Hoy al llegar al trabajo he notado con sorpresa que en la bandeja de entradas de mi correo electrónico oficial sólo había entrado un e-mail. Uno solito. Al principio me alegré, siempre recibo unos 5 o 6 pidiendo soporte técnico para los sistemas instalados en diferentes áreas de la organización, así que "poco trabajo para hoy", pensé. Luego me extrañó leer el nombre del remitente del mensaje, y la verdad es que hasta me he preocupado un poco.
El correo tenía como remitente a Dios. Al abrirlo y leerlo me he llevado una sorpresa. Me ha comunicado que tiene planes para mi. Que me va a transformar en un e-mail y que seré enviado mañana a primera hora desde mi cuenta personal de correo. Que sólo podré tener como destinatario a una sola persona y que por ello debo pensar bien a quien tendré que ir dirigido.
Ni que hablar del texto en cuestión a transmitir. Al ser esta mi última comunicación con alguien en este plano de la realidad el mensaje tendrá que ser algo importante. Esto último lo pensé yo, Dios no me ha dicho nada del mensaje en sí. Por mi parte creo que debo tener que transmitir algo realmente importante, algo que nunca le haya dicho a esta persona que será la destinataria de esta versión final digitalizada de mi mismo.
Le respondo el mail a Dios, le doy el destinatario y el texto del mensaje que deberá imprimir en mi alma al momento de digitalizarme. Después veremos qué ocurre con todo esto. Por lo pronto me pregunto qué me pasará si al llegar a la casilla de ella llego a rebotar porque tiene la capacidad de su cuenta excedida. Ojalá que Dios siga reintentando enviarme por lo menos 72 horas más, no sea cosa de que ella nunca se entere de lo que nunca me atreví a decirle y que yo, por mi parte, termine rebotando para quedar olvidado en mi propia cuenta de correo que ya nunca más podré abrir.
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