentados ya, uno en cada piedra, respiraron profundamente aquel aire fresco que les devolvió algo del aliento perdido. Aspiraron a su vez los más variados aromas del bosque contemplando los alrededores sin emitir palabra. Él fue el que propuso el juego.

- ¿Observas estos dos rayos de sol que se cuelan por entre las ramas de estos grandes árboles?
- Sí, son muy bonitos –asintió ella.
- ¿Observas las miles formas de vida que flotan en ellos? La misma luz te las revela ¿Las puedes ver verdad? Ellas están como reposando en ese vacío y de repente, cuando el sol quiere, son atravesadas por estos rayos de luz, y son ellas mismas las que a su vez definen, junto al vacío, la forma de cada rayo que vemos.
- Es verdad. El vacío y ellas definen su forma.
- ¿Imaginas lo que deben de sentir estas formas de vida al verse envueltas de golpe por ésta luz?
- No lo sé, pero supongo que debe ser algo maravilloso; y al no entender ellas lo que sucede, es todo mucho más bello aún.
- Aunque el poder de las palabras no alcance nunca para poder expresarla, eso que has dicho se acerca bastante a la experiencia. Devi, ¿Te gustaría experimentar esa sensación?
- Bueno, ya, deja envolverme en tus juegos –le respondió ella sonrojándose. Él no pudo más que sonreír ante su inocencia.
- Anda, escoge un rayo. Uno de los dos que ves aquí.
- Ya...
- En serio, elige uno, elige un rayo.
- Ese –dijo ella posando la punta de su dedo índice derecho sobre uno de ellos.

En el momento en que tocó con la yema de su dedo la dorada luz del rayo, él le tocó levemente la frente, en el punto medio por encima de sus ojos. Lo último que ella alcanzó a ver antes del ascenso fue un destello prístino y fue así como ambos se encontraron viajando de la mano hacia arriba por aquel túnel de luz camino al sol. A medida que iban subiendo se fueron despojando de sus cuerpos, de toda sensación de forma, de toda mente. Ya sólo eran flujos densificados de energía, intentando hacerse unos con la esencia misma de la luz del rayo. Instantes después, al llegar al sol, se fundieron en su masa llegando al núcleo, desde donde salieron disparados hacia el mismísimo principio desde donde todo surgió.

La luz del origen en su pureza carecía de dualidad, no era la vivaz luz del sol ni la apacible luz de la luna, era simplemente la unión de ambas, ya que el mismo principio carece de opuestos siendo todo unidad. Al hacerse uno con lo trascendente, ambos, ya no fueron ni siquiera luz, fueron vacío, y es que ya eran la nada misma soportando el absoluto desde donde estallaban todas las formas de vida. Ya en el mundo de los opuestos, se encontró sola bajo el árbol cuando finalmente volvió en sí; la ropa en la canasta ya estaba seca y su primer sensación fue que el atisbo de aquel éxtasis sólo parecía haber durado unos breves momentos, aunque claro, para que lo breve se transformara en eterno sólo sería cuestión de lo que denominan tiempo por estos lares.

lunes, agosto 01, 2005

Espejo

Al fin te estaba besando por primera vez, suavemente, muy lentamente a pesar de la ansiedad acumulada, empero contenida, de estos pocos días que llevo de conocerte; y es que finalmente estábamos allí, en mi cuarto, en mi cama, yo sobre vos, vos sobre mi, nosotros como uno sobre el todo. Alternando besos entre tu boca, tus mejillas, tu cuello, para subir nuevamente hasta tus labios y empezar una vez más con ese círculo perfecto que hubiese querido dibujar por siempre, samsara. Una música sonaba de fondo, en un momento me pareció estar escuchando una melodía de R.E.M.; las notas transportadas por una suave brisa de verano hacían bailar a las cortinas blanco-transparentes de mi ventana. Más allá del balcón, el vacío de la noche, el silencio, y en lo alto de un cielo despejado, la luz del sol reflejada en la luna iluminaba toda la situación; parábola perfecta de la conjunción de opuestos, hombre-mujer, luna-sol.

Me despierto de repente y otra vez esa sensación, ese maldito nudo que nuevamente se ata a sí mismo en la boca de mi estómago. La dualidad que de a poco me devuelve a este mundo de ilusiones, despierto de un sueño en otro sueño al que muchos llaman realidad. Y es allí donde me doy cuenta que la imagen devuelta por el espejo de mi sueño no era yo, que no es verano, es primavera que se siente como invierno, que no es mi cuarto, es su cuarto, que no es acá, es allá, que no es mi cama, es su cama, que no sos mía, sino de él.