- ¡Hola! –dice sonriente ella mientras lo saluda con un beso en la mejilla.
…Y esa sonrisa hace que de pronto los nubarrones que dominan el cielo allí afuera se disipen para dar paso a los rayos del sol. Las tonalidades grises del mobiliario, bañadas por la luz blanco-fluorescente de los tubos, ahora cambian de color debido a la tímida luz solar que comienza a entrar nuevamente por el ventanal de la oficina.
- ¿Cómo estás?
- Bien ¿y vos?
- Ahora que te veo, mejor –dice él guiñándole un ojo.
Ella se sonroja aunque no deja de sonreír en ningún momento. Todo fue, es y será platónico entre ellos. La complicación de un tercero de por medio, lo difícil de tomar una decisión, la comodidad de seguir arrastrados, cada cual por su lado, por una inercia que los domina desde antes que se conocieran.
- Decime.
- Vengo a que me imprimas esto –dice ella mientras le extiende un diskette.
- ¿Word?
- Sí.
- ¿Y qué es?
- Mi renuncia.
Algo hace un click en el corazón de él, aunque todavía no termina de caer. No puede decir nada en respuesta, simplemente las palabras no están allí. Afuera el día se vuelve a nublar, más aún, el cielo se pone a llorar: ahora empieza a diluviar. Los grises dominan nuevamente la atmósfera de la oficina.
Él introduce el diskette en el drive del equipo. Abre el archivo. “En su oficina hay impresora” –piensa– “Estamos en edificios separados ¿Por qué venir hasta acá? ¿Por qué debo ser yo el que le imprima justo esto? ¿Por qué no se lo dio a alguien más allí?”
- Lo tenés decidido –dice él.
- Sí.
- Ya no te voy a poder ver.
- Nos vamos a seguir viendo… –dice ella mirándolo tiernamente.
- Sabés que no.
- …
1 de Febrero de 2007
Al Señor Jefe de Secretaría General
Sr. Horacio Marino
S / D
De la pasante de la Universidad Nacional de La Pampa
Srta. Ana Lía A.
OBJ.: S/RENUNCIA AL EJERCICIO DE FUNCIONES
Elevo a Ud. la presente, solicitando se me acepte la renuncia a la
pasantía cumplida en Servicio Adicional a partir de fecha 01 de febrero de 2007.La misma se debe a cuestiones personales, debiéndose resaltar el
excelente trato, calidad humana y compañerismo aquí recibido tanto por mi superior Héctor José Rodriguez, como por mis compañeros de oficina, Sebastián Muñoz y María Jofré y por sobre todo la confianza que han tenido en mi para el desarrollo de las tareas a realizar.
Sin más que agregar saludo a Ud. con atenta consideración y respeto.-
Ana Lía A.
Él lee la nota y sonríe, lee, pero por sobre su sonrisa se nota un vacío que lo acecha desde lo profundo del corazón.
- Chupamedias, ¿qué son esos saludos a los compañeros en el segundo párrafo? –le dice todavía sonriendo, tratando de que no se le note la desazón.
- Jajaja… ¿Queda muy mal?
- No, no es eso, es que es muy tuyo el texto. ¿Lo redactaste sin seguir el modelo no?
- ¿Hay una plantilla modelo de renuncia?
- Jajaja… No importa ya. Sos vos, el texto sos vos. No lo edites, nunca te edites, seguí siendo vos.
Él sigue sonriendo mientras imprime el documento por triplicado, requisito de rigor a cumplir en estos casos. Antes de entregarle las copias lee por arriba una de ellas por última vez, le sigue causando gracia el párrafo central, en especial la parte de “la confianza que han tenido en mi para el desarrollo de las tareas a realizar”. Sonríe porque por más que ella lidie a diario con la frialdad del lenguaje del derecho –por cierto ella es estudiante de abogacía, cuarto año– aún podía notarse en la redacción de la nota su dificultad para manejar de forma natural dicho lenguaje, siempre tan prudente, estéril, serio, formal. Lenguaje de oficios y cartas documento, lenguaje de letra muerta de ley. Releyó nuevamente el segundo párrafo, “Definitivamente, eso es ella”, pensó, eso fue ella, alguien que llegó para romper con el rigor de las estructuras impuestas, para terminar con la automatizada rutina, para acabar con su soledad autoimpuesta, pero que a la vez logró llevarse en su raid de destrucción a su pobre corazón que por primera vez en mucho tiempo volvía a latir por alguien más.